sábado, 30 de mayo de 2009

Acerca de la Oración

La oración es un puente seguro hacia Dios. Un puente que implica un tránsito, un caminar, un deslizarse con firmes pasos hacia "un otro lado" sabiendo de antemano con certeza, que Alguien nos está esperando. Dios está ahí y nos dice: Animo, ven, no temas. Estoy aquí, camina. Todo depende de nuestra decisión: avanzar, permanecer dubitativos o retroceder. El Señor nos invita desde la otra orilla y nos regala la maravillosa libertad de elección.
Definitivamente aceptamos el compromiso o de lo contrario él permanecerá ahí infinitamente con su mirada dulce y sin palabras, aguardando "el momento", nuestro momento. Dios es muy paciente, espera, Dios siempre nos esperará y jamás pondrá cerrojos a la puerta... Dios es Misericordioso y su Misericordia es la comprensión, el amor y el respeto.

Por lo tanto, la oración desde un comienzo y desde que nos decidimos a orar, significa CONFIANZA. Confiar a su vez presupone la humildad de aceptar que no podemos contar lo suficientemente con nuestras propias fuerzas para alcanzar lo que queremos o para solucionar lo que nos está conmoviendo. La humildad nos pregunta en silencio si deseamos mirar al cielo en busca de socorro o ensimismarnos caprichosamente en nuestro estéril y propio parecer. Y lamentablemente un ejército de fuerzas hostiles a nosotros mismos, comienzan a dar férrea batalla: egoísmo, orgullo, vanidad, auto-suficiencia, que nos instan con persistencia a mantenernos firmes e inquebrantables para no ceder un ápice de terreno. Es quizás el momento más determinante que nos puede impedir cristalizar la posibilidad más sublime de la verdadera libertad: gritar por un instante a Dios!

La oración es en esencia "sanación" y es medio y fin al mismo tiempo. La oración es respuesta porque su clamor atraviesa las nubes como el incienso y toca el corazón misericordioso de Dios. Y Dios, rico en bondad, oye nuestras súplicas y derrama sin tardanza la lluvia de su don, que es la gracia, que permite los milagros cotidianos si estamos dispuestos a percibirlos y a aceptarlos, como regalos de lo sobrenatural.


Generalmente se acude a la oración cuando hay una necesidad que produce dolor y sufrimiento. El dolor, es el límite de las fuerzas del hombre y es el signo de la fragilidad humana. El dolor es carencia y desesperación cuando no se inserta en ofrecimiento en la Pasión de Nuestro Señor. El dolor nos debilita porque significa una carga muy pesada de sobrellevar disminuyendo con agudeza nuestra fortaleza. Si somos capaces de darnos cuenta de que estamos en "situación de necesidad" y que nuestros medios no son eficaces para hacerla desaparecer por sí mismos, es el momento propicio de mirar al cielo, de elevar nuestro corazón y nuestra mirada y llamar con insistencia al Padre del Amor y de la Misericordia.

Entre nuestro grito suplicante y el corazón de Dios, esa distancia que nos parece larguísima e inacabable, se vuelve cercanía, seguridad y paz. Dios espera nuestro grito, nuestra llamada, nuestro ofrecimiento y entonces misteriosamente El se hace presencia dulce y cariñosa.Podemos quedar extasiados ante milagros que Jesús realizó, su personalidad humana y divina, su comportamiento ante los más humildes, su enseñanza, pero lo que más llama siempre la atención fue la oración constante y permanente de Jesús a solas, ante su Padre.
En el desierto, en las montañas, de noche y de madrugada, en todo momento, Jesús tenía fija la mirada y su corazón en el encuentro a solas y en la intimidad maravillosa con su Padre. Me he preguntado varias veces como sería ese encuentro. Sabemos muy poco de ello, sólo que Jesús se retiraba a solas para orar con su Padre. ¿Jesús quedaría callado? ¿Qué palabras saldrían de sus labios? ¿Que le diría el Padre?. Es un misterio inaccesible que sólo ellos lo saben, pero creo que excede todo lo que nosotros podríamos imaginar.
Jesús encontraba en su oasis sobrenatural la energía, la gracia, el don del Espíritu para luego, divinizado y fortalecido, pregonar por el mundo la Buena Nueva. No encontramos en el Evangelio algún milagro de Jesús sin que haya alguna cita en referencia a sus momentos "previos" de oración. Sus milagros eran posteriores a la fuerza y potencia que le daba la oración. La oración entendida como el puente entre la debilidad humana y la omnipotencia de Dios. Por este medio, desplegamos nuestra debilidad y levantamos la mirada a Aquel, que reparte gracias abundantemente.

Jesús fue el gran orante, dedicó horas y horas de su vida a la oración y entre muchas de sus enseñanzas, quiso destacar de manera muy significativa ésta : ORAR! La oración es poder, pero un poder que nace de nuestra pobreza. Siendo pobres y débiles, si oramos, si somos los suficientemente humildes para hacerlo, disponemos de fortaleza que se vuelve poder sensible para que Dios nos diga: Aquí estoy! Qué necesitas! Que paradoja más extraordinaria: Siendo débiles nos fortalecemos porque Dios nos regala y comparte ese poder que es la oración. Y el don de orar es algo que viene con nosotros desde las entrañas porque fuimos hechos a su imagen y semejanza. Este don está en tí. ¿puedes verlo y reconocerlo verdaderamente? ¿usas diariamente de este don tan maravilloso? Descúbrelo! Simplemente con el rostro en tierra, abre tu corazón ampliamente y háblale a Dios. Seguro que antes de terminar tu oración, El te responderá.

Si te has dispuesto a orar, prepárate para el "encuentro" ya que la oración es encuentro e intimidad con Jesús vivo y resucitado. Si hay encuentro hay presencias, hay miradas y palabras... que invitan a la cercanía y al Amor. Imagínate estar delante de Jesús, tal cual tú te lo puedas representar, pero de todas maneras no le busques formas precisas, porque Dios es Espíritu y Verdad. No obstante El se hará sentir dentro de tu corazón y acaso experimentarás una suave brisa o un sentimiento de gozo que no lo podrás contener. La palabra que más podría describir este misterio es PAZ. Si sientes paz es porque Dios ya está en diálogo contigo, el encuentro se ha hecho posible, estás cara a cara con El. Jesús te pide confianza, que nace de tu humildad y de tu deseo de estar a solas con El, sin importar las condicionantes exteriores. De pronto te sientes en estado de oración, te sientes invadido por el susurro de su Espíritu que te permite la correspondencia de quien te ama intensamente. Entonces háblale pero también escúchalo ya que El tiene muchas cosas para decirte.

Este encuentro debe crecer y alimentarse con el aprendizaje, con el hábito repetitivo día a día, sin cansancio ni desmayos, de buscar con insistencia y perseverancia su presencia. Vuélvete discípulo!!! Tu Maestro te enseñará sabiduría y verdad y su Espíritu te iluminará el entendimiento para que recibas alegremente su palabra y su voluntad. Sólo la confianza conduce a la perseverancia, sólo la perseverancia conduce a la tranquila paciencia para esperar su venida, pero Jesús jamás defrauda y cuánto más insistes y lo llamas, a veces más se hace esperar para probar tu fe. La fe de creer en lo que no vemos, de esperar lo que no sabemos, la fe, punto de inflexión para saborear ciertamente lo sobrenatural. La fe, don gratuito de Dios. Pídeselo desde lo más hondo de tu corazón.
En la oración no busques respuestas, porque El ya es la respuesta y sabe de antemano lo que necesitas. Puedes hablar, puedes estar en absoluto silencio, puedes recitar oraciones, puedes llorar, gritar...pero nunca dejes de decirle que necesitas de El. Jesús vino especialmente para tí, para cada uno de nosotros y quiere sentir que lo amas muy y mucho como para confiar en El. Si confías, si perseveras en buscarlo todos los días de tu vida, cada encuentro, cada instante será una lluvia de sabiduría y de esperanza, sea cual sea la situación preocupante y asfixiante en que te encuentres.

No te abraces a tu situación de pecador ni te dejes dominar por la culpa para inhibirte de hablar con El. Dios es Amor y allí donde abundó el pecado sobreabundó la gracia. No vino para los sanos sino para los enfermos... de cuerpo, de espíritu... Sólo tienes que darle tu miseria, es el regalo que Dios espera de tí, quiere verte desposeído de todas tus riquezas, inclusive la vanidad, el orgullo, tu resistencia. Solamente desnudo y absolutamente desprovisto de todo equipaje, es cuando Dios se vuelve ternura y compasión y nos llena en abundancia.
La más grande dificultad que tiene el hombre para poder orar es justamente esta circunstancia: no sentirse lo suficientemente limpio como para poder hablar con Dios!!! Es el sentimiento de no merecimiento, de no tener derecho...es la imaginación que nos dice: como Dios me va a escuchar... justamente a mí... Sí, JUSTAMENTE A TI, tal cual y como eres,

Dios está esperando ese momento tan especial para recocijarse contigo. ¿no es esto el verdadero Amor? Dios es infinito Amor y la esencia del Amor es el perdón. Ya estás perdonado por si todavía sientes alguna culpa por lo que hayas podido haber hecho a lo largo de tu vida. Se dice que Dios mira con un solo ojo, el del Amor y del perdón, ya que el otro lo tiene cubierto porque hace caso omiso de nuestra miseria humana que la conoce profundamente y hasta contados los cabellos de nuestra cabeza. Y al llamarlo la pobreza nuestra se vuelve riqueza delante de su ojo amoroso, porque justamente vino para enriquecernos, para darnos vida y vida en abundancia. Desde ese momento todo ha quedado atrás, todo se ha desvanecido. Ya te ha perdonado porque te ama y quiere manifestarse en tí plenamente. Créelo! No tienes entonces argumento para no poder orar.Antepone entonces la oración previa a todos tus actos y proyectos, aunque sean de poca importancia, Reserva minutos, horas, suficiente tiempo en forma progresiva para estar en intimidad con el Señor y plantéale todas tus preocupaciones y necesidades. Pídele sobremanera el don de la Sabiduría para que puedas discernir lo adecuado y lo correcto para cada situación y ser instruído por ella.

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2 comentarios:

  1. esto es muy interesante lo voy aponer en practica

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  2. Gracias y muchas bendiciones. Dios este junto a usted en todo momento.

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