sábado, 30 de mayo de 2009

Señor, tú eres luz, la Luz que brilla en las tinieblas; brilla hoy en mi corazón que está cargado de sombras y pesares. Señor, tú eres Espíritu, la fuerza invisible de tu Amor que todo lo dirige, que todo lo puede, que todo lo gobierna, que todo lo realiza.

Yo me postro hoy en tu Presencia, silencioso y expectante para elevarte esta plegaria que nace de las entrañas de mi corazón.

Me siento aturdido, ansioso, apesadumbrado. No logro Señor, sostenerme en la roca de tu Palabra ni en la perseverancia de la oración cotidiana. Los problemas, que tú los conoces muy bien, han hecho habitación de mis pensamientos y sentimientos y me han paralizado. La incredulidad se acercó a la duda y las dos creo, me están alejando de Tí y me siento sólo, desesperanzado y muy atribulado.

El gris se ha adueñado de mi mirada y entonces el horizonte se me ha vuelto borroso y extremadamente lejano y distante. A veces camino sin rumbo y las cosas que me rodean van perdiendo su significado. Ya no me hacen falta las personas en quienes encontraba alegría, sostén y esperanza. Me he encerrado en mí mismo y he puesto un fuerte candado a la cadena invisible que me impide avanzar.

Señor, la sombra del dolor está por cubrir esa zona pequeñita de sol que todavía existe y que aún puedo verla. Padre de la Misericordia, hoy te llamo desde la simpleza de esta humilde súplica y te pido que tu divino Espíritu me llene de su luz. Padre, hoy te necesito más que nunca y deseo fervientemente que te hagas Presencia para que sienta tu compañía y tu seguridad.

Rocíame con tu Espíritu. Lava lo que está manchado. Saca esta sombra que me enceguece y apacigua y tierniza el dolor que se ha apoderado de mí. Envíame tu Espíritu, por favor, Señor, para que la fe en Tí vuelva a renacer y me aferre nuevamente al sentido de la vida, ya que muchas personas que me quieren, realmente me necesitan y yo siento que debo responderles con toda la fuerza, fortaleza y capacidad que Tú me has dado. Padre, en Tí me abandono y dejo todo en tus manos. Espero confiado y vigilante, porque Tú nos has prometido que estarías con nosotros hasta el final de los tiempos. Sopla tu Espíritu para que tu brisa me invada de paz, de gozo y de alegría.

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