Mostrando entradas con la etiqueta "dones del Espíritu Santo". Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta "dones del Espíritu Santo". Mostrar todas las entradas

sábado, 30 de mayo de 2009

Dones del Espíritu Santo

Don de Sabiduría

O sea un gusto especial por todo lo que es espiritual, por todo lo que se refiere a Dios o al bien de las almas.
Este don que nos fue regalado desde el día del bautismo y se va aumentando si lo pedimos rezando, nos hace saborear con simpatía las verdades divinas. Nos hace apreciar los atributos divinos por ejemplo: que Dios es Creador, Redentor, Santificador.
No es un sentimentalismo, sino una convicción.
Nos hace llamar desgracia al pecado, al no cumplir con el deber, a la infidelidad a Dios y no a otras cosas.
Da una experiencia sabrosa de lo sobrenatural. Quita los motivos humanos al obrar. Hace que ya no obremos por ser admirados o porque nos agradezcan o estimen, sino solamente para que Dios quede contento.
Jerarquiza las aficiones: ya no se le da el primer puesto a las aficiones terrenas ni a los gustos del cuerpo sino a lo sobrenatural, a las cualidades del alma.
Esta sabiduría es aquella de la cual dice la Santa Biblia: La Sabiduría vale más que todos los objetos preciosos y nada hay que se la pueda comparar. (Proverbios 8, 11).
El don de sabiduría hace que sea muy agradable rezar. Hace que la persona goce en la oración, y encuentre verdadero gusto en la lectura de buenos libros especialmente en la sagrada Biblia.
Da disgusto por todo lo que sea pecado y egoísmo. Quita la simpatía por lo prohibido por Dios y da una gran antipatía por lo pecaminoso. Por este don los santos preferían mil veces la muerte que cometer un pecado.
Por este don los santos tenían simpatía por Dios, por hacer obras buenas, por humillarse y sacrificarse. Después de saborear con este don lo que es divino y sobrenatural, ya todo lo que es pecado y egoísmo material causa disgusto y asco.


Don de Fortaleza

Es una fuerza especial para realizar lo que Dios quiere de nosotros y para resistir con paciencia y valor las contrariedades de la vida. Seréis revestidos de la fuerza de lo alto -prometió Jesús-. La gente se admira del valor de los mártires, de la paciencia de tantas personas santas, de la constancia de tantos héroes católicos, porque se imaginan que esas fuerzas las sacan de ellos mismos, cuando en realidad toda su fortaleza la reciben del Espíritu Santo.
¿Quién hubiera creído que el cobarde Pedro que negó tres veces a Jesús lo iba después a predicar delante de los tribunales y en las plazas hasta dar su vida por El? Es que recibió el don de fortaleza.
La vida es a ratos tan dura que sin el don de fortaleza no seríamos capaces de aguantarla sin desesperación
Cuántos respetos humanos ayuda a vencer el don de fortaleza! Y cuántos actos de generosidad inspira!
Hay tentaciones tan violentas e inesperadas que si no fuera por una intervención del Espíritu Santo con su don de fortaleza, no podríamos resistir.
Para los enfermos, para los pobres, para los que sufren tentaciones fuertes y para quienes tienen que hacer oficios difíciles, es utilísimo este don para que no se desanimen y cumplan bien su oficio aunque cueste mucho.
Cuántas personas se desanimaron y fracasaron porque no pidieron este don del Espíritu Santo, y las dificultades de la vida los vencieron.


Don de consejo

Hace que al momento de escoger, escojamos lo que más nos conviene: Inspira lo que se debe hacer y lo que se debe decir y como se debe decir. Lo que se debe evitar y lo que se debe callar
Inspira remedios para no pecar: rezar, hacer sacrificios, estar ocupado, leer, etc.
Nos llena de inspiraciones. A veces por medio de una buena lectura el don de consejo nos ilumina que es lo que Dios está esperando de nosotros.
El Santo Cura de Ars era el menos inteligente de los de su curso y sus consejos hacían mayor bien que los sermones de los más doctos predicadores porque había obtenido del Espíritu Santo el don de consejo.
Con este don se cumple lo que Jesús prometió a sus discípulos: El Espíritu Santo os enseñará todo.
Las personas que reciben este don tienen la rara cualidad de encontrar soluciones rápidas para casos urgentes, y guiar a otros para que eviten lo que no les conviene.
Mucha gente de fe pide al Espíritu Santo este don, aún para cosas materiales por ejemplo: si les conviene o no hacer un negocio. Y para cosas de gran importancia por ejemplo: ¿que profesión escoger? que persona será la que le conviene en matrimonio, etc. y el Divino Espíritu viene en su ayuda con iluminaciones que les hacen gran bien.
Oh Espíritu Santo: Amor del Padre y del Hijo: Inspíranos siempre lo que debemos hacer y lo que debemos evitar. Lo que debemos decir y lo que debemos pensar, para procurar tu gloria y el bien de las almas. Amén


Don de Piedad

Es una especie de afecto filial hacia Dios.
Es lo que nos hace sentir un cariño especial por todo lo que tenga relación al culto, a la Palabra de Dios, a los sacramentos, etc.
Las personas que reciben este don sienten un aprecio especial por todo lo que sea oración y meditación.
Tienen hacia Dios un cariño como hacia un Padre amorosísimo, y todo lo que sea por su Reino les llama la atención y lo hacen con gusto.
Este don fue el que concedió a San Francisco Javier, a San Pablo, a San Francisco de Asís y de Sales, tan gran deseo de hacer conocer a Dios por muchas gentes y hacerlo amar por el mayor número posible de personas.
A quien tiene el don de piedad ningún sacrificio le parece demasiado con tal de obtener que otras personas conozcan y amen a Dios.


Don de entendimiento

Es una facilidad para comprender lo que Dios nos dice por medio de su Palabra en la sagrada Biblia o por otros medios.
Podemos pasar años leyendo un pasaje de la sagrada Biblia y no entenderlo. Pero viene el Espíritu Santo con su don y en un momento comprendemos lo que antes nunca habíamos entendido.
Eso les pasó a los apóstoles después de la Resurrección de Jesús. el Espíritu Santo les hizo entender todo lo que Jesús les había enseñado y que antes no comprendían.
Por medio de este don logró San Agustín descubrir tantas maravillosas enseñanzas en la Santa Biblia (que antes no había descubierto aunque leía y leía). Por este don a San Antonio se le hacían cortas las noches que pasaba leyendo la Santa Biblia, porque descubría allí bellezas no imaginadas.


Don de ciencia

Es una facilidad para distinguir entre lo verdadero y lo falso. Muchas personas creen como verdadero lo que es falso y en cambio no aceptan lo que es verdad. Sólo cuando el Espíritu Santo les dé el don de ciencia sabrán distinguir bien la verdad de la mentira y quedarse sólo con la verdad. Esto es importante porque en la actualidad hay gente que enseña muchas falsedades y muchas personas les creen y se dejan engañar.
Este don hace ver el verdadero valor de las riquezas y de los honores, que se acaban tan fácilmente.
Este don ha llenado de religiosos los conventos porque los convence de que lo que más vale no es lo material sino lo espiritual.


Don de temor de Dios

Es un temor cariñoso que nos inspira miedo a ofender a Dios, por ser El un Padre tan generoso y lleno de bondad hacia nosotros, y también porque sabemos que Dios no dejará ni un sólo pecado sin castigo.
Es una repugnancia por alejarse de Dios, es un temor a disgustar al Ser que más amamos. Es un horror a contrariar a nuestro Dios.
Todo, menos que apartarnos de nuestro Dios. Es pues un temor que nace del amor.
Este don era el que hacía estallar en lágrimas a los santos cuando cometían alguna falta. Este don fue el que hizo que el Rey David odiara tanto la falta que había cometido. Este fue el don que obtuvo que Magdalena se apartara para siempre del pecado...

--


¿Qué condiciones se necesitan para obtener los dones y gracias del Espíritu Santo?

La Oración: Jesús dijo: El Padre Celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan (San Lucas 15, 13).
Millones de personas en todos los tiempos han experimentado el prodigioso valor de la oración cuando necesitan una iluminación de lo alto, o una fuerza para su voluntad, o una buena dosis de amor espiritual para su corazón desanimado, etc.
Aquí se cumple la promesa del Señor: Todo el que pide, recibe.

Lectura de la Santa Biblia: Muchísimas veces el Espíritu Santo habla al alma por medio de la Santa Biblia. Esta ha sido el medio ordinario que ha usado por siglos y siglos. Es casi imposible leer una página de la Biblia con fe y atención, y no recibir en el alma un importante mensaje del Espíritu Divino.
Por eso que el rato más benéfico del día, después del que se dedica a la oración, es el que dedicamos con paz y humildad a leer una página del Libro Sagrado. Dejar un día sin leer algo de la Santa Biblia es dejar pasar esas 24 horas sin sintonizar lo que el Espíritu Santo nos quiere comunicar.

Evitar el pecado y tratar de vivir en gracia de Dios: San Pablo decía: No contristéis al Espíritu Santo ¿No sabéis que sois templos del Espíritu Santo? ¿Vais a profanar con el pecado el Templo del Gran Dios?
Cada vez que cometemos un pecado echamos el Espíritu Divino de nuestra alma. ¿Y como pretendemos que El obre maravillas en nosotros si le negamos hospedaje en nuestra alma?
Por eso el más grande enemigo de los dones del Espíritu Santo es el pecado aceptado y no odiado.
Hay pecados inesperados, por sorpresa, por momentos de especial debilidad, pero que luego se lloran, se odian, se confiesan, y se hace el propósito serio de no cometerlos más.
Estos no impiden por largo tiempo la intervención del Espíritu Santo. Pero esos pecados, aceptados tranquilamente, que el alma quiere excusar, que no se odian, y cuya ocasión de cometerlos no se evita, esos sí, ponen un obstáculo casi irremediable para que el Santo Espíritu de Dios pueda llegar al alma y santificarla.

Agradecerle sus beneficios: Muchos piensan demasiado en la obra del hombre y muy poco en la obra de Dios. Por ejemplo: reconocer los éxitos que nosotros u otras personas hemos obtenido en virtud, en apostolado, en promover obras en favor de los demás, es algo muy justo. Pero olvidar que es el Espíritu Santo quien nos ha concedido el poder hacer buenas obras, que es el Espíritu Santo quien nos ha inspirado y aconsejado lo bueno que debíamos hacer y quien nos ha hecho posible los éxitos que hemos obtenido: eso sí es ingratitud. Porque ni nosotros ni nadie somos virtuosos o tenemos éxito por nuestro esfuerzo. Lo que obtiene éxitos es la bendición de Dios.

Tener una gran devoción a la Virgen María: San Luis Monfort enseñaba que el gran secreto para que el Espíritu Santo venga a un alma es tener una verdadera devoción a la Santísima Virgen.
Cuenta el Evangelio que apenas María visitó a Isabel, ésta se sintió llena del Espíritu Santo. Y es que María era en verdad un Templo donde moraba el Santo Espíritu de Dios.
Por obra del Espíritu Santo concibió la Santísima Virgen al Redentor del mundo y estando ella reunida con los apóstoles el día de Pentecostés, descendió el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego sobre su cabeza para traer todos los tesoros de sabiduría, fortaleza y amor de Dios.
El Concilio Vaticano II le dió a la Santísima Virgen el bello nombre de SAGRARIO DEL ESPIRITU SANTO. Sagrario es lo que guarda algo precioso para repartirlo a los fieles. La Virgen guarda al Espíritu Santo en su alma para repartirlo a sus devotos.
La historia cuenta cómo todos los grandes santos que eran devotísimos de la Madre de Dios, estaban también plenos de los dones del Espíritu Santo.
Y nosotros experimentaremos también esto mismo: una vez que seamos verdaderos devotos de la Virgen María, sentiremos llenarse nuestra alma de las luces y gracias del Divino Espíritu. Amén.


¿Qué obras hace el Espíritu Santo en las personas?

1. Imparte Luz:
Ilumina. El Espíritu Santo abre el entendimiento del discípulo. Este es un papel esencial en el plan divino de la redención. Los que son del Señor necesitan luz para entender las verdades espirituales. La persona humana no tiene la capacidad del buen entendimiento espiritual sin la iluminación del Espíritu Santo. El día de la Resurrección iba con dos hombres por el camino de Emaús. Los dos no reconocieron a Jesús sino hasta que les "fueron abiertos los ojos". Y lograron entender la palabra de Dios "cuando les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras". Esto mismo sigue haciendo hoy el Espíritu Santo: sigue abriendo e iluminando nuestro entendimiento para que comprendamos la Palabra del Señor.

2. Da valor para dar testimonio:
Dijo Jesús: Recibiréis el poder del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros y seréis mis testigos hasta el extremo de la tierra. San Pedro decía: Los hombres santos que hablaron de parte de Dios, no hablaron por voluntad humana, sino inspirados por el Espíritu Santo.

3. El Espíritu Santo convence del pecado y da ánimo para combatirlo:
Una de las obras más admirables del Espíritu Santo es el convencernos del pecado y darnos una gran fuerza para combatirlo y evitarlo. La persona puede ser informada, puede ser objeto de prédicas, y puede aceptar mentalmente, pero mientras que este conocimiento no se vuelva algo personal e interno a través de la obra del Espíritu Santo no habrá antipatía ni fuerza suficiente para cambiar la vida. La obra del Espíritu Santo es preparar el corazón del hombre para que reciba la redención que le trajo Jesucristo. Y la primera preparación tiene que ser el arrepentimiento de los pecados. El Espíritu Santo llama la atención de las personas acerca de lo dañino y digno de repudio que es el pecado, sobre todo el pecado de incredulidad, de falta de amor y el egoísmo. El Espíritu Santo no deja en paz el corazón del discípulo que peca. Le inspira la convicción de que es absolutamente necesario liberarse del pecado que lo separa de Dios. Así el Espíritu Santo va guiando a la persona hacia la madurez espiritual. No es que el que recibe el Espíritu Santo ya no peque más. Pero sí buscará siempre esta armonía con Dios, hacer la voluntad de Dios. Y cuando, por debilidad, cae en el pecado, el Espíritu Santo lo ayuda a salir de ese pecado. Ya antes de caer le da fuerza para vencer la tentación. Pero si cae, le anima luego a que busque prontamente la amistad con Dios. No lo dejará tranquilo en su pecado. Lo temible no es una persona que peca, lo temible es una persona que peca y sigue tan tranquila en su pecado.

4. Instruye en la Verdad:
Como maestro y consejero en la vida espiritual, el Espíritu Santo da instrucciones al corazón de quien está atento a su enseñanza. El conocimiento o sabiduría que no puede encontrar en libros o en clases o conferencias, no se puede comparar con las maravillosas verdades que el Espíritu Santo lleva a la mente de quien tiene fe. En un mundo donde hay tantos profetas falsos que proponen como verdades lo que son meros engaños y falsedades ¿dónde podremos encontrar la verdad sin peligro de equivocaciones? Al leer la Santa Biblia, la persona instruída por el Espíritu Santo empieza a tener la capacidad de distinguir entre lo verdadero y lo falso. Es lo que hizo con los primeros Apóstoles: tomar la verdad del Padre Celestial y pasarla a sus discípulos. Cuando el Espíritu Santo vino a los apóstoles les hizo entender todas las verdades que Jesús les había enseñado.

5. Consuela:
Cuando los apóstoles podían estar tristes por la desaparición del Redentor, el Espíritu Santo vino a consolarlos. Y esto hace con nosotros. Hay momentos muy difíciles cuando el hombre piensa que no puede soportar más un dolor, una pena, una desgracia. Es entonces, cuando llega a nuestro lado el "Consolador" y nos ayuda a comprender y aceptar el sufrimiento como parte del plan de Dios. Nos recuerda que todo redunda en bien de los que aman a Dios y que Dios puede sacar bien del mal.

6. Revela secretos:
Del futuro: Cuando Jesús reveló a los discípulos las persecusiones que en el futuro iban a sufrir, esto los preparó a seguir adelante a pesar de todas las dificultades que encontraban. De la misma manera el Espíritu Santo ilumina a las personas las "grandes cosas que Dios tiene preparadas para los que lo aman"". Y esto anima a seguir trabajando por el bien aun cuando en el presente no se vean los resultados. Al anciano Simeón el Espíritu Santo le había revelado que no moriría sin ver al Hijo de Dios, y esto lo animaba a ir todos los días al templo hasta que logró su gran esperanza. A muchas personas les recuerda de manera tan viva y atrayente la gloria que en la eternidad espera a los que aman a Dios y observan sus mandamientos, que este solo recuerdo les lleva a abandonar el pecado y dedicarse por completo a hacer obras buenas.

7. Nos llena de amor de Dios y del prójimo:
El Espíritu Santo, especialmente por medio de la lectura de la Santa Biblia, nos entusiasma de tal manera por Dios, que nos lleva a enamorarnos totalmente de El. Y nos recuerda frecuentemente que el prójimo representa a Cristo, y que todo lo que hacemos a los demás, aunque sea a los más humildes lo hacemos a Jesucristo. Este pensamiento hace que amemos a los demás y los llenemos de favores, aunque no tengan cualidades que nos atraigan.

8. Reparte dones:
La Santa Biblia trae una descripción de los dones que reparte el Espíritu Santo. Estos no son producto de la iniciativa o merecimiento del hombre, sino, dones inmerecidos, dados por el amor de Dios al hombre. Son dados con el propósito de que hagan provecho a todos. Cuando el creyente recibe un don del Espíritu Santo tiene la responsabilidad de usarlo bien. Lo mejor es olvidarse de sí mismo y poner los dones al servicio de los demás. "Hay diversidad de dones pero uno mismo es el Espíritu Santo que los regala. A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad: a unos les es dada por el Espíritu la capacidad de hablar con sabiduría, a otros la capacidad de hablar con ciencia, a otros una gran fe, a otros el don de curar por el mismo Espíritu, a otros el de saber distinguir entre los espíritus verdaderos y los espíritus falsos y a otros el poder de hacer milagros, el don de profetizar mensajes divinos, el don de hablar en diferentes lenguas... todas estas cosas las obra el único y mismo Espíritu que distribuye a cada uno según quiere (lCorintios 12).

9. ¿Cómo se conoce que el Espíritu Santo mora en una persona?
Hay tres características que demuestran que el Espíritu Santo mora en una persona: l. La señal más sobresaliente de que el Espíritu Santo vive en una persona es que ama mucho a Dios y al prójimo. Dice la Santa Biblia: Dios ha llenado nuestro corazón con su amor, por medio del Espíritu Santo que nos ha dado. El que ama es de Dios. El que no ama no es de Dios. Dios es amor y el que vive en el amor vive en Dios y Dios vive en él. El que tiene al Espíritu Santo en su alma imita a Jesús que ama a su Padre Celestial sobre todas las cosas y nos ama a nosotros como se ama a sí mismo. La segunda señal son ciertos frutos que se manifiestan en su personalidad. Dice el Libro Santo: "Los frutos del Espíritu Santo son: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. En la vida de la persona que está poseída por el Espíritu Santo, se notan pronto todas estas cualidades. La tercera cualidad es un cambio total de vida: Una Conversión. La persona que posee al Espíritu Santo es una persona totalmente cambiada, transformada. Se conoce que su vida tiene un rumbo: Dios, la eternidad. En sus palabras y en su modo de ser se trasluce que su meta es algo superior a los deseos materiales, que sus deseos y anhelos no son poseer riquezas, honres o placeres, sino ser amigo de Dios y hacer el bien a los demás. Las cosas materiales y pasajeras que antes de convertirse le atraían tanto, ahora ya no le interesan ni la mitad, pero por lo eterno, lo espiritual, sí le emociona y le agrada. Se deleita en llevar a cabo las tareas diarias, aunque sean rutinarias y cansinas, porque sabe que ellas son el camino para llegar a la posesión de las realidades eternas. Su amor a Dios y al prójimo y su dinamismo que le hace trabajar y desgastarse por su religión y sus hermanos se transmite a otros y contagia de fervor y entusiasmo a los que lo rodean. Así por su intermedio otros encuentran verdadero significado a sus vidas. Quiera Dios que así sea.

10. Como narra la Santa Biblia la venida del Espíritu Santo?
"Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo sitio y de repente vino del cielo un gran ruido semejante a un viento fuerte, que llenó toda la casa donde se encontraban. Y vieron aparecer lenguas como de fuego, que se dividían y se posaban sobre cada uno de ellos. Todos fueron colmados del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otros idiomas, según el Espíritu les concedía expresarse. Había entonces en Jerusalén israelitas piadosos, procedentes de todos los pueblos de la tierra. Al oír aquel ruido, se congregó la multitud y quedó asombrada, pues cada uno les oía hablar en su propio idioma. Atónitos y maravillados se preguntaban: Pero, ¿no son galileos estos que están hablando? ¿cómo pues, cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa? ¿qué podrá ser todo esto? Pero otros se burlaban diciendo: Han bebido demasiado vino. Entonces Pedro se puso de pie con los once y habló en voz alta: Hombre de Judea y habitantes todos de Jerusalén, comprended bien esto: prestad atención a mis palabras. Estos hombres no están embriagados como suponéis, pues apenas son las nueve de la mañana. Esto es lo que anunció el Profeta Joel: En los últimos tiempos, dice Dios, derramaré mi Espíritu en los hombres, profetizarán vuestros hijos e hijas."

11. ¿cuáles son los tres prodigios que el Espíritu Santo obra en las personas?
El Papa San Gregorio, en nombre de la Iglesia Católica, enseña que el Espíritu Santo obra en las almas de sus devotos tres grandes prodigios: l. En el entendimiento. 2. En el corazón y 3. en la voluntad. Llega al cerebro y lo convierte en luz. O sea, ilumina el entendimiento, nos llena de inteligencia para comprender las cosas espirituales. Los Apóstoles eran gente ignorante y cuando recibieron el Espíritu Santo se volvieron tan instruidos que la gente se admiraba de oírlos hablar. Ellos no apreciaban el valor de lo que Jesús enseñaba, pero cuando vino el Espíritu Santo, apreciaron los tesoros que había en la enseñanza del Señor. Tenemos un criterio tan pequeño... y necesitamos una luz del cielo que nos ilumine para conocer lo que conviene y lo que debemos hacer. Miles de personas se quedan admiradas de las ideas preciosas que el Espíritu Santo les regala. Y cada día habrá miles y miles de inteligencias iluminadas con luces maravillosas de este Santo Espíritu, que no se cansa jamás de ilustrar la inteligencia de los que lo invocan.
Llega al corazón y lo llena de amor verdadero. Los apóstoles eran duros de corazón. Pedro orgulloso. Santiago y Juan buscaban los primeros puestos y pedían fuego del cielo para los que no los trataban bien... pero después de recibir al Espíritu Santo ya no piensan en su propio egoísmo sino en hacer el bien a los demás. La característica de los que son asistidos por el Espíritu Santo es un gran amor de Dios y de su prójimo en su corazón.
Llega a la voluntad y la vuelve muy fuerte. Los apóstoles eran cobardes, todos huyeron la noche del Jueves Santo y uno lo negó tres veces. Pero después de recibir el Espíritu Santo en Pentecostés, ya no tienen miedo a ninguna persecución, y cuando los llevan ante el Senado para azotarlos van muy contentos por tener el honor de sufrir por el nombre de Jesús.
Cuantos cristianos experimentan hoy día este admirable favor. Antes no eran capaces de resistir a una tentación, ni podían abandonar un vicio o soportar sin quejarse una pena o un fracaso. E hicieron la experiencia de llamar en su apoyo al Espíritu Santo y su victoria no se hizo esperar; ahora miran su nueva vida y exclaman: que grandes victorias obtiene el que cree en el poder de Dios! No habrá época de la vida sin combate, pero si el Espíritu Santo está con nosotros, nada podrá hacernos echar pie atrás en la lucha por conservarnos amigos de Dios y buenos para con todos, sufriéndolo todo con paciencia pero tratando de no hacer sufrir a los demás. A veces el Espíritu Santo hace una una "lucecita" suya lo que nosotros no habíamos logrado con diez años de lucha (Santa Teresa).

12. Lo importante para San Pablo:
Lo primero que San Pablo pregunta a los de Efeso es, ¿Habéis recibido el Espíritu Santo? Le parecía esto tan supremamente importante. Desafortunadamente ellos, tuvieron que responderle: "Ni siquiera sabíamos que había Espíritu Santo".

13. Un mandato para predicadores y catequistas:
El Papa León XIII decía: Los cristianos aunque a veces invocan al Espíritu Santo, tienen un conocimiento muy pobre de El. Por eso los predicadores y catequistas deben hablar más frecuentemente acerca del Divino Espíritu, con palabras sencillas, pero tratando de entusiasmar a los fieles por esta gran devoción.

14. Para los que desean comprender la Sagrada Escritura:
Lees una página de la Biblia y de pronto una luz te hace comprender aquello que allí se dice y sacar de ahí principios de vida y conversión. ¿de dónde proviene eso? ¿de tu inteligencia? No. Es el don de Entendimiento que el Espíritu Santo te regala. Cuando nosotros le hacemos a Dios esta petición: Señor¿qué quieres que haga? El Espíritu Santo nos responde con el Don de Consejo que nos libra de obrar con precipitación y con presunción. Cuando consultamos a Dios en oración, el Divino Espíritu nos guía para que se cumpla en nuestra vida lo que Jesús afirmaba de sí mismo: "Hago siempre lo que agrada a mi Padre". En esto consiste la verdadera prudencia.

15. Un Don que emociona:
El Espíritu Santo reparte a manos llenas el Don Piedad a todos los que se lo piden con fe. Este Don era el que hacía que Santa Teresa llorara de emoción al rezar el Padrenuestro y que San Francisco se quedara extasiado mirando al cielo y exclamando: "El amor no es amado".
Oh Espíritu Santo danos el don de Piedad que nos lleve a amar a nuestro Dios y a nuestro prójimo como a verdaderos cristianos.

16. Un párrafo famoso:
Hay una frase famosa del Papa San Gregorio: "Prodigioso el poder del Espíritu Santo: El hace de un pastor un profeta (David), de un buscador de asnos un líder (Saúl), de un jovencito un juez de ancianos (Daniel), de un pescador un predicador y Jefe de la Iglesia, de un publicano, un evangelista y de un perseguidor, el más grande apóstol de los gentiles".

17. Lo que decía un gran Orador:
San Juan Crisóstomo, el más célebre predicador de la antigüedad, tiene este bello párrafo del Divino Paráclito: "Muchos dones nos ha enviado Jesucristo desde el cielo, pero ninguno semejante al que nos envió el día de Pentecostés" Y lo más consolador es que este don sigue siendo enviado cada día a la tierra. Nosotros enviamos al cielo nuestra oración y nuestra fe y Jesucristo nos responde enviándonos al Espíritu Santo y sus dones.

18. Si El no lo hace nadie lo logra:
San Gregorio Papa, afirmó lo siguiente: "La sola palabra humana no convence. Por eso tienes que llamar en tu ayuda al Divino Paráclito siempre que te dediques a hablar de religión. Y tú cristiano, recuerda con que cuidados purificas y arreglas tu casa cuando va a venir un gran personaje. Y ya que recibes al Espíritu Santo ¿por qué no purificas mejor tu alma? ¿por qué no la adornas mejor con virtudes? ¿crees que a El le satisface morar en una habitación oscura y sin arte alguno? "Vendremos a él y haremos en él nuestra morada" es una frase que se ha hecho para tí. Pero no logrará tener morada permanente en tu alma si apenas llega la tentación vuelves a caer y te deleitas más en lo material que en lo espiritual".

19. Regalos que se pierden por no agradecerlos:
Es necesario agradecer frecuentemente al Espíritu Santo los dones que nos regala. Muchos dones se pierden por no haberlos agradecido. Recordemos que entre los regalos más preciosos del Divino Espíritu están la caridad, la bondad, la amabilidad y la benignidad. "Cuánto adelantaríamos en santidad y en simpatía si lo pidiéramos más al Espíritu Santo y si fuéramos más agradecidos con El cuando nos lo proporciona. (Pablo VI,1976).

20. Las maravillosas respuestas de un Santo:
San Juan Bosco cuando tenía que dar una respuesta importante, se recogía un momento y rezaba al Espíritu Santo, porque recordaba aquella frase de la Biblia;: "Si alguno desea sabiduría pídala a Dios, que la da muy generosamente a quienes la piden sin dudar" Y las respuestas que Don Bosco daba eran admirables.

Extraído de: Maravillas del Espíritu Santo - Autor: P. Eliécer Sálesman

--




Para que el ESPIRITU SANTO descienda sobre nosotros, derrame su rocío celestial y santifique nuestros corazones, debemos INVOCARLO día a día con muchísima perseverancia.
He aquí algunas otras formas para hacer posible esta invocación.

Siete Oraciones al Espíritu Santo



Oh Espíritu de Sabiduría, que a semejanza del fuego libertáis el corazón del hombre de los afectos terrenales, como ya quitasteis del corazón de los apóstoles todas las imperfecciones; dignaos destruir en nosotros los afectos menos santos que nos dominan, a fin de que no gustemos otro placer que el de ser fervorosos en vuestro divino servicio. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Oh Espíritu de Entendimiento, que abrís las mentes más torpes para llenarlas de conocimientos celestiales, despejad las tinieblas que nos rodean, y hacednos conocer en verdadero valor todas las cosas y principalmente la sublimidad y excelencia de los divinos misterios; concedenos la gracia de rechazar prontamente las dudas en las cosas de la Fe y de estar siempre dispuestos a sufrirlo todo para defender y glorificar esa misma Fe. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Oh Espíritu de Consejo, del cual derivan las luces indispensables para librarnos de toda perplejidad y buscar siempre el verdadero bien, sed con vuestra venida el guía de nuestro espíritu, a fin de que en nuestras determinaciones no miremos a otra cosa sino al perfecto cumplimiento de vuestra soberana voluntad, a la cual desde ahora nos unimos para no separarnos jamás por toda la vida. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Oh Espíritu de Fortaleza, por el cual se triunfa completamente de las pompas del mundo y de las tentaciones del demonio, como hicisteis inflexibles a los mártires del cristianismo, concedenos la gracia de reportar siempre completa victoria de estos nuestros enemigos, y de menospreciar los respetos humanos, para no gloriarnos de otra cosa sino de nuestro Señor Jesús crucificado. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Oh Espíritu de Ciencia por el cual se conoce la vanidad del mundo, abrid nuestras mentes a la ciencia divina, a fin de que conozcamos nuestros pecados para detestarlos, nuestros deberes para cumplirlos, nuestros defectos para corregirlos, las vanidades de la tierra para menospreciarlas y las grandezas del cielo para desearlas. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Oh Espíritu de Piedad, por el cual todos los fieles forman un solo corazón y una sola alma, concedenos la gracia de amar siempre de corazón a nuestros hermanos, sin que nunca nos desanimemos por sus desatenciones e ingratitudes; y de ser siempre solícitos en la práctica de aquellos piadosos ejercicios que caracterizan al hombre muerto al mundo y vivo solamente a Dios. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Oh Espíritu de Temor de Dios, por el cual solo se teme en esta tierra la cólera de Dios, y por lo tanto no se estima otro bien, que su gracia, ni se huye otro mal que el pecado; no permitáis que por algún temor humano abandonemos el camino de la santidad; antes bien hacednos tan animosos en vuestro divino servicio que despreciando constantemente el furor del mundo, busquemos con fervor nuestra eterna salvación. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

--



Súplica al Espíritu Santo

Oh Espíritu Santo, Dios eterno, bajo cuyo poder se hallan el cielo y la tierra, humildemente postrado ante vuestra infinita Majestad, os entrego enteramente mi alma y mi cuerpo.
Os suplico me concedais, la hermosura y resplandor de vuestra pureza, vuestra inmutable justicia y la fuerza de vuestro amor.
Oh Vos, único sostén y luz de mi alma. A Vos lo debo si vivo, pienso y trabajo. No permitáis que me rebele contra Vos o que resista a las dulces inspiraciones de vuestra gracia, antes por el contrario custodiad mi interior, para que oiga vuestra voz, la siga en todo, y halle en el tesoro de vuestra misericordia fuerzas contra mi debilidad.
Oh Espíritu Santo, digno de toda honra y adoración, apiadaos de mis miserias, sacadme del error y concededme el perdón; os lo pido, apoyado en los méritos de Nuestro Señor Jesucristo, que por nosotros fue crucificado. Oh Espíritu del Padre y del Hijo, haced con vuestra gracia que pueda siempre decir de todo corazón: "Habla Señor, tu siervo te escucha".
Espíritu de Sabiduría,
Reinad en todos mis pensamientos, palabras y obras, desde ahora, hasta la hora de mi muerte.
Espíritu de Entendimiento,
Iluminadme y enseñadme.
Espíritu de Consejo,
Suplid mi falta de experiencia.
Espíritu de Ciencia,
Libradme de mis ignorancias.
Espíritu de Fortaleza,
Hacedme fuerte en el servicio de Dios; dadme valor para proceder en todo con bondad y benevolencia, con dulzura y fidelidad, con paciencia y amor, con alegría y magnanimidad.
Espíritu de Piedad,
Hacedme íntimo en mis relaciones con Dios.
Espíritu de temor de Dios,
Libradme de todo mal.
Espíritu de Paz,
Dadme vuestra Paz.
Espíritu de Santidad,
Adornad con las celestiales virtudes de pureza y modestia, el Templo que vos habéis escogido por vuestra morada y, por vuestra omnipotente gracia, preservad mi alma de la mancha del pecado. Amén.

Espíritu Santo,
Inspiradnos la práctica del bien.
Espíritu Santo,
Dadnos el mérito de las virtudes.
Espíritu Santo,
Haced que perseveremos en la justicia.
Espíritu Santo,
Sed Vos mismo nuestra recompensa.
Espíritu Santo,
Llenad los corazones de los fieles
y encended en ellos el fuego de vuestro divino amor.

Que vuestro Divino Espíritu, Dios mío, nos ilumine, nos inflame y nos purifique, que nos penetre con su celestial rocío y nos haga fecundos en buenas obras por Nuestro Señor Jesucristo vuesto Hijo, que vive y reina con Vos en la unidad del mismo Espíritu por los siglos de los siglos. Así sea.

--


Invocaciones a María Santísima para obtener el Espíritu Santo

Oh Purísima Virgen María, que en tu Inmaculada Concepción, fuiste hecha por el Espíritu Santo Tabernáculo elegido por la Divinidad, ruega por nosotros.
Y haz que el divino Paráclito venga pronto a renovar la faz de la tierra. Avemaría...

Oh Purísima Virgen María, que en el misterio de la Encarnación fuiste hecha por el Espíritu Santo verdadera Madre de Dios, ruega por nosotros.
Y haz que el divino Paráclito, venga pronto a renovar la faz de la tierra. Avemaría...

Oh Purísima Virgen María, que estando en oración con los Apóstoles en el Cenáculo, fuiste inundada por el Espíritu Santo, ruega por nosotros.
Y haz que el divino Paráclito venga pronto a renovar la faz de la tierra. Avemaría...

Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía tu Espíritu y será una nueva creación.
Y renovarás la faz de la tierra.

--

Oh Virgen Santísima de Dios
que fuisteis santificada antes que creada,
y del Angel saludada.
Te suplico, oh Virgen gloriosa,
que si en este día, en este momento,
en el cielo o en la tierra,
hubiese alguna sentencia
dada contra mí o toda mi familia,
presente o ausente,
le supliques a tu Divino Hijo
que sea revocada,
por el Padre,
por el Hijo
y por el Espíritu Santo. Amén

--



Oración al Espíritu Santo

Espíritu Santo,
Tú que me aclaras todo,
que iluminas todos mis caminos
para que yo alcance mi ideal.
Tú que me das
el don divino de perdonar
y olvidar el mal que me hacen,
y que en todos los instantes
de mi vida estás conmigo.
Yo quiero en este corto diálogo
agradecerte por todo
y confirmar una vez más
que nunca quiero separarme de Tí
por mayor que sea la ilusión material.
Deseo estar contigo
y todos mis seres queridos
en la gloria perpetua.
Gracias por tu misericordia
para conmigo y los míos.
Amén.


Señor y Maestro de mi vida,
no permitas que caiga en el espíritu
de desidia o desánimo,
de dominación, de banalidad.
Por el contrario, concede a tu siervo
el espíritu de integridad,
de humildad,
de paciencia y de caridad.
Sí, Señor,
dame saber ver mis faltas y
saber no condenar al hermano.
Tú que eres bendito
por los siglos de los siglos. Amén

--


Letanías del Espíritu Santo

Señor, Ten misericordia de nosotros.
Cristo, Ten misericordia de nosotros.
Señor, Ten misericordia de nosotros.
Padre Todopoderoso, Ten misericordia de nosotros.
Jesús, Hijo eterno del Padre y Redentor del mundo, Sálvanos.
Espíritu del Padre y del Hijo, que fundes las dos vidas, Santifícanos.
Santísima Trinidad, Escúchanos.
Espíritu Santo que procedes del Padre y del Hijo, Ven a nuestros corazones.
Espíritu Santo que eres igual al Padre y al Hijo, Ven a nuestros corazones.
Promesa de Dios Padre, Ven a nuestros corazones.
Rayo de luz del cielo, Ven a nuestros corazones.
Autor de todo bien, Ven a nuestros corazones.
Fuente de agua viva, Ven a nuestros corazones.
Fuego que consume, Ven a nuestros corazones.
Unción Espíritual, Ven a nuestros corazones.
Espíritu de amor y de verdad, Ten piedad de nosotros.
Espíritu de sabiduría y de ciencia, Ten piedad de nosotros.
Espíritu de consejo y fortaleza, Ten piedad de nosotros.
Espíritu de entendimiento y de piedad, Ten piedad de nosotros.
Espíritu de gracia y oración, Ten piedad de nosotros.
Espíritu de paz y bondad, Ten piedad de nosotros.
Espíritu de modestia e inocencia, Ten piedad de nosotros.
Espíritu consolador, Ten piedad de nosotros.
Espíritu santificador, Ten piedad de nosotros.
Espíritu que gobiernas la Iglesia, Ten piedad de nosotros.
Don de Dios altísimo, Ten piedad de nosotros.
Espíritu que llenas el Universo, Ten piedad de nosotros.
Espíritu de adopción de los hijos de Dios, Ten piedad de nosotros.
Espíritu Santo, inspira en nosotros el horror del pecado.
Espíritu Santo, ven y renueva la faz de la tierra.
Espíritu Santo, ilumina nuestras almas con tu luz.
Espíritu Santo, imprime tu ley en nuestros corazones.
Espíritu Santo, inflámanos con el fuego de tu amor.
Espíritu Santo, vuelca en nosotros el tesoro de tus gracias.
Espíritu Santo, enséñanos a orar bien.
Espíritu Santo, ilumínanos con tus inspiraciones divinas.
Espíritu Santo, condúcenos en la vía de la salvación.
Espíritu Santo, haz que conozcamos la única cosa necesaria.
Espíritu Santo, inspíranos la práctica del bien.
Espíritu Santo, concédenos el mérito de todas las virtudes.
Espíritu Santo, haznos perseverantes en la justicia.
Espíritu Santo, sé Tú nuestra perenne recompensa.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, manda a nosotros tu Espíritu.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, llena nuestras almas de los dones del Espíritu Santo.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, danos el Espíritu de Sabiduría y Piedad.
Ven, oh Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Concédenos, Padre misericordioso, que tu divino Espíritu nos ilumine, nos inflame, nos purifique, de modo que pueda El penetrar en nosotros con su celeste rocío y llenarnos de obras buenas. Por los méritos de Jesús, tu Hijo que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo. Amén.

--



Sobre nuestra imperiosa necesidad de invocar constantemente al Espíritu Santo


DE SPIRITU SANCTO, (según San Isidoro de Sevilla) Sebastián Rubí.

1. Se dice que el Espíritu Santo es Dios porque procede el Padre y del Hijo, y posee su misma sustancia, ya que del Padre no pudo proceder nada que no fuese el mismo Padre.
Está escrito en los Evangelios: (Juan xv, 26): «Cuando venga el consuelo, que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí».

2. Se le llama Espíritu, en cuanto que, al estar espirado, va referido a algo; y al espirar, está siendo inspirado por el espíritu; y de ahí que Espíritu sea su nombre. En cierto sentido se le dice Espíritu Santo, en cuanto que está referido al Padre y al Hijo, porque es Espíritu de ambos. La palabra Spiritus en latín significa: ‘soplo de aire’. Pero hay que decir que san Isidoro nos habla de un Espíritu «santificado».

3. Pues este nombre de Espíritu no va simplemente referido a una cosa, sino que toma su nombre en consonancia con una determinada naturaleza. En el libro xi 1,1, el mismo Isidoro nos señala la importancia de la palabra «naturaleza»: «La naturaleza debe su nombre por ser ella la que hace nacer las cosas. Es, por lo tanto, lo que tiene capacidad de engendrar y dar vida. Hay quienes han afirmado que la naturaleza es Dios, por quien todo ha sido creado y existe».

4. Y así, en las Sagradas Escrituras se da el nombre de Espíritu a toda naturaleza incorpórea, por lo que esta denominación no sólo es privativa del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, sino que es perfectamente aplicable a toda criatura racional, así como el alma.

5. Ahora bien, el Espíritu de Dios es denominado «Santo», porque es la santidad del Padre y del Hijo. Dado que el Padre es espíritu y también es espíritu el Hijo; y que santo es el Padre y santo es igualmente el Hijo, es lógico que el Espíritu Santo reciba tal nombre siendo como es, la santidad coesencial y consustancial de ambos.

6. Sin embargo, no se dice que el Espíritu Santo sea «engendrado», con el fin de que no parezca que en la Trinidad hay dos Hijos. Del mismo modo no se califica de «ingénito», para que no se crea que existen dos Padres en la Trinidad.

7. En cambio, se dice «que procede» de acuerdo con el testimonio de Señor, que se expresa en estos términos: «Tengo aún muchas cosas que deciros, pero no podéis escucharlas ahora. Sin embargo, vendrá el Espíritu de la verdad, que procede del Padre y las ha oído de mí: él os indicará todas las cosas» (Juan xvi, 12). Y no procede únicamente por su naturaleza, sino que está procediendo siempre y sin interrupción para llevar a cabo las obras de la Trinidad.

8. La diferencia existente entre el «nacimiento» del Hijo y la «procedencia» del Espíritu Santo consiste en que el Hijo nace de una sola persona, mientras que el Espíritu Santo procede de dos. Por eso dice el Apóstol: «El que no posee el Espíritu de Cristo, no es de él» (Romanos viii, 9).

9. Al Espíritu Santo, por su obra, se le da también el nombre de ángel. De él se dice «Y os anunciará lo que ha de suceder» (Juan xvi, 13). Precisamente el término griego ángel, se traduce en latín por ‘mensajero’. De ahí que a Lot se le aparecieran dos ángeles, en los que se representa precisamente al Señor en cuanto que en ellos se ve el Hijo y al Espíritu Santo, pero no al Padre, por cuanto que en ningún lugar se lee que éste sea enviado.

10. El Espíritu Santo recibe el nombre de Paraclitos por su consuelo: paraclesis se traduce en latín por ‘consuelo’. En Juan xiv, 26, dice el Señor a los apóstoles: «.. pero el consuelo (Paracletos), el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése os lo enseñará todo y os traerá a la memoria todo lo que yo os he dicho». Cristo lo envió a los apóstoles sumidos en la tristeza después que desapareció de su vista al ascender al cielo.

11. Es enviado a los tristes como consuelo, de acuerdo con aquella promesa del Señor mismo: «Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados» (Mateo v, 4). También dijo: «Entonces llorarán los hijos del esposo, cuando el esposo les haya sido arrebatado».

12. Asimismo se le llama Paráclito, porque proporciona consuelo a las almas que pierden el gozo temporal. Hay, empero, quienes traducen el término paráclitos, en latín como ‘orador’ o ‘abogado’. En efecto: el Espíritu Santo habla; él es quien enseña; por él se concede la sabiduría; él inspiró las Sagradas Escrituras.

13. Se denomina también Espíritu Septiforme, debido a los dones que, particularmente los que son dignos de ellos, alcanzan la plenitud de su unidad. Él es el Espíritu de la sabiduría y la inteligencia; el Espíritu del consejo y la fortaleza; el Espíritu de la ciencia y la piedad; el Espíritu del temor de Dios.

14. En el Salmo l, se lee «Espíritu principal»; y debido a que en este pasaje se repite tres veces la palabra Espíritu, hay quienes han pensado que se refiere a la Trinidad. En el Salmo l, leemos: «dentro de mí un Espíritu recto»; « Y un Espíritu santo»; y también: «un Espíritu principal». Así por tres veces aparece la palabra ‘espíritu’ (en hebreo ruaj), en el sentido de la Santa Trinidad.

15. Al Espíritu Santo se le llama «don», porque es dado. Es de todos conocido que el Señor Jesucristo cuando, después de su resurrección de entre los muertos, subió a los cielos, les envió el Espíritu Santo, llenos del cual, los creyentes hablaban las lenguas de todas las naciones.

16. Es «don de Dios», en cuanto se le considera como donado a quienes por medio de él aman a Dios. En cambio, considerado en sí mismo, es Dios; con relación a nosotros, es don y eternamente el Espíritu Santo es un don que va distribuyendo a cada uno de nosotros, según quiere, los dones de la gracia. En Timoteo II i, 6, leemos: «Por esto te amonesto para que despiertes el don (carisma) de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos». En griego, carisma quiere decir ‘gracia divina’, ‘don divino’. Notemos que una traducción de caris es ‘donaire’ (don-del-aire), palabra utilizada a partir del siglo xiv, aunque derive del latín: donare.

17. Y así concede el don de la profecía a quien quiere; y a quien quiere perdona sus pecados, pues los pecados no se condenan sin el Espíritu Santo.

18. Con toda justicia, el Espíritu Santo recibe el nombre de «caridad», pues está unido íntimamente a las dos personas de las que procede y muestra una unidad con ellas; y actúa en nosotros para que permanezcamos en Dios, y él en nosotros. En Corintios xiv, 1 está escrito: «Seguid la caridad (ágape), aspirad a los dones espirituales». La palabra ágape se traduce del griego por ‘amor, caridad, cariño’ y en plural por las comidas fraternales de los primeros cristianos: ágapes.

19. De ahí que, entre los dones, ninguno resulta mayor que la caridad, como tampoco hay mayor don de Dios que el Espíritu Santo.

20. Se le denomina también «gracia», porque se nos concede no por nuestros méritos, sino gratuitamente, por la voluntad divina; de ahí su nombre de gracia. Del mismo modo que al Verbo único de Dios lo llamamos «sabiduría», a pesar de que tanto el Espíritu Santo como el propio Padre son también sabiduría, así el Espíritu Santo recibe de manera especial el nombre de «caridad», a pesar de que también el Padre y el Hijo son caridad. Corintios II i, 12. «Pues ésta es nuestra gloria, el testimonio de nuestra conciencia de que no es sabiduría carnal, sino en la santidad y sinceridad; mas con la gracia (caris) de Dios, nos hemos conducido en el mundo y más especialmente entre vosotros». En griego caris puede traducirse por ‘gracia, atractivo, encanto; belleza, hermosura, donaire, garbo, elegancia; goce, placer, gusto, satisfacción, contento, deleite; benevolencia, bondad, liberalidad, generosidad, indulgencia; favor, merced, beneficio, utilidad, servicio’.

21. En los libros evangélicos se declara expresamente que el Espíritu Santo es «dedo de Dios». Así, uno de los evangelistas dice: «Expulsó los demonios en el Dedo de Dios» (Lucas xi, 20). Y otro dice así refiriéndose a lo mismo: «Expulsó los demonios en el Espíritu de Dios» (Mateo xii, 28). Con el «dedo de Dios» fue escrita la Ley, entregada cincuenta días después de la muerte del Cordero; a los cincuenta días de la pasión de nuestro Señor Jesucristo vino el Espíritu Santo.

22. Se le llama «dedo de Dios» para poner de manifiesto el poder de actuación que posee junto con el Padre y el Hijo. Por eso dice Pablo: «Todas estas cosas las realiza un único y mismo Espíritu, repartiendo entre cada uno lo que le parece» (i Corintios xii, 11). Del mismo modo que por el bautismo morimos y renacemos en Cristo, así somos marcados por el Espíritu, porque es «dedo de Dios» y señal espiritual. Escrito está que el Espíritu Santo descendió en forma de paloma, para poner de relieve su naturaleza por medio de un ave que es todo simplicidad e inocencia. Leemos en Juan i, 32: «Y Juan dio testimonio diciendo: Yo he visto al Espíritu descender del cielo como paloma y posarse sobre Él». De ahí que dijera el Señor: «Sed sencillos como palomas» (Mateo ix, 16). Este ave, en su cuerpo, carece de hiel y solamente tiene inocencia y amor. En Juan ii, 16, leemos: «Y a los que vendían palomas (en el templo) les dijo: Quitad de aquí todo eso y no hagáis de la casa de mi Padre casa de contratación».

23. Al Espíritu Santo también se le conoce con el nombre de «fuego», por contarse en los Hechos de los apóstoles que apareció bajo formas de lenguas de fuego que se posaron sobre cada uno de ellos. Esta alusión es de Hechos de los apóstoles ii 3-4 «Aparecieron, como divididas lenguas de fuego, que se posaron sobre cada uno de ellos, quedando todos llenos del Espíritu Santo; y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según que el Espíritu les otorgaba expresarse».

24. Por ello se concedió a los apóstoles la gracia de diversas lenguas, para hacerlos idóneos para la predicación de los pueblos fieles.

25. Se recuerda expresamente que se posó sobre cada uno de ellos, para que se comprenda que no se dividió entre muchos, sino que se mantuvo entero en cada uno de ellos, como suele suceder con el fuego.

26. Pues es tal la naturaleza del fuego, que cuantos a él se aproximan, cuantos contemplan su «crin de purpúreo esplendor», a todos ellos alcanza la claridad de su luz, a todos ellos proporciona el beneficio de su favor, mientras que él continúa manteniendo plenamente su integridad. La palabra crin, del latín crinis, se traduce por ‘cabello, cabellera’ y también por ‘cola de los cometas’.

27. El Espíritu Santo recibe en el Evangelio el nombre de «agua», en palabras del Señor, que dice: «Si alguno tiene sed, que se acerque a mí y beba. El que en mi crea, ríos de agua viva fluirán de su vientre» (Juan vii, 38). El evangelista expone a continuación el motivo de estas palabras y añade: «Esto lo decía por el Espíritu que habrían de recibir quienes creyeran en él».

28. Pero una cosa es el agua del sacramento y otra el agua que simboliza el Espíritu de Dios: el agua del sacramento es visible, en tanto que la del Espíritu es invisible. Aquélla lava el cuerpo y representa con ello lo que sucede en el alma; en cambio, por el Espíritu Santo, es el alma misma la que se limpia y vigoriza. En Mateo i, 8 está escrito: «Yo os bautizo en agua, pero Él os bautizará en el Espíritu Santo».

29. El Espíritu Santo recibe también el nombre de «unción», según testimonia el apóstol Juan, porque del mismo modo que el óleo, por su peso natural sobrenada en todo líquido, así en el principio, el Espíritu Santo estaba por encima de las aguas. Así leemos que el Señor fue ungido con el óleo de la alegría, es decir con el Espíritu Santo. Hemos visto, anteriormente que la palabra crisma significa ‘don’, pero también puede traducirse por ‘unción’. En griego la palabra utilizada para designar la acción de ungir es aleifo que significa ‘ungir para el combate, preparar o excitar para él’.

30. El propio apóstol Juan llama «unción» al Espíritu Santo cuando dice: «Que permanezca en vosotros la unción que de él habéis recibido; no tenéis necesidad de que nadie os enseñe, ya que su unción os instruirá sobre todas las cosas» (Juan i, 2, 27). El Espíritu Santo es, pues, «unción invisible».

... id, pues; enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado Mateo xxvii, 19-20.

--


Espíritu de Esperanza

Extraído del libro "Las siete plenitudes del Espíritu" del autor uruguayo Dionisio Medina

"Y el Dios de la Esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo" (Romanos 15:13).
La esperanza es una de las virtudes cardinales del cristiano. Es un término que posee múltiples significados. Se la puede definir como la "espectación confiada y conciente de lo que no se ve" o "el estado de ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos".
Para el cristiano la esperanza tiene como meta principal disfrutar del reino de los cielos; el cual es una posesión presente pero que se consumará totalmente en el futuro.
En el Nuevo Testamento, Cristo es también la esperanza del creyente en el sentido de ser el refugio, el amparo, la ayuda fiel, en medio de las circunstancias difíciles de la vida.
También se denomina "la bendita esperanza" a la Segunda Venida de Cristo, porque es el acontecimiento de futuro que más anhela la Iglesia del Señor, el día en que Cristo regrese para llevar a su pueblo al reino de los cielos.
El término esperanza viene de esperar y se aplica además al ministerio del Espíritu Santo a favor del creyente, ya que la labor del Consolador tiene mucho que ver con el porvenir del hijo de Dios. El Espíritu tiene una actividad descollante en el futuro del cristiano en tres aspectos sobresalientes: 1) El cristiano tiene esperanza en el consuelo del Espíritu. 2) El cristiano tiene esperanza en la intercesión del Espíritu y 3) El cristiano tiene esperanza en la resurrección final de entre los muertos.

Jesús dijo: "Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad". (Juan 14:16-17).
El vocablo "Consolador" deriva del término griego "Paracleto" que significa "llamar a uno para que ayude", alguien que está siempre al alcance de la mano, muy cerquita, a quien podemos recurrir en cualquier momento de apremio en que le necesitemos.
También quiere decir "ayudador", "defensor", "abogado", a quien podremos invocar por estar tan próximo a nosotros que puede escuchar nuestra voz, alguien con quien con seguridad podemos contar para socorrernos en cualquiera emergencia sorpresiva que nos ocurra.
En los tribunales de la antigua Atenas el "Paracleto" era aquel llamado al lado de otro con el propósito de auxiliarlo en cualquier forma especialmente en los procesos legales o criminales. Costumbre era en los tribunales griegos que las partes en litigio se presentaran ante la corte acompañadas de uno o más amigos, personas de confianza, preparadas y capacitadas, en las cuales les ayudaban en las instancias del proceso con sus sabios consejos. Les representaban a veces actuando como portavoces, sin esperar recompensa o remuneración.
En las instancias judiciales, los paracletos permanecían junto a las partes, las defendían en todas las circunstancias, asumiento un papel decisivo en medio de los peligros y fluctuaciones de la situación. Afirma Ralph Riggs con respecto a este punto:

El vocablo "Paracleto" no significa simplemente "uno que consuela". Representa aquí a aquel que camina junto al creyente y lo consuela. En su caracter de Paracleto, el Espíritu Santo está pronto para proporcionar fortaleza, valor, sabiduría y gracia en cualquier forma. Proporciona todo lo que un compañero amoroso y capaz podría ofrecer, para satisfacer los anhelos y las necesidades del corazón del hombre.

Cuando Jesús anunció a sus discípulos que iba a ser encarnecido, despreciado, crucificado y muerto, ellos no podían comprenderlo. No querían admitir que Jesús, el Hijo de Dios, el Cristo, el Mesías, que había hecho tantos milagros y maravillas, tuviera que padecer una muerte tan humillante e ignominiosa. Por eso, ante este anuncio, se sintieron desanimados y angustiados. Y Cristo, el amoroso, el dulce médico de las almas, les dice: "No se turbe vuestro corazón, creéis en Dios, creed también en mí... Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador" (Juan 14: 1,15,16).
Los discípulos estaban turbados y atribulados. Urgentemente precisaban el aliento del Maestro. Y entonces, Jesús les da la promesa de que no quedarían solos, el Consolador vendría. El sería el defensor, reposo y auxiliador de sus seguidores durante su ausencia. Se le denomina "el otro Consolador" porque así como Cristo había sido el Consolador visible de sus discípulos, el Espíritu Santo sería el Consolador invisible.

En el Antiguo Testamento el Espíritu Santo tenía un ministerio parcial. Dios estaba presente entre los hombres. Pero en esta nueva dispensación del Espíritu, luego de su descenso en Pentecostés, Dios está presente EN los hombres. El Espíritu Santo entraría a tener íntima y estrecha relación en la vida del creyente. Se identificaría profundamente, se consustanciaría personalmente con cada seguidor de Cristo, llegando a ser parte integrante de su personalidad. El Espíritu se adueñaría de todas las facultades y capacidades. Sería el director, el guiador, el propietario de todas sus actividades. Todos los sentimientos, emociones, pensamientos y acciones serían controlados por el bendito Consolador.
El profeta Ezequiel anunció en el capítulo 37:14: "Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis y os haré reposar". "Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guadéis mis preceptos y los pongáis por obra" (Ezequiel 36:27)

"Para que esté con vosotros para siempre" (Juan 14:16). El Espíritu Santo viene para afincarse, para no dejarnos jamás. Durante la era del Antiguo Testamento su acción era momentánea y temporal. Venía y se iba. Caía sobre Sansón para ayudarle a pelear las batallas de Jehová, y regresaba. No había una permanencia constante del Espíritu. Descendió sobre Saúl y le cambió el corazón en otro hombre. Llenó de inteligencia y sabiduría a Bezaleel y Aholiab para capacitarles para construír el tabernáculo y sus accesorios. Ungió a los profetas para que proclamasen el mensaje de Dios, pero no se quedaba constantemente con ellos. En cambio en este período del Espíritu su acción es permanente en el corazón de los hombres. Viene para hacer morada. La paloma divina desea hacer nido en nuestra alma para vivir para siempre en nosotros.
¿Porqué es, entonces, que hay cristianos que pierden el contacto con el Espíritu, que se apagan y expresan que ya no sienten el poder de Dios sobre sus vidas? La culpa siempre está en el hombre, no en Dios. El Espíritu quiere permanecer, anhela quedarse siempre en nosotros. Pero, a veces lo ahuyentamos por nuestro pecado, por nuestra indiferencia o el descuido en la vida devocional. El Consolador, que es santo, solo puede sentirse cómodo en un corazón santo y obediente que se mantiene en comunión con Cristo. Cuando dejamos de andar en santidad y descuidamos la oración, el Espíritu se contrita y aleja.

Jesús recalcó: "El os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho" (Juan 14:26). "Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad él os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere y os hará saber las cosas que habrán de venir" (Juan 16:12-13).
El Espíritu Santo es el autor de las Escrituras. "Toda la Escritura es inspirada por Dios" (2 Timoteo 3:16). "Los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo" (2 Pedro 1:21). Es el Espíritu quien ilumina y enseña la Palabra. Aclara la Santa Revelación haciéndola comprensible y aplicable a nuestra conducta.
El Consolador enseña solamente las cosas de Cristo, pero enseña más de lo que Cristo enseñaba. Jesús les había dicho a sus seguidores: "Aún tengo muchas cosas que deciros (Juan 16:12). Es como si el Maestro les dijera "Les he mostrado una parte de mis enseñanzas, pero él les revelará todas mis doctrinas y les conducirá al conocimiento de toda la verdad".
Las enseñanzas de Cristo durante su ministerio terreno deberían ser complementadas por varios acontecimientos que aún no habían sucedido en la vida de él: su pasión, crucifixión, muerte, resurrección, ascensión y glorificación. Mientras estos hechos no se llevaran a cabo, la doctrina estaba por desarrollarse y no podía ser plenamente comunicada a los discípulos de Cristo.
Además de esto, el Consolador tendría el ministerio de "hacer saber las cosas que habrían de venir". (Juan 16:13).
Después de ascender Cristo al Padre, el Espíritu Santo, inspirador de las Escrituras, nos dio otro libro que nos habla de los sucesos, de los acontecimientos del porvenir: El Apocalipsis. Una de las características más sobresalientes de este libro es la predicción de hechos futuros. El Espíritu Santo es el Espíritu del porvenir, de la esperanza, de la profecía, de las promesas, de la realización del futuro, de la consumación de los acontecimientos cumbres. El tendría la responsabilidad de revelar a los discípulos el suceso glorioso de la segunda venida de Cristo que es la "bendita esperanza de la Iglesia".
Al comenzar Juan el libro del Apocalipsis expresa: "La revelación de Jesucristo que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan (Apocalipsis 1:1). Fue por el motivo de "ir al Padre" que Cristo dijo que sus siervos harían cosas mayores. Y entre estas cosas mayores está, sin duda, el hecho de tener una mayor comprensión de las verdades divinas después de Pentecostés.
El eterno Consolador que es el autor de las profecías bíblicas, puede darnos la clarividencia necesaria para que podamos comprender e interpretar las Sagradas Escrituras. Sólo él puede hacernos ver las cosas con completa nitidez, mostrándonos todo lo relacionado a la segunda venida de Cristo y a las glorias venideras que en nosotros han de manifestarse.

"Porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir" (Juan 16:13). Cada persona de la Trinidad tiene un ministerio particular. Cada uno recibe del otro lo que le comunica, cada uno recibe del otro gloria y alabanza. El Padre manifestó, tanto en el bautismo como en la transfiguración de Cristo, que él tenía complacencia de su Hijo. Y el Espíritu Santo glorifica al Hijo. Es responsabilidad del Santo Espíritu comunicar la obra de Cristo en los corazones humanos. El es quien convence de pecado, de justicia y de juicio, aplicando la obra redentora de Cristo, señalando a los hombres su culpabilidad por no creer en el Señor. El es el que da testimonio en el corazón de que somos hijos de Dios, haciéndonos ver que la sangre preciosa del Redentor nos limpia de todo pecado. El es quien lleva a cabo la regeneración, purificando nuestras vidas de toda mancha y contaminación, implantándonos la vida de Cristo resucitado. Cristo es todo en sí mismo y por la acción del Espíritu está "en todos" los que el Espíritu renueva y regenera. Es de hacer notar que el Santo Espíritu nunca llama la atención sobre sí mismo. Su misión es ocultarse detrás de las nubes para que el Sol de Justicia resplandezca, para que Cristo sea más vivo, más evidente, más precioso. El vino para enaltecer a Cristo, para que su persona sea magnífica, brillante, con fulgor sin igual en nuestra vida.
Estando pues, subordinado el Espíritu a Cristo ¿cómo es posible que la Iglesia podría recibir una ventaja tan grande con la partida de Cristo y el descenso del Espíritu para ocupar su lugar? ¿Qué provecho podría haber con la partida de uno a fin de que el otro viniera? Jesús había dicho: "Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros: más si me fuere, os lo enviaré". (Juan 16:7) Es que el Espíritu Santo tendría la misión de comunicar no a un Cristo terreno, sino a un Cristo celestial, glorioso, enaltecido, revestido de eterno poder, sentado a la diestra de su majestad en las alturas, investido de aquel fulgor que tuvo antes de que el mundo fuese, y poseedor de los inmensos tesoros de la gracia que había adquirido con su muerte en la cruz.
El Cristo enaltecido, exaltado junto al Padre, tendría mucho más que dar que lo que tenía estando acá en la tierra: por lo tanto la Iglesia puede recibir más por el Consolador.
La Biblia expresa que Cristo "se despojó a sí mismo, tomó forma de siervo, se hizo semejante a los hombres, se humilló a sí mismo (Filipenses 2:7-8). En cambio el Cristo celestial es co-igual al Padre, por eso cuando él ascendiera al Padre, el Espíritu tomaría de lo suyo y lo comunicaría a la Iglesia haciendo obras mayores. La corriente de vida y poder que emanaría de Cristo sería más amplia e influyente por ser más alta la fuente de donde procedería.

"Más el Consolador... os recordará todo lo que yo os he dicho" (Juan 14:26). Su tarea no solamente sería enseñar, sino también incentivar nuestra mente y memoria para que recordemos todos los pensamientos, ideas y doctrinas de Jesucristo. El nos atrae a la mente la información bíblica necesaria para la hora oportuna. El usa "la espada del Espíritu" que el la Palabra de Dios, como un instrumento ofensivo para que podamos batallar victoriosamente en la gloriosa labor de anunciar el reino de los cielos a los perdidos.
El sabe señalar el momento clave para dar el mensaje apropiado. El pone en nuestra boca las palabras certeras para alentar al agobiado y triste, él nos da "lenguas de sabios para saber hablar palabras al cansado" (Isaías 50:4).
"He aquí yo derramaré mi Espíritu sobre vosotros y os haré saber mis palabras" (Proverbios 1:23).
El Consolador desarrolla sobre nosotros un verdadero ministerio intelectual abriéndonos el entendimiento para hacernos recordar las enseñanzas de Cristo, con el fin de que nos defendamos de las falsas doctrinas y de la traicionera duda.

Por medio del fluir del Espíritu en sus corazones los discípulos tendrían coraje para anunciar el Evangelio. "Y cuando El venga convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio ". (Juan 16:8). Es el Consolador que nos imparte capacidad y arrojo para servir al Señor con credenciales sobrenaturales. El unge nuestras palabras para que podamos despertar a los corazones aletargados. Nos inspira para que proclamemos la Palabra de Dios con tal autoridad que los pecadores se convencen de su maldad y se rinden al pie de la cruz.
El Consolador convencería de justicia, revelando a Cristo de tal modo que nadie quedaría en la duda de que la Salvación es el resultado de un genuino arrepentimiento, fe y confianza en la obra justificativa de Cristo en la cruz, y no simplemente una mejora o reforma lograda por esfuerzo propio. Somos justificados por la fe en el Cristo del Calvario, quién llevó nuestros pecados, padeció en nuestro lugar y resucitó de entre los muertos para luego ascender a la diestra del Padre.
El Consolador convencería de juicio por cuanto el diablo, príncipe de este mundo, ha sido ya juzgado. Satanás es un enemigo derrotado. El no tiene más autoridad sobre nuestra vida. Nuestro triunfo está asegurado, somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.

"Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad: pues que hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Más el que escudriña los corazones sabe cual es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos" (Romanos 8:26-27). Dice A.B. Simpson en relación al ministerio intercesor del Espíritu:

El Espíritu Santo llega a ser el Espíritu de intercesión al corazón consagrado. Tenemos dos Abogados. Tenemos un Abogado con el Padre, quien ora por nosotros a la diestra de Dios, pero el Espíritu Santo es el Abogado interno, quien ora en nosotros, inspirando nuestras peticiones y presentándolas por medio de Cristo a Dios.

Tenemos entonces el privilegio de tener dos mediadores. Uno sentado en el trono, otro morando en nuestro corazón. Uno que intercede por nosotros, otro que intercede en nosotros. De Jesús se nos dice: "el que está además a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros" (Romanos 8:34). Lo que Cristo pide por nosotros en el cielo, el Espíritu pide por nos otros en nuestros corazones. El Cristo ascendido, celestial y glorioso sabe perfectamente lo que necesitamos, nos entiende y comprende. Y el Espíritu Santo que mora dentro de nosotros pide lo mismo. Es un intercesor más fuerte que nosotros. Suplica por nosotros cuando estamos agobiados, agotados y apesadumbrados. Es un intercesor más profundo y perseverante que nosotros. Clama con gemidos indecibles, con lenguas ininteligibles, con expresiones entrañables, con balbuceos, los deseos que nosotros no podemos concebir en el pensamiento ni mucho menos expresar en palabras.
Existen muchas situaciones sumamente críticas en nuestra existencia. Momentos de desánimo y de desaliento. En esas emergencias no sabemos como orar, pero él coloca en el corazón santificado los deseos que no siempre percibimos, los clamores que no siempre entendemos y los gemidos que nosotros mismos no podríamos articular ni comprender. Pero Dios el Padre los entiende perfectamente, y con tierno cuidado siempre está alerta para escuchar los requerimientos del Espíritu y atenderlos con delicado esmero. El no espera hasta que la oración sea formalmente presentada u organizadamente hilvanada, sino que escudriña los corazones para encontrar la oración del Espíritu y contestarla en bendición. El responde a muchos gemidos y clamores que nosotros no entendemos.
El apóstol Pablo, hablando de los positivos beneficios de hablar en otras lenguas, que es verdaderamente la oración en el Espíritu, dijo: "Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres sino a Dios; porque nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios" (1 Corintios 14:2). Esto describe particularmente el don de lenguas como el ministerio de la oración en el Espíritu.
El Espíritu Santo al ser integrante de la Trinidad, es Dios mismo orando en nosotros. El conoce perfectamente todo nuestro ser, nuestras flaquezas, debilidades y preocupaciones. Está siempre listo, cerquita, al alcance de la mano para dirigir la vida de oración del hijo de Dios. Al hablar por medio de creyentes llenos del Espíritu Santo, mediante el don de lenguas o inspirándoles el entendimiento, el Consolador se constituye en el glorioso Espíritu de Súplica.

--

Apotegmas

La literatura del desierto es accesible gracias a las Sentencias de los Padres del Desierto llamados Apophtegmas, de final del siglo III, ...