martes, 2 de junio de 2009

María,
en medio de los apóstoles, con tu poderosa intercesión,
imploras la prometida irrupción del Espíritu Santo,
por la cual fueron transformados débiles hombres,
y se indica a la Iglesia la ruta de la victoria.
Abre nuestras almas al Espíritu de Dios
y que El vuelva a arrebatar el mundo desde sus cimientos.


Espíritu Santo,
eres el alma de mi alma,
te adoro humildemente.
Ilumíname, fortifícame, guíame, consuélame.
Y en cuanto corresponde al plan
del eterno Padre Dios, revélame tus deseos.
Dame a conocer
lo que el amor eterno desea de mí.
Dame a conocer lo que debo realizar.
Dame a conocer lo que debo sufrir.
Dame a conocer lo que silencioso,
con modestia y en oración,
debo aceptar, cargar y soportar.
Sí, Espíritu Santo,
dame a conocer tu voluntad
y la voluntad del Padre.
Pues toda mi vida no quiere ser otra cosa
que un continuado y perpetuo Sí
a los deseos y al querer
del eterno Padre Dios. Amén.

Autor: Padre José Kentenich
Fundador del Movimiento de Schoenstatt

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