domingo, 7 de junio de 2009

Corazón

Mateo 5:8 Felices los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios.

Mateo 9:4 Jesús, que veía sus pensamientos, dijo: ¿Por qué piensan mal?

Mateo 11:29 Carguen con mi yugo y aprendan de mí que soy paciente de corazón y humilde, y sus almas encontrarán alivio.

Mateo 12:33 Si se planta un árbol bueno, su fruto será bueno; si se planta un árbol malo, su fruto será malo, pues el árbol se conoce por sus frutos.

Mateo 12:34 Raza de víboras, ¿cómo pueden hablar cosas buenas, siendo malos? Puesto que la boca habla de lo que está lleno el corazón.

Mateo 15:18 Mientras que lo que sale de la boca viene del corazón y eso es lo que hace impuro al hombre.

Mateo 15:19 En efecto, del corazón proceden los malos deseos, asesinatos, adulterios, inmoralidad sexual, robos, mentiras, chismes.

Mateo 22:37 Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.

Mateo 23:26 Fariseo ciego! haz que sea puro el interior y, después, se purificará también el exterior.

Marcos 6:52 Pues ellos no habían entendido lo de los panes: su mente quedaba totalmente cerrada.

Marcos 10:5 Jesús les dijo: Moisés escribió esta ley porque ustedes son duros de corazón.

Marcos 16:14 Por último, Jesús se apareció a los once discípulos cuando estaban comiendo. Jesús los reprendió por su falta de fe y su porfía en no creer a los que lo habían visto resucitado.

Lucas 8:15 Y los que están en buena tierra son los que reciben la Palabra con un corazón noble y generoso, la conservan y producen fruto por ser constantes.

Lucas 16:15 Ustedes se dan cara de hombres perfectos, pero Dios conoce los corazones, y lo que los hombres tienen por grande, Dios lo aborrece.

Juan 12:40 Se cegaron sus ojos y se endureció su corazón, para no ver ni comprender; no quieren convertirse a Mí, ni que Yo los sane.

Hechos 15:8 Y Dios, que conoce los corazones, se declaró en favor de ellos, al comunicarles el Espíritu Santo igual que a nosotros.

Romanos 6:17 Así, pues, demos gracias a Dios, porque, después de haber tenido como dueño al pecado, ustedes han sido entregados a otro, es decir, a la doctrina de la fe, a la cual se han sometido de corazón.

Romanos 10:10 Al que cree de corazón, Dios lo recibe; y el que proclama con los labios, se salva.

Efesios 6:6 No sirvan solamente cuando los vigilan o para que los feliciten los hombres, sino que sean como siervos de Cristo, que cumplen de todo corazón la voluntad de Dios.

1Tesalonicenses 2:4 Dios nos había encargado su Mensaje de Salvación, como a servidores fieles, y se lo veníamos a decir, procurando agradar no a los hombres, sino a Dios que penetra los corazones.

Hebreos 3:8 No se hagan duros de corazón, como pasó en el Altercado, el día de la Tentación en el desierto.

Hebreos 10:22 Acerquémonos, pues, con corazón sincero, con plena fe, limpios interiormente de todo lo que mancha la conciencia.

Santiago 4:8 Acérquense a Dios y Dios se acercará a ustedes. Purifiquen sus manos si han cometido el mal y santifiquen sus corazones si están dudando.

1Pedro 1:22 Al hacerse discípulos de la Verdad, ustedes han logrado la purificación interior de la que resulta el sincero amor entre hermanos. Aménse entonces unos a otros de todo corazón.

1Pedro 3:15 Al contrario, sigan adorando interiormente al Señor, a Cristo, y siempre estén dispuestos para dar una respuesta acertada al que les pide cuenta de su esperanza.

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Frutos del pecado

Marcos 7:21 Lo que sale del hombre eso lo hace impuro, pues del corazón del hombre salen las malas intenciones, inmoralidad sexual, robos, asesinatos, infidelidad matrimonial, codicia, maldad, vida viciosa, envidia, injuria, orgullo y falta de sentido moral.

Marcos 7:23 Todas estas maldades salen de dentro y hacen impuro al hombre.

Romanos 5:12 Ahora bien, por un solo hombre el pecado había entrado en el mundo, y por el pecado la muerte, y luego la muerte se propagó a toda la humanidad, ya que todos pecaron.

Romanos 5:15 Pues bien, la gracia de Dios hizo más que reparar la caída del hombre. Es cierto que las muchedumbres mueren por la falta de uno solo; pero ¡cuánto más desbordó sobre las muchedumbres la gracia de Dios y el regalo que él nos hizo en consideración a este único hombre que es Jesucristo!

Romanos 7:5 Cuando nuestra existencia era "carne" no más, las pasiones desordenadas, despertadas por la Ley, se servían de nuestro cuerpo para producir frutos de muerte.

1Corintios 3:3 Mientras siguen con envidias y peleas, ¿qué les diré sino que son carnales y se portan igual que los demás?

1Corintios 6:9 ¿No saben que los injustos no heredarán el Reino de Dios?

Gálatas 6:7 No se engañen: nadie se burla de Dios. Se cosechará de lo que se siembra. El que siembra para la carne, cosechará de la carne corrupción y muerte.

1Pedro 4:3 Basta, pues, con haberse entregado en el pasado a los excesos, a las pasiones, borracheras y orgías, adorando los ídolos y viviendo al modo de los paganos.

1Pedro 4:18 Si el justo se salva apenas ¿dónde se presentarán el pecador y el impío?

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Mandamientos en Epístolas

Romanos 12:8 El que motiva a los demás, que sea convincente. Asimismo, debes dar con la mano abierta, presidir con dedicación y, en tus obras de caridad, mostrarte sonriente.

Romanos 12:9 Que el amor sea sincero. Aborrezcan el mal y cuiden todo lo bueno.

Romanos 12:10 En el amor entre hermanos: demuéstrense cariño unos a otros. En el respeto: estimen a los otros como más dignos.

Romanos 12:11 En el cumplimiento del deber: no sean flojos. En el Espíritu sean fervorosos y sirvan al Señor.

Romanos 12:12 Tengan esperanza y estén alegres. En las pruebas sean pacientes. Oren en todo tiempo.

Romanos 12:14 Bendigan a quienes los persigan: bendigan y no maldigan.

Romanos 12:19 No se hagan justicia por ustedes mismos, queridos hermanos; dejen que Dios sea el que castigue, ya la Escritura lo dice: "Yo castigaré, yo daré lo que corresponda dice el Señor".

Romanos 13:9 En efecto "no cometas adulterio, no mates, no robes, no tengas envidia" y todos los otros mandamientos se resumen en esta palabra: Amarás a tu prójimo como a tí mismo.

1Corintios 14:20 Hermanos, no se queden como niños en su modo de pensar. En el camino del mal, sí, sean como niños, pero adultos en su manera de pensar.

Gálatas 5:1 Cristo nos liberó para que fuéramos realmente libres. Por eso, manténganse firmes y no se sometan de nuevo al yugo de la esclavitud.

Gálatas 5:16 Por eso les digo: anden según el Espíritu y no llevarán a efecto los deseos de la carne.

Efesios 4:29 No salga de sus bocas ni una mala palabra, sino palabras buenas que edifiquen cuando sea necesario y que hagan bien a los que las oigan.

Efesios 4:32 Por el contrario, muéstrense buenos y comprensivos unos con otros, perdonándose mutuamente, como Dios los perdonó en Cristo.

Efesios 5:17 Por eso, no se dejen estar, sino que traten de comprender cuál es la voluntad de Dios.

Efesios 5:18 No se emborrachen: el vino lleva al libertinaje: más bien llénense del Espíritu Santo.

Efesios 5:19 Júntense pra rezar salmos, himnos, cánticos espirituales. Canten y celebren interiormente al Señor.

Efesios 6:11 Pónganse la armadura de Dios, para poder resdistir las maniobras del diablo.

Filipenses 2:3 Y no hagan nada por rivalidad o vanagloria. Al contrario, que cada uno, humildemente, estime a los otros como superiores a sí mismo.

Filipenses 2:14 Cumplan todo sin quejas ni discusiones.

Filipenses 4:6 En cualquier circunstancia recurran a la oración y a la súplica, junto a la acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios.

Colosenses 3:2 Piensen en las cosas de arriba, no en las de la tierra.

Colosenses 3:9 No se mientan unos a otros.

Colosenses 3:12 Pónganse, pues, el vestido que conviene a los elegidos de Dios, por ser sus santos muy queridos; revístanse de sentimientos de tierna compasión, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia.

1Tesalonicenses 5:17 Oren sin cesar.

2Tesalonicenses 3:11 Pero ahora oímos que hay entre ustedes algunos que viven sin ninguna disciplina y no hacen nada, muy ocupados en meterse en todo.

1Timoteo 2:1 Recomiendo ante todo, que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los jefes de estado y todos los gobernantes, para que podamos llevar una vida tranquila y de paz, con toda piedad y dignidad.

2Timoteo 2:24 Y un servidor del Señor no debe ser peleador; al contrario, debe ser comprensivo para con todos, dispuesto a enseñar y paciente frente a las incomprensiones.

Hebreos 12:4 Ustedes están enfrentados al mal, pero todavía no han tenido que resistir hasta la sangre.

Hebreos 13:9 No se dejen engañar por las diversas doctrinas que llegan de afuera. Pues, para fortalecer la vida interior, más vale estar en la gracia de Dios que usar alimentos de los que nadie nunca sacó provecho.

Hebreos 13:15 Ofrezcamos, pues, por Jesús, en todo tiempo, un sacrificio de alabanza a Dios, y démosle el fruto de los labios celebrando su Nombre.

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Paz

Mateo 5:9 Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios.

Marcos 9:50 La sal es buena, pero si la sal pierde su sabor ¿con qué se lo devolverán? Tengan sal en ustedes y vivan en paz unos con otros.

Lucas 1:79 Para alumbrar a aquellos que se encuentran entre tinieblas y sombras de muerte y para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Juan 14:27 Les dejo la paz, les doy mi paz. La paz que yo les doy no es como la que da el mundo. Que no haya en ustedes ni angustia ni miedo.

Juan 16:33 Se lo he dicho para que tengan paz en mí. Ustedes encontrarán persecuciones en el mundo, pero ¡sean valientes! Yo he vencido al mundo.

Hechos 10:36 El ha enviado su palabra a los hijos de Israel, ofreciéndoles la paz por medio de Jesucristo, que es el Señor de todos.

Romanos 5:1 Por la fe, pues, conseguimos esta santidad y estamos en paz con Dios, nuestro Señor.

Romanos 8:6 La carne tiende a la muerte, mientras que el Espíritu se propone vida y paz.

Romanos 10:15 Y ¿cómo saldrán a predicar sin ser enviados? Como dice la Escritura: ¡Qué lindo es el caminar de los que traen buenas noticias!

Romanos 14:17 El Reino de Dios no es cuestión de comida o bebida; es ante todo justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo.

Romanos 15:13 Que Dios, fuente de toda esperanza, les conceda esa fe que da frutos de alegría y paz y así se sientan cada día más esperanzados por el poder del Espíritu Santo.

Romanos 15:33 Así llegaré feliz donde ustedes y, si Dios quiere, descansaré con ustedes. El Dios de la paz esté con ustedes. Amén

1Corintios 14:33 Porque Dios no es Dios de desorden, sino de paz.

2Corintios 13:11 Finalmente, hermanos, estén alegres, trabajen para ser perfectos, anímense, tengan un mismo sentir y vivan en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con ustedes.

Gálatas 5:22 En cambio, el fruto del Espíritu es: caridad, alegría y paz, paciencia, comprensión de los demás, bondad, fidelidad.

Efesios 2:14 Porque Cristo es nuestra paz.

Filipenses 4:7 Entonces la paz de Dios, que es mucho mayor de lo que se puede imaginar, les guardará su corazón y sus pensamientos en Cristo Jesús.

Filipenses 4:9 Todo lo que han aprendido, recibido y oído de mí, todo lo que me han visto hacer, háganlo. Y el Dios de la Paz estará con ustedes.

Colosenses 3:15 Que la paz de Cristo reine en sus corazones, ustedes fueron llamados a encontrarla, unidos en un mismo cuerpo. Finalmente, sean agradecidos.

1Tesalonicenses 5:13 Vivan en paz entre ustedes.

2Timoteo 2:22 Evita, pues, los deseos desordenados. Busca la justicia y la fe, y procura vivir en amor y paz con aquellos que invocan al Señor con puro corazón.

Santiago 3:17 Mientras que la sabiduría que viene de arriba es rectitud, paz, tolerancia y comprensión. Está llena de compasión y produce buenas obras.

1Pedro 3:11 Aléjese del mal y haga el bien, busque la paz y corra tras ella.

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Oscuridad





Mateo 4:16 El pueblo postrado en tinieblas acaba de ver una luz grande; sobre los habitantes de la mortal oscuridad la luz amaneció.

Mateo 6:22 Tu ojo es una lámpara. Si tu ojo es limpio, toda tu persona aprovecha la luz. Pero si es borroso, toda tu persona estará en la confusión.

Mateo 6:23 Si lo que había de luz en tí se volvió confusión ¡como serán tus tinieblas!

Mateo 24:29 Porque, después de esos días de angustia, el sol se oscurecerá, la luna perderá su brillo, caerán las estrellas del cielo y el universo entero se conmoverá.


Lucas 1:79 Para alumbrar a aquellos que se encuentran entre tinieblas y sombras de muerte y para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Lucas 22:53 Yo estaba día a día con ustedes en el Templo y no me detuvieron. Pero ahora que dominan las tinieblas, les toca su turno.

Lucas 23:44 Como al mediodía, se ocultó el sol y todo el país quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. En ese momento la cortina del Templo se rasgó por la mitad y Jesús gritó muy fuerte: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu, y al decir estas palabras, expiró.

Juan 8:12 Jesús les habló de nuevo y dijo: Yo Soy la Luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá luz y vida.

Juan 11:9 Jesús le contestó: ¿No debo caminar las doce horas del día? No habrá tropiezo para quien camina de día y se guía por la luz del mundo. Pero tropezará el que camina en la noche, siendo hombre que no tiene luz adentro.

Hechos 26:18 Tú les abrirás los ojos, a fin de que se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios; y, por la fe en mí, alcanzarán el perdón de los pecados y la herencia de los santos.

Romanos 1:21 De modo que no tienen disculpa, porque conocían a Dios y no lo han glorificado como le corresponde, ni le han dado gracias. Al contrario, se perdieron en sus razonamientos y su corazón extraviado se encegueció más todavía.

Romanos 13:12 La noche va muy avanzada y está cerca el día. Dejemos, pues, las obras propias de la oscuridad y tomemos las armas de la luz.

1Corintios 4:5 Por lo tanto, no juzguen antes de tiempo, hasta que venga el Señor. El sacará a la luz lo que se disimuló en las tinieblas y pondrá a las claras las intenciones secretas. Entonces cada uno recibirá de Dios la alabanza que le corresponde.

Efesios 5:8 En otro tiempo ustedes eran tinieblas, pero en el presente son luz en el Señor. Pórtense como hijos de la luz.

Efesios 6:12 Porque nuestra lucha no es contra fuerzas humanas, sino contra los Gobernantes y Autoridades que dirigen este mundo y sus fuerzas oscuras. Nos enfrentamos con los espíritus y las fuerzas sobrenaturales del mal.

Colosenses 1:13 Nos arrancó del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino de su Hijo amado.

1Tesalonicenses 5:4 Pero ustedes, hermanos, no andan en tinieblas, de modo que ese día no los sorprenderá como hace el ladrón.

1Tesalonicenses 5:5 Todos ustedes son hijos de la luz e hijos del día: no somos de la noche ni de las tinieblas.

Hebreos 12:18 No es de la tierra el Cerro al que se acercaron ustedes. Ahí no hay fuego ardiente, oscuridad, tinieblas y tempestad.

1Pedro 2:9 Ustedes, al contrario, son una raza elegida, un reino de sacerdotes, una nación consagrada, un pueblo que Dios eligió para que fuera suyo y proclamara sus maravillas. Ustedes estaban en las tinieblas y los llamó Dios a su luz admirable.

1Juan 1:5 Nosotros oímos, de él mismo su mensaje y se lo anunciamos a ustedes: Que Dios es luz y que en él no hay tinieblas.

1Juan 1:6 Si decimos que estamos en comunión con él mientras andamos en tinieblas, somos unos mentirosos y no andamos conforme a la Verdad.

1Juan 2:8 Y, sin embargo, se lo doy como mandamiento nuevo porque fue realmente novedad en Jesucristo y tiene que serlo también en ustedes, porque las tinieblas se van apartando y ya brilla la luz verdadera.

1Juan 2:9 Si alguien pretende estar en la luz y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas.

1Juan 2:11 En cambio quien odia a su hermano está en las tinieblas y anda en tinieblas sin saber a dónde va, pues las tinieblas lo han cegado.

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Humildad

Mateo 5:3 Felices los que tienen espíritu de pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Mateo 18:3 Les aseguro que si no cambian y vuelven a ser como niños, no podrán entrar al Reino de los Cielos.

Mateo 18:4 El que se hace pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los Cielos, y el que recibe en mi Nombre a un niño como éste, a mí me recibe.

Mateo 23:11 Que el más grande de ustedes se haga servidor de los demás. Porque el que se hace grande será rebajado y el que se humilla será engrandecido.

Lucas 10:21 En ese mismo momento, Jesús movido por el Espíritu Santo, se estremeció de alegría y dijo: Yo te bendigo Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes y se las has mostrado a los pequeños. Sí, Padre, así te pareció bien.

Lucas 14:10 Al contrario, cuando te inviten, ponte en el último lugar, y cuando llegue el que te invitó, te dirá: Amigo, acércate más. Y será un honor para tí en presencia de todos los que estén contigo a la mesa.

Lucas 17:10 Esto vale para ustedes: Cuando hayan hecho todo lo que les ha sido mandado, digan: Somos servidores que no hacíamos falta; sólo hicimos lo que debíamos hacer.

Lucas 18:13 El publicano, en cambio, se quedaba atrás y no se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios mío, ten piedad de mí que soy un pecador.

Lucas 22:27 Pues ¿quién es más importante, el que está sentado a la mesa o el que sirve? El que está sentado ¿no es cierto? Sin embargo, estoy entre ustedes como el que sirve.

Juan 13:14 Si yo, siendo el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros.

Romanos 11:20 Muy bien. Fueron cortadas porque no creyeron y tú te sostienes sólo por la fe. Pero no te creas tanto, sino que más bien ten cuidado.

Romanos 12:3 La gracia que Dios me ha dado me autoriza para decirles a todos y a cada uno de ustedes que no se estimen demasiado a sí mismos, sino dentro de lo prudente y cada cual sea consciente del lugar que Dios le ha señalado.

Romanos 12:16 Vivan en armonía unos con otros. No busquen las grandezas, sino que vayan a lo humilde. No se tomen por unos sabios.

1Corintios 3:18 Que nadie se engañe. Si entre ustedes alguno pasa por sabio, hágase el que no sabe, y llegará a ser verdadero sabio.

1Corintios 10:12 Así pues, el que cree estar firme tenga cuidado de no caer.

1Corintios 13:4 El amor es paciente, servicial y sin envidia. No quiere aparentar ni se hace el importante.

2Corintios 12:10 Por eso me alegro cuando me tocan enfermedades, humillaciones, necesidades, persecuciones y angustias: ¡todo por Cristo! Cuando me siento débil, entonces soy fuerte.

Gálatas 5:26 No busquemos la vanagloria: que no haya entre nosotros provocaciones ni rivalidades.

Efesios 5:21 Sométanse unos a otros por consideración a Cristo.

Filipenses 2:7 Tomando la condición de servidor, y llegó a ser semejante a los hombres. Mas aun, al verlo, se comprobó que era hombre. Se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte en una cruz.

Santiago 3:1 Hermanos, que no sean muchos los maestros entre ustedes; sepan que los maestros seremos juzgados con más severidad, y no olviden que, como todos, cometemos errores.

Santiago 4:6 Y añade la Escritura: Dios resiste a los orgullosos y concede sus favores a los humildes.

1Pedro 5:6 Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los levante a su tiempo. Depositen en él todas sus preocupaciones, pues él cuida de ustedes.

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Mandamientos de Cristo

Mateo 5:16 Así, pues, debe brillar su luz entre los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre de ustedes que está en los Cielos.

Mateo 5:23 Por eso, cuando presentes una ofrenda al altar, si recuerdas allí que tu hermano tiene alguna queja en contra tuya, deja ahí tu ofrenda ante el altar, anda primero a hacer las pases con tu hermano y entonces vuelve a presentarla.

Mateo 6:2 Por eso, cuando des limosna, no lo publiques al son de trompetas, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para que los hombres los alaben. Yo les digo que ya recibieron su premio.

Mateo 6:6 Tú, cuando reces, entra en tu pieza, cierra la puerta y reza al tu Padre que comparte tus secretos, y tu Padre que ve los secretos, te premiará.

Mateo 6:19 No se hagan tesoros en la tierra, donde la polilla y el gusano los echan a perder y donde los ladrones rompen el muro y roban.

Mateo 6:24 Ningún servidor puede quedarse con dos patrones, porque verá con malos ojos al primero y amará al otro, o bien, preferirá al primero y no le gustará el segundo. Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dinero.

Mateo 6:33 Por lo tanto busquen primero el Reino y la Justicia de Dios y esas cosas vendrán por añadidura.

Mateo 7:7 Pidán y se les dará; busquen y hallarán; llamen a la puerta y les abrirán.

Mateo 16:24 El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga.

Mateo 18:8 Si tu mano o tu pie te arrastra al pecado, córtatelo y tíralo lejos: pues es mejor para tí entrar a la Vida manco o cojo, que ser echado al fuego eterno con tus dos manos y tus dos pies.

Mateo 18:21 Señor ¿cuántas veces debo perdonar las ofensas de mi hermano? ¿hasta siete veces? Jesús le contestó: No digas siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Mateo 19:17 Jesús contestó: ¿por qué me preguntas sobre lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si quieres entrar en la vida eterna, cumple los mandamientos.

Mateo 19:18 El joven dijo: ¿cuáles? Jesús respondió: No matar, no cometer adulterio, no hurtar, no levantar falso testimonio, honrar padre y madre y amar al prójimo como a sí mismo.

Mateo 22:21 Por tanto, den al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que a Dios corresponde.

Mateo 22:37 Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.

Mateo 22:39 Y después viene otro semejante: Amarás a tu prójimo como a tí mismo.

Mateo 25:34 Entonces el Rey dirá a los que están a la derecha: Vengan, los bendecidos por mi Padre. Tomen posesión del reino que ha sido preparado para ustedes desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y ustedes me alimentaron; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Pasé como forastero y ustedes me recibieron en su casa.

Marcos 6:8 Les ordenó que no llevaran nada para el camino fuera de un bastón: ni pan, ni morral, ni dinero, que fueran con calzado corriente y con un solo manto.

Marcos 9:35 Si alguno de ustedes quiere ser el primero, que se haga el último de todos y el servidor de todos.

Marcos 13:37 Lo que les digo a ustedes, se lo digo a todos: estén despiertos.

Lucas 6:27 Pero yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian.

Lucas 6:36 Sean compasivos como es compasivo el Padre de ustedes.

Juan 15:5 Yo soy la Vid y ustedes las ramas. Si alguien permanece en mí y yo en él, produce mucho fruto, pero sin mí no pueden hacer nada.

Juan 15:9 Yo los he amado a ustedes como el Padre me ama a mí; permanezcan en mi amor.

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Consolación

Mateo 5:4 Felices los que lloran, porque recibirán consuelo.

Mateo 5:10 Felices los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Mateo 5:11 Dichosos ustedes cuando por causa mía los maldigan, los persigan y les levanten toda clase de calumnias.

Mateo 5:12 Alégrense y muéstrense contentos, porque será grande la recompensa que recibirán en el cielo.

Mateo 10:29 ¿Cuánto valen dos pajaritos? Algunos centavos, ¿no es cierto? Y, sin embargo, no cae en tierra ni uno solo, si no lo permite el Padre.

Mateo 11:28 Vengan a mí los que se sienten cargados y agobiados que yo los aliviaré.

Lucas 6:21 Felices ustedes que ahora tienen hambre porque serán satisfechos.

Lucas 6:22 Felices ustedes si los hombres los odian, los expulsan, los insultan y los consideran unos delincuentes a causa del Hijo del Hombre.

Lucas 7:13 Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: "No llores".

Juan 14:1 No se turben: ustedes creen en Dios: crean también en mí.

Juan 14:16 Y yo rogaré al Padre y les dará otro Intercesor, que permanecerá siempre con ustedes.

Juan 14:18 No los dejaré huérfanos sino que vengo a ustedes.

Juan 14:27 Les dejo mi paz, les doy mi paz. La paz que yo les doy no es como la que da el mundo. Que no haya en ustedes ni angustia ni miedo.

Juan 16:20 En verdad les digo: Ustedes llorarán y se llenarán de pena mientras que el mundo gozará. Ustedes estarán apenados, pero esta tristeza se convertirá en alegría.

Romanos 8:35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿las pruebas o la angustia, la persecución o el hambre, la falta de ropa, los peligros o la espada?

Romanos 8:38 Estoy seguro que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes espirituales, ni el presente, ni el futuro, ni las fuerzas del universo, sean de los cielos, sean de los abismos, ni criatura alguna, podrá apartarnos del amor de Dios, que encontramos en Cristo Jesús, nuestro Señor.

Romanos 12:12 Tengan esperanza y estén alegres. En las pruebas, sean pacientes. Oren en todo tiempo.

Romanos 15:4 Y sabemos que todo lo escrito en tiempos pasados se escribió para nuestra instrucción, a fin de que mantengamos firme la esperanza, mediante la constancia y el consuelo que infunden las Escrituras.

2Corintios 1:3 Bendito sea Dios, Padre de Cristo Jesús nuestro Señor, el Padre siempre misericordioso, el Dios del que viene todo consuelo, el que nos conforta en todas nuestras pruebas por las que ahora pasamos, de manera que nosotros también podamos confortar a los que están en cualquier prueba, comunicándoles el mismo consuelo que nos comunica Dios a nosotros.

2Corintios 1:5 En el momento que nos toca padecer los sufrimientos de Cristo con tal intensidad, de Cristo también nos viene un consuelo muy grande.

2Corintios 4:9 Perseguidos, pero no abandonados, derribados, pero no aplastados.

2Corintios 4:16 Por eso no nos desanimamos. Al contrario, mientras nuestro exterior se va destruyendo, nuestro hombre interior se va renovando día a día.

2Corintios 12:9 Te basta mi gracia; mi mayor fuerza se manifiesta en la debilidad.

Gálatas 6:2 Ayúdense mutuamente a llevar sus cargas y así cumplirán la ley de Cristo.

2Tesalonicenses 1:7 Mientras que a ustedes los perseguidos, les dé el descanso con nosotros, en el día en que se manifieste glorioso el Señor Jesús. El vendrá del cielo, rodeado de su corte de ángeles.

2Tesalonicenses 2:16 Que los anime el propio Cristo Jesús nuestro Señor, y Dios nuestro Padre, que nos ha amado, dándonos en su misericordia un consuelo eterno y una esperanza feliz.

2Tesalonicenses 2:17 Los animará interiormente a todos y los hará progresar en toda obra buena y todo conocimiento valioso.

2Timoteo 4:17 El Señor , en cambio, estuvo a mi lado, llenándome de fuerza, para que la predicación del mensaje fuera llevada a cabo por mí, llegando a oído de todas las naciones. Y quedé libre de la boca del león.

Hebreos 2:18 El mismo ha sido probado por medio del sufrimiento; por eso es capaz de ayudar a los que son puestos a prueba.

Hebreos 4:16 Por lo tanto, acerquémonos con confianza al Dios de bondad; él tendrá piedad de nosotros y nos recibirá en el momento oportuno.

Hebreos 12:1 Dejemos pues toda carga inútil y en especial, las amarras del pecado, para correr con perseverancia en la prueba que nos espera.

Hebreos 13:5 No estén apegados al dinero, más bien confórmense con lo que tienen en el presente; Dios es el que les dice: "Nunca te dejaré ni te abandonaré".

Hebreos 13:6 Y nosotros hemos de responder confiados: "El Señor es mi socorro, no temeré. ¿Qué pueden contra mí los hombres?".

Santiago 1:12 Feliz el hombre que soporta pacientemente la prueba, porque, después de probado, recibirá la corona de vida que el Señor prometió a los que lo aman.

Santiago 1:27 La religión verdadera y perfecta delante de Dios, nuestro Padre, consiste en esto: visitar a los huérfanos y a las viudas que necesitan ayuda y guardarse de la corrupción de este mundo.

1Pedro 4:13 Más bien alégrense de participar en los sufrimientos de Cristo, pues en el día en que se nos descubra su Gloria, ustedes estarán también en el gozo y la alegría.

1Pedro 5:7 Depositen en él todas sus preocupaciones, pues él cuida de ustedes.

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Obediencia

Mateo 5:19 Por tanto, el que deje de cumplir uno de los mandamientos de la Ley, por insignificante que parezca, y enseñe a los hombres a desobedecerlo, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; al contrario, el que los cumpla y los enseñe será grande en el Reino de los Cielos.

Mateo 12:50 Porque todo el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los Cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.

Mateo 19:17 Jesús contestó: ¿Por qué me preguntas sobre lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si quieres entrar en la vida eterna, cumple los mandamientos.

Mateo 19:29 Y todo el que deja casa, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o propiedades, por amor de mi Nombre, recibirá cien veces lo que dejó y tendrá por herencia la vida eterna.

Lucas 6:46 ¿Por qué me llaman Señor, Señor y no hacen lo que yo digo?

Lucas 11:28 ¡Felices, pues, los que escuchan la palabra de Dios y la observan!

Juan 4:34 Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra.

Juan 10:27 Mis ovejas conocen mi voz y yo las conozco a ellas. Ellas me siguen y yo les doy vida eterna.

Juan 14:15 Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos.

Juan 14:21 El que conoce mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama. Y mi Padre amará al que me ama a mí, y yo también lo amaré y me mostraré a él.

Efesios 6:7 Hagan su trabajo con empeño, por el Señor y no por los hombres, sabiendo que el Señor dará a cada uno según el bien que haya hecho.

Filipenses 3:7 Pero, fijándome en Cristo, todas esas ganancias me parecieron pérdidas.

Filipenses 3:14 Y corro hacia la meta, con miras al premio para el cual Dios nos llamó, desde arriba, en Cristo Jesús.

1Timoteo 6:18 Que más bien confíen en Dios, que nos lo proporcionará todo generosamente para que gocemos de ello. Que hagan el bien, que se hagan ricos en buenas obras, que den de buen corazón, que repartan sus bienes.

Hebreos 13:16 Muéstrense generosos y sepan compartir con los demás, pues ésos son los sacrificios que agradan a Dios.

Santiago 1:25 Todo lo contrario el que se fija atentamente en la Ley perfecta que nos hace libres, y persevera en ella; éste, que no oye para luego olvidar, sino para cumplir lo que pide la Ley, será feliz al practicarla.

1Pedro 1:2 A ustedes a quienes Dios conoció de antemano y eligió y santificó por el Espíritu para obedecer a Jesucristo y ser purificados por su sangre.

1Juan 2:4 Si alguien dice: "Yo lo conozco" y no cumple sus mandatos, es un mentiroso y la Verdad no está en él.

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jueves, 4 de junio de 2009

LA VIA DEL DESIERTO


por Marie-Madeleine Davy




Desierto geográfico o desierto descubierto en el interior de uno mismo, uno y otro se asemejan por la significación de sus simbolismos. Todo desierto provoca la oración, como en la leche entera la nata sube a la superficie. Una comparación tal puede parecer insólita. Su única ventaja es la de evocar una espontaneidad que se opera naturalmente, sin que sea necesario recurrir a técnicas o a "instrucciones de uso". Las religiones vehiculan la oración. Se ha dado una gran importancia a la oración vocal. Se piensa de buen grado que las palabras -cargadas de energía- poseen por ellas mismas poderes. Tales procedimientos se emparentan más o menos estrechamente con la magia. Sin embargo la oración secreta no ha cesado de encender los corazones en estado de vigilia.

Entre las diversas tradiciones que incluyen la oración, el judeo-cristianismo tiene un papel esencial. Este aparece particularmente resaltado en los Salmos y los Profetas. "Que mi oración llegue a tu presencia", pide el salmista (88,3). El Eterno está abierto a la voz de la oración (cf. Sal. 66,19); él percibe la oración del justo (Prov. 15,29), del hombre desdichado y miserable (cf. Sal. 102,1; 102,18).

El Nuevo Testamento insiste sobre la necesidad de un contacto permanente con Dios. Pablo recomienda orar sin cesar (Tes. 5, 17). Yendo por delante de las criaturas, Dios las invita a responderle. Cristo se aleja de la multitud para orar y aconseja que uno entre en su habitación y cierre la puerta con el fin de entregarse a la oración. Habiendo sido conducido por el Espíritu Santo al desierto, Cristo será allí tentado por el diablo (Mat. 4, 1-2). En adelante la relación entre la oración y el desierto se presenta siempre con una faceta de sombra. Si el orante va a escuchar a Dios en su propio desierto, encontrará ahí necesariamente los "demonios" que no solamente le habitan sino que él alimenta.


EL DESIERTO

"Yo voy a seducirla, a conducirla al desierto, y hablar a su corazón" (Oseas 2,16). La nostalgia de lo divino es enseguida colmada. Tras la seducción, sucediendo a una sorpresa, una escucha se instaura. La oración designa al oído en estado de vigilia, pero el principiante lo ignora. Corre el riesgo de multiplicar las peticiones, de reclamar ayuda. No sabe que él está siendo visto por Dios.

Todo el problema de la oración se sitúa en este nivel preciso. Solo la transparencia permite ser visto. Y el hombre crea obstáculos por el grosor de su cuestionamiento y de sus parloteos. Mezcla la paja y el grano, la letra y el espíritu. Que se retire... y Dios podrá actuar en él. El itinerario de la oración no es nada más que un vacío de si mismo. Lo creado se aleja para dejar el lugar a lo divino.

Con el salmista, el amante de la soledad puede exclamar: "Huiré a lo lejos, me albergaré en el desierto" (Sal. 54,8). Dejar su morada a la manera de Abraham sin saber lo que se va a descubrir, partir fuera, a la aventura, hollando tierras desnudas, o también partir hacia adentro, al lugar secreto donde "verdea" lo divino. La soledad en tanto que acercamiento a una "terra incognita" se manifiesta siempre reveladora.

En la partida la angustia, incluso el terror. ¿No es el desierto un mar de arena o de piedra, testimoniando una intolerable desnudez?. "Tierra árida y barrancosa, tierra de sequía y de tinieblas, tierra que ningún hombre recorre, en la que ningún hombre se instala", dirá el profeta Jeremías (2,6). La soledad aleja las diversiones, pero no las destruye. El combate cuerpo a cuerpo comienza tras el desapegamiento del mundo exterior. La mente se aligera lentamente, mientras que el ego comienza a fundirse progresivamente gracias al calor del sol interior. Los comerciantes del templo, constituidos por los pensamientos inútiles, intentan ejercer su comercio. Las ilusiones abundan. Y las potencias de las tinieblas acosan al solitario. Estas le abandonarán cuando haya renunciado a si mismo, a sus sentidos exteriores, a todas sus pasiones y sus deseos, cuando haya comprendido que debe evadirse con el fin de dejar libre espacio a lo divino que no podría cohabitar con una criatura. Lo creado y lo increado no pueden emparejarse. Es por eso que el desierto y la soledad que le acompaña se presentan a la manera de una zambullida en el vacío, de una experiencia de vastedad que provoca un gemido: "Desde el fondo del abismo, he gritado hacia ti" (Sal. 130, 1). Y el abismo del fondo del hombre clama hacia el abismo divino: abyssus abyssum invocat (Sal. 42,8). Ciertos traductores harán alusión a chorros, a cataratas. Para que el Eterno devenga una "roca", un pasaje por lo torrentoso se comprueba como necesario. La vuelta a la fuente no puede efectuarse sin paso por el tumulto de los remolinos.

Osar descender al desierto interior, o también tener la audacia de iniciar la ascensión de la montaña de adentro. Estos movimientos que podrían parecer opuestos son idénticos. En el desierto, la teología especulativa encuentra la plenitud de su ejercicio. Todo deviene espejo (especulum), reflejo, eco, evocación del recuerdo del Eterno presente de una presencia, vivenciada como ausente porque ella no es necesariamente sentida. El solitario mezcla su voz al canto de la naturaleza, a los ritmos de las estaciones, a la explosión de la primavera y a la desnudez del invierno. Como no evocar aquí la oración del heliotropo de la que habla Proclo en el arte hierático de los Griegos. Esta oración se dirige al sol al que ella sigue en su movimiento orientándose hacia el. El sol terrestre simboliza el sol divino.

Ciertamente, el hombre del desierto no encuentra ninguna vegetación en una tierra privada de todo ornamento. Sin embargo se descubre portador en si mismo del universo, ¿no es él un microcosmos conteniendo al macrocosmos?. Hildegard von Bingen ha sabido magnificar un contenido tal. Es en el interior donde se manifiesta la inmensidad de lo creado y su belleza.

Además, la teología especulativa se adhiere al termino specula cuya significación hace referencia a un lugar elevado de observación, a una montaña, el Sinaí, el Horeb, el Thabor. El monte secreto del interior coincide con una elevación, un cambio de nivel que comporta una distancia con respecto al valle, allí donde la multitud se apretuja. Ezequiel dirá: "montañas, escuchar" (33,28). El Eterno se sitúa simbólicamente sobre la montaña santa (Sal. 3,5: 19,1; 48,2, etc.). "Las montañas lanzan gritos de alegría" (Sal. 98,8), esas son sus plegarias, su acción de gracias. Ellas se estremecen de alegría (Isaias 55, 12), porque ellas devienen otros tantos caminos (Isaias 49,11).

El desierto es un lugar privado de caminos en el cual todo deviene vía de acceso. Tal es el misterio del desierto y de la oración brotante. En la privación de los caminos, en el seno de un perpetuo desenraizamiento exigiendo el rechazo de todo equipaje, es decir de toda posesión, de todo saber, de toda rutina, la existencia deviene novedad de vida. Y esta novedad comporta otro lenguaje en el diálogo de la oración, en el monólogo de las llamadas sucesivas y también en la vibración del silencio provocando el paso del tiempo a la eternidad.

La oración puede llevar consigo llamadas, demandas de socorro, el aligeramiento de una condición demasiado dura, el reconocimiento de los bienes recibidos. En el desierto interiorizado, la oración deviene una escucha y una visión, la oreja y el ojo se acompañan. "Escucha hija mía y ve" (Sal. 44,11): el oído se hace mirada contemplativa, él intelige hacia adentro. En ese instante, la oración suscita el asombro.

Un asombro tal nace del esplendor que se descubre: este escapa al decir y a la escritura. La oración deviene silenciosa. El miedo se disuelve. Ningún temor por el porvenir podría subsistir. El Eterno nutre el nómada del desierto, en el interior el lo protege, lo toma a su cargo y lo conduce.

Existen prefiguraciones del desierto judeocristiano y de la oración que todo desierto inspira. A ese respecto, el antiguo Egipto aparece particularmente fecundo.

En la Biblia, el Exodo enseña que las nupcias del Eterno con su pueblo bien amado tienen lugar en el desierto. Y es ahí donde se desarrolla la Alianza. No solamente los profetas celebran la importancia del desierto sino que Filón describe también su magnificencia. Su mensaje será retenido por los cristianos y servirá de comentario a los textos bíblicos que le conciernen. Filón, ese judío de nacimiento y de formación griega, va a operar un encuentro entre el Antiguo Testamento y la cultura filosófica griega. Poco a poco, se instaura una liturgia del desierto comportando oraciones exteriores e interiores, favoreciendo un comportamiento orientado hacia la dimensión divina. No obstante los evangelios no cantan al desierto a la manera de los profetas, ellos se refieren a la Antigua Alianza reteniendo el ejemplo de Cristo que se aleja de la multitud para orar y sufrir en el desierto las tentaciones del demonio. En el cristianismo, la era del desierto sucederá al tiempo de los mártires. Los cantos gozosos de los mártires serán reemplazados por el silencio y los ásperos combates llevados contra las pasiones.

El siglo IV estará marcado por una oleada hacia los desiertos con el fin de dejar un mundo poco propicio a la oración y a la meditación. La expresión "Padres del Desierto" se presenta en la Historia Lausiaca de Palladius, ella concierne a los eremitas de final del siglo III, y sobre todo de los siglos IV y V. Antonio el Egipcio (nacido hacia el 250) será considerado como el padre del eremitismo cristiano. La conversión del corazón y de las costumbres se continúa todo a lo largo de la existencia. En el desierto, la metanoia, comprendiendo muertes sucesivas en las que se "muere sin expirar", como lo dirá más tarde Hedewiych, quita a la muerte física su habitual impacto. Los solitarios se reunían en la synaxis dominical. La oración común era lo más a menudo seguida de una comida fraternal. Los eremitas son discretos sobre su oración íntima. Ella forma parte del "secreto del rey". Ella brota del corazón y no pasa necesariamente por los labios. Pero el Eterno las percibe.

La literatura del desierto es accesible gracias a las Sentencias de los Padres del Desierto llamados Apophtegmas. En nada se asemejan a un discurso. Se trata de frases breves, llamadas lo más a menudo "palabras de salvación" ya que ellas responden a la demanda de los visitantes sugiriendo a los hombres de experiencia el emitir una palabra esencial que ellos puedan meditar e intentar vivir. Los eremitas eran invitados a mantenerse atentos a su maestro interior. A falta de preparación, corrían el riesgo de caer en la ilusión, de ahí la importancia de un guía autorizado. Cada uno podía adoptar una manera de orar según su propia singularidad. "El Anciano", tal era el nombre dado al eremita dotado de experiencia, se expresaba con pocas palabras. Ningún parloteo sobre la oración. Como un hermano se inquietaba al abandonarse constantemente a las distracciones mientras la oración, el Abba Poemen le aseguró en una sola frase: "Tu no puedes impedir que las distracciones te atreviesen el espíritu más que retener el viento".

A causa de su número, los eremitas se agruparán. Se tratará para la mayoría de un eremitismo mitigado. Por prudencia, en razón de los peligros surgidos de un eremitismo total, un paso por el cenobismo será aconsejado. A final del siglo XI los cartujos devendrán los sucesores de los eremitas. Se podrá entonces asombrarse de la importancia dada a la oración vocal. Aparte de las vísperas, el oficio de noche (maitines y laudes), la misa conventual, los cartujos recitan el oficio en su celda. En razón del perfecto mutismo al cual está consagrada su existencia, las palabras pronunciadas por la oración de los salmos les ayudan a conservar un equilibrio siempre difícil de mantener, pero ellos no hablan más que a Dios. Fuera de las Horas monásticas, su vida se instala en una oración silenciosa. El Espíritu Santo ora en ellos y su labor consiste en limpiar todo aquello que podría molestar su ejercicio. La oración de los cartujos se presenta como un estado de silencio sucinto a toda formulación. En cuanto a los eremitas que perduran en todas las épocas, estos adoptan el modo de oración que les resulta conveniente. La oración de los eremitas no podría adaptarse a un sistema. Sin embargo, por prudencia, ella se rodea de una ascesis rigurosa. Si no las ilusiones se multiplicarían. El desierto favorece los espejismos, las alucinaciones, el desbordamiento de la imaginación.


LA ORACIÓN Y EL SILENCIO

Cuando el amigo del desierto penetra en su fondo, al término de una ascensión, no podría él explicar lo que descubre allí. Las palabras le parecen privadas de una significación adecuada. Anteriormente, para emplear el lenguaje de Pablo, él distinguía por espejo y enigma. En adelante todo bascula.

El está morando en mi Casa
Yo le hablo boca a boca
En la evidencia, en enigmas,
Y él ve el rostro del Eterno. (Num. 12, 7-8)

Se trata de un desvelamiento, de una revelación nueva. A la petición sucede una escucha resultante de una vigilia amorosa:

Escucha hijo mío, y aprende la sabiduría
Y vuelve a tu corazón atento...
Yo te descubriré una doctrina pesada en la balanza
Y te haré conocer una ciencia exacta. (Ecl. 16, 12)

La escucha exige silencio. Ya no es necesario expresar la menor demanda, toda petición se mostraría superflua. La oración consiste en dejar la obra del interior desarrollarse. Interpelar lo divino, mendigar su ayuda, le supondría afuera. Lo Divino no es ya más lo todo otro, no se sitúa en la lejanía. El está ahí, más próximo de mi mismo que mi mismo. Eckhart lo enseña, lo divino no opera más que en uno mismo. El orante comprende que el estado de oración consiste únicamente en una presencia. Orar es dejar el Espíritu Santo actuar, pastorear en toda libertad.

Desde el momento en que el hombre se retira de si mismo, todo cambia. Anteriormente la soledad podía parecer espantosa, incluso inhumana. Privado de consolación sensible, el solitario corría el riesgo de creerse abandonado de los dioses y de los hombres. Habiéndose retirado de la multitud, los placeres y las distracciones que normalmente la acompañan la había subrepticiamente dejado. El se sentía aislado. Súbitamente el desierto privado de agua ha devenido estanque (Sal. 107, 35), se transforma en vergel (Is. 32,15). Entonces el desierto y el país árido se regocijan, las aguas brotan y fluyen. En el seno de esta beatitud nueva, el orante se sabe amado y su repuesta aparece un "si" que deviene un estado permanente de oración.

La oración no es ya más que un "amen" a la revelación que se desarrolla, a la protección que le rodea por todas partes.

En el país de la estepa, el le adopta,
en la soledad resplandeciente del desierto.
El le rodea, el le eleva, el le guarda
como la niña de sus ojos.


El Eterno está solo para conducirle.


Ese "si" no traspasa la densidad del silencio. El silencio deviene un "si" de confiante ternura. Todo ocurre en el instante. El pasado se desvanece. El porvenir no conlleva ningún terror porque la oración se adhiere a aquello que ha venido, viene y vendrá. Por su despliegue el "si", perpetua plegaria, toma una dimensión privada de toda frontera. El "si" destruye las barreras, desmantela las fortificaciones. Esta plegaria se instala como un río, fluye... y la oración no siente más la necesidad de adaptarse a una forma litánica.

Una oración formandose en un "si" devenido silencioso, proseguirá tras la muerte física, como una corriente que se despliega...

Silencio de una plegaria que no tiene ya más nada que expresar. Situada en el hecho de un amor cognoscente y de un conocimiento amoroso, el "si" de la oración se esboza como una sonrisa.

Así la oración se presenta como una sonrisa maravillada. En el desierto de si mismo, el orante se sitúa más allá del sufrimiento y de la alegría, más allá de la soledad, más allá de lo creado, más allá de la luz y de la noche, más allá del desierto y del valle. Nada más que un despliegue del misterio de la Presencia.

Este estado de oración provoca una revelación continua. Todo se desvela y el orante se encuentra conducido de descubrimiento en descubrimiento.

No separando el amor de Dios del de los hermanos, el contemplativo lleva al mundo en su corazón. Aquellos que saben orientarse hacia lo esencial se encuentran colmados.

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Noche activa del espíritu
(cap.22 8-10)

por San Juan de la Cruz

Y éste es el sentido de aquella autoridad con que comienza San Pablo a querer inducir a los hebreos a que se aparten de aquellos modos primeros y tratos con Dios de la ley de Moisés y pongan los ojos en Cristo solamente, diciendo: Lo que antiguamente habló Dios en los profetas a nuestros padres de muchos modos y de muchas maneras, ahora, a la postre, en estos días nos lo ha hablado en el Hijo todo de una vez (Heb. 1,1). En lo cual da a entender el Apóstol que Dios ha quedado como mudo y no tiene más que hablar, porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en él todo, dándonos al Todo, que es su Hijo.

Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra cosa alguna o novedad. Porque le podría responder Dios desta manera, diciendo: Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en él, porque en él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas. Porque tú pides locuciones y revelaciones en parte, y, si pones en él los ojos, la hallarás en todo, porque él es toda mi locución y toda mi revelación; lo cual os he ya hablado, respondido, manifestado y revelado, dándoosle por Hermano, Compañero y Maestro, Precio y Premio.

Porque desde aquel día que bajé con mi Espíritu sobre él en el Monte Tabor, diciendo: "Este es mi amado Hijo, en que me he complacido; a él oid" (Mt 17,5), ya alcé yo la mano de todas esas maneras de enseñanzas y respuestas y se la dí a él. Oídle a él, porque yo no tengo más fe que revelar, ni más cosas que manifestar; que si antes hablaba, era prometiéndoos a Cristo; y si me preguntaban, eran las preguntas encaminadas a la petición y esperanza de Cristo, en que habían de hallar todo bien, como ahora lo da a entender toda la doctrina de los evangelistas y apóstoles; más ahora, el que me preguntase de aquella manera y quisiese que yo le hablase o algo le revelase, era en alguna manera pedirme otra vez a Cristo, y pedirme más fe, y ser falto en ella, que ya está dada en Cristo; y así, haría mucho agravio a mi amado Hijo, porque, no sólo en aquello le faltaría en la fe, más le obligaba otra vez a encarnar y pasar por la vida y muerte primera. No hallarás que pedirme ni que desear de revelaciones o visiones de mi parte. Míralo tú bien, que ahí lo hallarás ya hecho y dado todo eso, y mucho más en él.

Si quisieres que te respondiese yo alguna palabra de consuelo, mira a mi Hijo sujeto a mí y sujetado por mi amor y afligido, y verás cuántas te responde. Si quisieres que te declare yo algunas cosas ocultas o casos, pon solos los ojos en él, y hallarás ocultísimos misterios y sabiduría y maravillas de Dios, que están encerradas en él, según mi Apóstol dice: " En el cual Hijo de Dios están escondidos todos los tesoros de sabiduría y ciencia de Dios (Col 2,3); los cuales tesoros de sabiduría serán para tí muy más altos y sabrosos y provechosos que las cosas que tú querías saber.

Que por eso se gloriaba el mismo Apóstol, diciendo que no había él dado a entender que sabía otra cosa sino a Jesucristo, y a éste crucificado (1Cor 2,2). Y si también quisieres otras visiones y revelaciones divinas o corporales, mírale a él también humanado, y hallarás en eso más que piensas, porque también dice el Apóstol: "En Cristo mora corporalmente toda plenitud de divinidad".

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por Marino Purroy


"Sin fe es imposible agradar a Dios" (Heb. 11,6). Y creer supone encontrarse con Dios y fiarse de él incondicionalmente, dejando que su palabra se adueñe de nosotros y nos empuje a aceptar su programa y sus planes.

María es la bendita entre las mujeres y la dichosa porque ha creído (Lc. l,42-45)
Ahí es precisamente donde radica la auténtica grandeza de María: en su fe inquebrantable. No en ver claro ni en entender el misterio en que vivió sumergida, sino en mantenerse fiel y serena en medio de la noche oscura de la prueba.

En seguir creyendo contra toda evidencia. En seguir esperando contra toda esperanza. En aceptar el misterio sin comprenderlo. En rendirse a la incomprensible voluntad de Dios plenamente segura y confiada, aún en los momentos de angustia, porque se ha perdido en sus brazos sin vacilaciones y le basta saber que son brazos amorosos de Padre que todo lo puede.

Ella no necesita saber el desenlace. Le basta saber que él lo dispone así. Es la sierva. No le toca a ella tomar iniciativas, ni responder del resultado favorable. Le corresponde sencillamente dar su sí, decir amén, aceptar ser su instrumento. Y lo hace a lo largo de toda su vida.

Contestó en la Anunciación: "Aquí está la esclava del Señor", y recorrió hasta la meta el desconcertante camino sin echar nunca pie atrás.

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por Jean-François Six


El fuego de Dios

El Abba al que debemos abandonarnos es fuego. Abandonarse a él es abandonarse a un fuego: "Yo he venido a traer fuego a la tierra" dice Jesús. Jesús encendió en la tierra el fuego de Dios. Los místicos se han comparado frecuentemente a maderas encendidas por el fuego de Dios.

Dios es un incendio. Y nos dotamos de un corazón antiinflamable. Tomamos toda clase de precauciones para que su fuego no prenda, para que su pequeña llama no penetre en la casa. Nos refugiamos en los lugares inaccesibles para él, pues ama el viento fuerte y lo que presenta resistencia, no lo que se repliega y escapa.
El fuego es la acción de Dios. Los que son discípulos del Dios de Jesús son sal que sirve a la vez para representar el sabor de Dios y para que su fuego prenda mejor. Dios es fuego porque es "Abba", plenitud de atención al hombre y su libertad. Dios quiere atravesar el muro de nuestra resistencia a dejarnos amar. Sólo el fuego puede realizar esta muerte-resurrección, esa transformación. Dios no sólo se revela al hombre por propia iniciativa, sino que es el primero en amar. No sólo mira el hombre, le escudrina y le reconoce, sino que fondea sobre él como el amor; un amor apasionado que quema inevitablemente y que quiere penetrar, invadir el otro.
Este fuego desconcierta por su dulzura, pero es fuego, sorprende por su discreción, pero es fuego, digno de admiración por su ternura, pero fuego, paz conmovedora, pero fuego. ¿Cómo se le puede reconocer?

En su paradoja. Dios se manifiesta a Elías no en el trueno y en los relámpagos, sino en un murmullo tenue. Se revela no a los fuertes y a los sabios, sino a los débiles y a los ignorantes, no a los virtuosos y a los fariseos, sino a las prostitutas y a los publicanos, no a los poderosos, sino a los niños.
Todo esto es desconcertante. El Dios de Jesús no respeta reglas. No da a cada uno según sus merecimientos. "Hace salir el sol sobre los buenos y sobre los perversos, hace llover sobre los justos y los injustos" (Mt. 5,45) Hace que se posen sobre la tierra el grano bueno y la cizaña. Y les regala su lluvia y su sol. Y Jesús insiste sobre esto... ¿pero con que finalidad? Para invitar a los hombres a actuar como él. "Amad a vuestros enemigos, orad por los que os persiguen"

El Abba distribuye desde siempre todo su amor. Lo prodiga con exuberancia sobre nuestras creencias y nuestra incredulidad, sobre nuestra generosidad y nuestros egoísmos. Puesto que el Abba no criba, sed como él, dice Jesús a los hombres, sed perfectos como él es perfecto. Jesús propone amar de manera absurda, sin hacer una criba previa, con una especie de gratuidad sin límites. Y por esta manera de ser, que va a contrapelo, accedemos nosotros a una vida superior. Sabemos muy bien que cuando vamos más allá de nuestra mentalidad contable, cuando damos al otro sin esperar una contraprestación, cuando perdonamos sin esperar una reparación... sabemos que estamos doblando un cabo, y experimentamos un gozo indescriptible.
Se nos pide entonces que comuniquemos a los otros lo que es Abba: un Dios que no se ocupa de la cizaña, de las debilidades, que no tiene una memoria mezquina y rencorosa como nosotros, los hombres. Es un fuego que quema todo a su paso, un fuego de alegría.

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Por Eloi Leclerc

"Hermano León, créeme, repuso Francisco; no te preocupes tanto de la pureza de tu alma. Vuelve la mirada a Dios. Admírale. Regocíjate de que él sea todo santidad. Dale gracias por él mismo. Eso, es hermanito, tener el corazón puro.

Y cuando te hayas vuelto así a Dios, sobre todo no vuelvas a tí. No te preguntes donde estás con Dios. La tristeza de no ser perfecto y de descubrirse pecador es también un sentimiento humano, demasiado humano.

Debes elevar tu mirada más alto, siempre más alto. Existe Dios, la inmensidad de Dios y su inalterable esplendor. El corazón puro es el que no cesa de adorar al Señor vivo y verdadero.

Se interesa profundamente por la vida misma de Dios y es capaz en medio de todas sus miserias de vibrar por la eterna inocencia y el gozo eterno de Dios. Semejante corazón está a la vez desprendido y colmado. Le basta que Dios sea Dios. Y en eso mismo encuentra su paz, todo su placer. Y Dios mismo es entonces toda su santidad.

- Dios sin embargo, reclama nuestro esfuerzo y nuestra fidelidad, observó el hermano León.

- Sí, no hay duda respondió Francisco. Pero la santidad no es una realización de sí mismo, ni una plenitud que uno se da. Es primeramente un vacío que se descubre y se acepta y que Dios viene a colmar en la medida en que uno se abre a su plenitud.
Mira, nuestra nada, si se la acepta, se convierte en el espacio libre en el que Dios puede todavía crear. El Señor no deja que nadie le arrebate su gloria.

El es el Señor, el Unico, el solo Santo. Pero él coge al pobre por la mano, le saca de su cieno y hace que se siente entre los príncipes de su pueblo a fin de que vea su gloria. Dios se convierte entonces en el cielo de su alma.

Contemplar la gloria de Dios, hermano León, descubrir que Dios es Dios,
eternamente Dios, más allá de lo que nosotros somos o podemos ser, es regocijarse plenamente de lo que él es, extasiarse ante su eterna juventud y darle gracias por él mismo, por su indefectible misericordia; tal es la exigencia más profunda de este amor que el Espíritu del Señor no cesa de difundir en nuestros corazones. Eso es tener el corazón puro. Pero esta pureza no se obtiene a fuerza de puños y de esfuerzos.

-¿Que hacer? preguntó León.

-Sencillamente, no hay que guardar nada de sí mismo. Barrerlo todo. Incluso esta percepción aguda de nuestra miseria. Dejar el sitio limpio. Aceptar ser pobre. Renunciar a todo lo pesado, incluso al peso de nuestras faltas. No ver más que la gloria del Señor y dejar que nos irradie. Dios existe; eso basta. Entonces el corazón se vuelve ligero. No se siente ya a sí mismo, como la alondra ebria de espacio y firmamento. Ha abandonado todo afán, toda inquietud. Su deseo de perfección se ha cambiado en simple y puro querer de Dios."

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martes, 2 de junio de 2009

Textos sobre la Santísima Virgen María





Señora de la escucha atenta.
Madre del buen oído.
Mujer del corazón abierto.
Virgen de los ojos profundos.
María de la total disponibilidad.
Arca de guardar palabras y secretos.
Patrona de la sorpresa y del desconcierto.
Camino recto del encuentro con El.
Lámpara encendida siempre.
Diccionario del silencio sin palabras.
Teóloga del SI.
Estáte a mi lado en la espera,
leyendo conmigo los acontecimientos.
Acompáñame en la senda,
escuchando la Palabra.
Préstame tus palabras y tu fe,
modelando mi respuesta.
Entréname en la total disponibilidad,
para que la Palabra se cumpla en mí.
Enséñame a decir AMEN!

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por Hugo Mujica


María aparece como virgen, pero la virtud de su virginidad es precisamente su contradicción: virgen y madre. Fruto, don. La maternidad virginal dice que como Dios creó de la nada no hay nada que impida su creación, ni siquiera la nada. La nada no es vacío, es fuente cuando se abre a Dios, cuando se abre espacio de recepción, espacio para su manifestación.
La debilidad no es carencia, es flexibilidad, tierra propicia para ser sembrada, flexibilidad, no dureza. María, Virgen, es en función de una mayor recepción, una recepción que se entrega a la fecundidad, que fecunda lo que entrega. Una virginidad no como conservación, como entrega: maternidad. En ella, María, aparecen cristalinas las dos principales estructuras de lo humano: la receptividad y la donación, la acogida y la entrega, la virginidad y la maternidad.
Si bien en la tradición bíblica Dios no aparece únicamente bajo el lenguaje masculino, a veces se le compara a una madre, o se lo equipara con la sabiduría, que es mujer; es en María, efectivamente, donde lo divino se recibe en femenino, donde el poder omnipotente se vuelve ternura, donde la ley se abre incondicionalidad.
Si bien esto no es dogmático, es existencial: experiencia sentida. Es lo que la fe sencilla recibe: en María Dios abraza... es Madre. Una madre que no guarda para sí, que lleva al padre, pero que al acercarse no nos deja solos, está allí, por si necesitamos su intercesión. Creo que este sentimiento, esta cercanía de lo incondicional, es lo femenino, es María.
María sigue siendo presencia, incide, señala... Y sobre todo, para los hombres y mujeres de fe, acompaña. Imagen por antonomasia de la fecundidad de la pobreza, de la posibilidad de lo imposible. Imagen de la riqueza de recibir, de la libertad de abrirse al don. Don de Dios, de la vida, del otro...
La parquedad de datos que tenemos de María es más revelación que carencia. Da la vida y acompaña en la muerte. Como la madre tierra da y acoge: está allí. También calla, pero escucha, está, atraviesa el origen y llega hasta el destino, pero sin ocupar lugar: lo cede, acompaña. Y así, por no haber estado en el centro llega a ser central en la historia. Paralela a su virginidad que no es esterilidad sino fecundidad, su marginalidad señala un camino: la marginalidad, el margen del mundo del poder, es lo central para Dios.
Casi no habló, por eso seguimos hablando de ella. Su vida fue la entrega de una vida, por eso aún está.

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por Alessandro Pronzato


La vocación no es un hecho, es un acontecimiento. O sea, no es un episodio que se sitúa en el pasado, sino una realidad misteriosa que sucede y se descubre cada día.
Por esto "el llamado" debe relacionar sus acciones, sus vivencias, sus decisiones con esta realidad fundamental.
Vivir en conformidad con la llamada no significa poner esta llamada como un punto fijo, estático, al principio del propio itinerario. Sino que lleva consigo un compromiso capaz de hacer actual este acontecimiento inicial en la realidad cotidiana, de incorporar sus implicaciones a la trama de nuestros encuentros, de inspirarnos en ella a la hora de elegir, de profundizar en su misterio y desarrollar su potencialidad a través del estímulo de los azares de nuestra existencia.
Constituyendo un "acontecimiento", la vocación afecta al pasado, compromete al presente y nos proyecta hacia el futuro.
Siendo misterio, señala una realidad susceptible de profundizaciones siempre nuevas, de continuas exploraciones y de descubrimientos sorprendentes.
La vocación se convierte así en una realidad dinámica y misteriosa que se desarrolla y crece y va develándose poco a poco al ritmo de los sucesos.
La Virgen expresa perfectamente esta doble realidad de la vocación: acontecimiento y misterio.
Entre la anunciación y la asunción, entre la revelación inicial y el cumplimiento final, se da un largo proceso en que la Virgen, ha descifrado día a día, el plan de Dios y ha descubierto, progresivamente, su puesto en ese plan de Dios. El compromiso fundamental se ha concretado en una serie de compromisos particulares al sonar de las distintas "horas" de su vida.
Y las decisiones, las opciones sucesivas no han sido otra cosa que autentificaciones, confirmaciones de la opción, de la decisión inicial.
¡Cuántas anunciaciones, en la vida de la Virgen, después de la primera! Cada situación nueva era una anunciación. En Belén y en Egipto, en Nazaret y en Jerusalén, en Caná y en el Gólgota.
Y en cada anunciación, allí estaba su "SI".
En cada acontecimiento estaba su presencia.
"Se celebra una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús..." (Jn 2,1)
"Todavía estaba hablando a la muchedumbre cuando su madre y sus hermanos estaban fuera, aparte" (Mt 12,46)
Es significativo este estar fuera, aparte. Indica una postura de discreción, no absorbente por parte de María. Una capacidad de desaparecer para no estorbar al hijo...
"Junto a la cruz de Jesús estaba su madre..." (Jn 19,25)
En el cenáculo "estaban Pedro y Juan...en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús" (Hechos 1,13-14)
Así es como la fidelidad de la Virgen a su propia vocación se expresa de la manera más significativa por medio de su "estar". Un "estar" dinámico, allí donde se desarrolla el acontecimiento que la compromete.
Así pues María, a través de las sucesivas anunciaciones, apretaba entre sus manos el hilo conductor de aquel misterio que iba desarrollándose y que exigía su presencia.
Su vocación se precisaba día a día y ella descubría su sentido y su importancia en aquel sucederse de los acontecimientos.
Cada anunciación, con su correspondiente "sí", constituía una revelación parcial del misterio, que se unía con la precedente y quedaba abierta, disponible para la venidera.
María "conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón..."
O sea, unía, componía en su interior las piezas de un mosaico que iba completándose poco a poco.
Su postura típica, era, precisamente, la atención.
La atención al misterio.
La atención a los varios acontecimientos para descifrar su significado y captar su relación con el misterio.
La atención al propio compromiso que iba renovando en cada situación, para no quedar al margen del "juego de Dios".
Esta atención es una característica fundamental de su fe. Abandono y conciencia clara. Discreción y presencia. Sintonía con lo eterno. Y sintonía con las horas de la historia. Confianza y lucidez.
María es una "vidente" porque cree.
Ve perfectamente porque, a la luz de la fe, busca y descubre su puesto -nada confortable por cierto- en el itinerario imprevisible del hijo.
"Nuestra Señora de la Atención" es la única criatura que no defrauda ni las esperas de Dios ni las esperas de los hombres.
No nos queda sino pedir a la Virgen "Nuestra Señora de la Atención" que nos haga descubrir el sentido dinámico de nuestra vocación. Para que no quede reducida a un hecho, aunque sea fulgurante, pero anclado en el pasado, sino que se adquiera las dimensiones de un misterio que se descubre cuando se vive conscientemente y en la imprevisibilidad de los compromisos de cada día.
Que nuestro "sí" inicial obtenga la garantía de los numerosos "sí" exigidos en las múltiples "horas" de nuestra vida, que exigen nuestra presencia, nuestra atención y nuestro estupor.
Que nos convenza de que nuestra vocación, como la de cualquier cristiano, "no va jamás para atrás sino siempre hacia adelante".
La vocación que no sea sopresa continua, revelación progresiva, es una vocación bloqueada en el punto de arranque.
O sea, un "sí" que no ha continuado. Y todos se sienten -y con razón- traicionados.

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por Philippe Ferlay


Decía K.Rahner que la teología se hace de rodillas, orando al Viviente. Nosotros no oramos al Espíritu Santo como a alguien exterior a nosotros, sino como a aquel que habita en lo más íntimo de nosotros. Escuchamos el murmullo de la fuente que brota en nuestro corazón y que dice sin cesar: "Ven hacia el Padre".

Dios Espíritu Santo nos vuelve hacia el Padre haciendo de nosotros hijos en el Hijo. Como un paciente escultor, va moldeando en nosotros la imagen del Hijo. Pero trabaja a partir del modelo, con los ojos fijos en esta imagen rutilante que es Jesús de Nazaret. Por esta razón olvidamos con tanta frecuencia al Espíritu, de tanto que conduce una vez y otra a Cristo.

Debemos gracias a él, reproducir en nosotros la imagen de Jesús:

"Dios todopoderoso, Padre misericordioso, haz que estemos atentos por tu Espíritu Santo, a fin de que aprendamos, por la predicación de tu Palabra, a conocer tu santa voluntad y a regular nuestra vida por las enseñanzas de tu Evangelio. Obra esta gracia en nosotros por el amor de Jesucristo, tu hijo, nuestro Señor, amén."

Jesús nos ha hablado del Padre: "Todo lo que he aprendido del Padre, os lo he hecho conocer" Y el Espíritu nos recuerda las palabras de Jesús. Deberíamos invocar siempre a Dios Espíritu Santo cuando abrimos el Libro. Es él quien hace de las frases de la Biblia una Palabra capaz de convertir nuestros corazones. "El os recordará todo lo que yo os he dicho". No se trata de una memoria muerta, estereotipada. Se trata de una persona viva, que se dirige a nuestra persona, que le dice que esta palabra le concierne, para su corazón y para la paz de su corazón.

Es el Espíritu quien permite que el Libro no sea un tesoro muerto, conservado en las bibliotecas de las Iglesias, sino una semilla viva sembrada a todos los vientos de la historia y que continúa dando fruto.

El Espíritu provoca y sostiene la oración de los hijos. Aunque le oremos muy raramente, es en él y gracias a él como podemos hacer nuestra la oración de Jesús: "Abba, todo te es posible, que se cumpla tu voluntad". Existe en la oración del cristiano esa entrega de sí mismo entre las manos de Dios, porque es reconocido como Padre, como lo es de su Hijo eterno. San Agustín explica muy bien esta estructura viviente de la oración cristiana. La oración se dirige espontáneamente a lo divino y le pide que sea favorable, que pliegue su voluntad en conformidad con nuestro deseo. La pedagogía cristiana nos conduce a invertir este movimiento con una total confianza: "Padre, que mi voluntad se pliegue a tu querer, porque estoy seguro de que me amas y que quieres mi bien".

Dios Espíritu Santo educa en nosotros la actitud filial. Ya no somos siervos, para vivir aún en el temor. Jesús ha hecho de nosotros hijos libres, que se dirigen al Padre llamándole: Abba.

María, Madre de Jesús y Madre nuestra, es la educadora de esta docilidad al Espíritu. Es Madre de Cristo y se deja santificar por aquel que lleva en sus entrañas y que entrega al mundo. No se convierte en Madre de Cristo para dominarlo o llevarlo allí donde le parezca, sino para dejarse llevar por él por los caminos que quiere el Padre.

Su único deseo es hacer lo que Dios quiere y cumplir, del modo que quiere el Padre, la obra de la misión. "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". Y es en la docilidad al Espíritu como María acompaña a Cristo durante su misión, como ella se une a su ofrenda en el calvario, y como se convierte en Madre de la Iglesia y de la humanidad recibiendo de nuevo el Espíritu en el cenáculo.

María no nos habla de Dios Espíritu Santo, pero nos enseña a serle dóciles. Nos enseña, que el sentido de la aventura espiritual es dejarnos guiar por Dios y tenerle confianza. Ella comprende mejor que nosotros que Dios sabe adónde va, y que no quiere más que nuestro bien. Orar al Espíritu con María es crecer en la fe. Es aceptar las cosas cotidianas allí donde Dios nos ha colocado y desarrollarnos en el amor de una vida sencilla. Es reconocer que Dios es capaz de "hacer en nosotros grandes cosas", siempre que reconozcamos que ha "puesto los ojos sobre la humildad de su esclava". Poco importa que seamos considerados o desconocidos, siempre que mantengamos nuestro sitio en la gran obra de la salvación.

Esta es la obra del Espíritu que pone todo en orden y que conduce todas las cosas a su mejor culminación. Sabe que todo existe en Cristo y para él, y coopera para que la obra sea plena y digna de Dios. Nos enseña a amar nuestro lugar, a no considerar las cosas a partir de nosotros mismos y a desear únicamente realizar un buen servicio.

El Espíritu es verdaderamente "el padre de los pobres" y debemos orarle para llegar a la pobreza espiritual. El es, en Dios mismo, el guardián eterno de la pobreza del Padrre y del Hijo el uno frente al otro. El nos enseña que la pobreza espiritual es el verdadero secreto de la felicidad del hombre. Es así como nos revela cuán verdaderamente ha sido hecho el hombre "a imagen y semejanza de Dios".

"Llamar al Espíritu pura y simplemente; una llamada, un grito. Como cuando estamos al límite de la sed, que no nos representamos ya el acto de beber en relación a nosotros mismos, ni siquiera en general. Nos representamos únicamente el agua, el agua tomada en ella misma, pero esta imagen del agua es como un grito de todo el ser."

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por Jean Lafrance



La devoción apunta a nuestra oración a María, mientras que el abandono evoca lo que fue la ley fundamental de su vida, su obediencia en fe que corresponde a lo que dice al ángel. "Hágase en mí según tu palabra". Esto es lo que más me ha impresionado en la vida de los grandes devotos de María, y lo que nosotros podemos experimentar cuando nos la llevemos a nuestra casa, como hizo San Juan siguiendo el deseo de Jesús. (Jn. 19,27). Es una iniciación a la renuncia de nuestra propia voluntad para abandonarnos en todo momento a la voluntad de Dios.

Tengo que confesar que me resultó asombroso hacer esta experiencia porque comprobé con terror y dicha como intervenía en todos los sectores de nuestra vida para guiarnos. Creo que incluso interviene más en los detalles mínimos de nuestra existencia que en los grandes acontecimientos en los que la voluntad de Dios se nos manifiesta por los mandamientos y los consejos.

María interviene para educarnos espiritualmente. Es como si Ella volviese a tomar uno a uno los acontecimientos de nuestra vida, sobre todo los más mínimos, para mostrarnos como hemos obedecido o desobedecido a las dulces sugestiones del Espíritu que murmura en nuestro corazón la voluntad de Dios. Se comprende que Ella actúe así en nosotros porque así actuaba cuando quería descubrir lo que Dios esperaba de Ella. Dos veces dice el Evangelio de Lucas: "María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón" Bajo la dulce presión del Espíritu, nos muestra lo que Dios hace en nosotros y lo que nosotros deshacemos o al menos contrariamos. Nos sugiere que hagamos cosas pequeñas, pequeñas renuncias, ya que no somos capaces de hacer las grandes.

Sobre todo nos hace descubrir nuestras infidelidades y pecados. Por ser la Purísima, la Inmaculada, Dios pudo reflejarse en Ella. Cuando nos miramos a través de su rostro, vemos las menores deformaciones y las manchas que ensucian el nuestro; Ella se apresura a invitarnos a la conversión, para que Dios pueda a su vez reflejarse en nosotros. A esto lo llamo hacer un pacto con la verdad, es decir confesar que entre Dios y nosotros hay obstáculos que no conocemos y que estorban su acción en nosotros. Si pedimos entonces a la Virgen que interceda por nosotros, pecadores, el Espíritu Santo puede hacer renacer la verdad en nosotros.

Lo mismo ocurre con las heridas del pecado e incluso con todas las demás heridas que proceden de nuestra educación, nuestra herencia y hasta de nuestras experiencias desgraciadas. Ella nos las recuerda, hace que las reconozcamos y al mismo tiempo, nos enseña la oración de intercesión para que la raíz que alimentaba el sufrimiento de estas heridas se difumine y desaparezca.

Estas heridas del pecado se convierten entonces en heridas de amor, cauterizadas por el fuego del Espíritu en la intercesión de María. Nos enseña también que nuestras heridas secretas son el reverso de una realidad más hermosa que constituye nuestra riqueza. Cuando nadie nos comprende, debemos ir a refugiarnos en María para recibir el consuelo del Espíritu.

Recibimos la gracia de curación siempre por la oración de intercesión y únicamente por la oración. Pero al pasar por María, recibimos además una gracia más importante, pues Ella tiene el arte de hacer de nosotros hombres y mujeres únicamente consagrados a la oración. No saldremos nunca de rezar a María sin haber recibido de Ella una palabra si sabemos escucharla. Ella tiene el arte de desvelar las cosas ocultas y secretas pero, al mismo tiempo, las reviste de la dulzura de su misericordia. Cuando cura una llaga, lo hace con tanta delicadeza y tanta dulzura que apenas se siente que su mano nos roza.

Es interesante ver como la Virgen educaba en la oración a Santa Catalina Labouré (a quien le manifestó y confió la difusión de la Medalla Milagrosa). Ella misma nos ha dicho cómo se ponía en oración de una manera sencilla, al alcance de todos:

"Cuando voy a la capilla me pongo delante de Dios y le digo: Señor, héme aquí, dame lo que quieras. Si me da algo, me pongo muy contenta y le doy las gracias. Si no me da nada, le doy gracias también, porque no merezco más. Después le digo todo lo que viene al alma; le cuento mis penas y alegrías y escucho. Si le escucháis, El os hablará también, pues con Dios hay que hablar y escuchar. El habla siempre cuando se va buena y sencillamente".

Cuando nos abandonamos totalmente a la voluntad de Dios, como lo hizo la Virgen y todos los que se consagraron a Ella, el mismo Señor empieza a guiarnos. La Virgen nos toma de la mano, como lo hace un maestro con su alumno, y nos muestra momento tras momento lo que el Padre espera de nosotros. Ahí se encuentran la verdadera paz, la alegría y la libertad.

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Todo creyente que se siente llamado a vivir de la oración incesante y a ser de esos elegidos que gritan a Dios día y noche mira hacia la Virgen. Experimenta que la Virgen es un misterio de predilección y que no se acerca uno a ella sin ser atraído por Jesús y sin haber recibido la gracia del Espíritu Santo.

Griñón de Monfort decía que el corazón de María era el oratorio en el que deberíamos hacer todas nuestras oraciones. Pero hay que cuidarse mucho de no materializar demasiado esta presencia o de imaginarla en un plano sensible. Cuanto más se hace sensible la Virgen a alguien, menos deja sentir su presencia. Es una de las leyes fundamentales de la vida mariana, aunque utilicemos expresiones como sentir, experimentar o percibir su presencia. Esta ley podría enunciarse así: cuanto más entra María en la vida de un creyente y ocupa un puesto importante en su oración, más es un “cero” para la experiencia sensible.

La razón de esta ausencia sensible estriba en la naturaleza misma de María y de su acción. Ante todo ella se eclipsa para dejar todo el puesto a su Hijo. Por eso los que han decidido consagrarse por entero a María en su oración, su ser y su actividad no tienen que temer en absoluto que vayan a quitarle algo a Dios, pues lo propio de María es eclipsarse para dejar que Dios sea Dios en nosotros. “Cuando tú llamas “María”, ella responde Dios” dice G. de Monfort. Ella es una presencia diáfana y traslúcida.

Con todo surge una cuestión. Puesto que esa presencia intensa es imperceptible para los sentidos, es preciso tener de una manera o de otra una cierta conciencia de ella. Creo que, en realidad, la percepción tiene lugar en un nivel distinto de la adhesión sensible; es también más activo, pues afecta a nuestra actividad de oración. Cuando María se instala en la mansión de un creyente, éste le reza cada vez más, o incluso experimenta que María reza siempre por él.

Pero esta oración no tiene nada que ver con efusiones sensibles; apenas osa uno decirle a María que la ama, como los niños pequeños hacen una señal a su mamá para llamarla en su socorro, así se le lanzan llamadas frecuentes y reiteradas en la recitación del Rosario. Esta oración es el atajo para unirnos a María y llamarla en ayuda nuestra, como ella hubo de rezar en el Cenáculo cuando pedía a Jesús que enviara al Espíritu Santo. Vista desde afuera, esta oración puede parecer sin sentido y puramente mecánica; pero es al mismo tiempo la oración de los pobres y de los pequeños; y es sabido que es grata a la Virgen, pues utiliza las palabras mismas de Dios para saludarla y proclamar su santidad.

Muchas veces no se piensa en lo que se dice, porque la gran volubilidad de nuestra mente nos distrae; sin embargo, uno se siente contento de haber pasado media hora con la Virgen, lo mismo que se proporciona alegría a un enfermo visitándole. Al acabar un Rosario, sobre todo si se reza completo, no se es ya el mismo; algo ha cambiado en nosotros. Somos más pobres, más pequeños, más anonadados; y, por tanto, estamos más cerca de la capitulación definitiva ante el amor de Dios, que se instala en nuestro corazón.

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Hay un episodio del evangelio de Juan en el que el acto de fe de la Virgen es la fuente de la fe de los discípulos: es el primer milagro de Caná. María comprende cada vez mejor que Jesús posee, en cuanto hijo de Dios como le había llamado el ángel, el poder divino. A este poder recurre en las bodas de Caná pues ninguna cosa es imposible para Dios.

Se puede decir que la fe de María, manifestada de este modo en Caná, es tan maravillosa como el milagro que provoca, pues precede a cualquier manifestación del poder milagroso de Jesús. Su fe es anterior a las señales y prodigios con los que afianzará la fe de sus discípulos. A María, antes que a nadie, se le aplica la palabra que Jesús dirigió un día al apóstol Santo Tomás tan lento para creer: "Dichosos los que no han visto y han creído"

Esta fe de María, tan audaz, no se deja quebrantar por la respuesta poco alentadora de Jesús: ¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora". Iluminada interiormente, comprende que su oración no es rechazada, sino que se le pone a prueba según la pedagogía divina de Jesús, que se complace en probar a los que recurren a él, para ahondar y elevar su fe. En efecto, cuando María pesar de una respuesta que parece negativa, dice a los sirvientes: Haced lo que él os diga atestigua que cree en la intervención prudentemente solicitada.

Hay que subrayar también la discreción de su oración, tanto más humilde en cuanto que es perseverante: se contenta con exponer a Jesús la situación en la que se encuentran los jóvenes esposos: No tienen vino. Espera una orden imprevista de su hijo, y temiendo que los sirvientes desconcertados, rehusen obedecer, les recomienda que sigan ciegamente lo que les diga aunque no comprendan el motivo. Testimonia así, como Abraham, su padre en la fe, la confianza inquebrantable en Jesús. Se da en su fe, por una parte, la certeza de que Jesús posee un poder sin límites y por otra parte, una esperanza absoluta y plena de abandono en su amor por los hombres a los que ha venido a salvar. Es la tensión dialéctica entre la omnipotencia de Dios y la obediencia de fe en su palabra.

Tenemos aquí una enseñanza capital: es significativo que el primer milagro de Jesús lo consiga una fe diligente y una oración perseverante. A lo largo de su vida pública, Jesús subrayará a menudo la importancia de la fe para conseguir sus gracias, hasta el punto que atribuye los favores solicitados a la fe de las personas que le piden: Tu fe te ha salvado! Que te suceda como has creído! Se maravilla de la tenacidad de la fe de la cananea que prolonga su oración hasta que ha conseguido lo que pide. Este primer milagro de Jesús muestra la importancia de la fe y de la oración, como primera cooperación del hombre al don de la salvación de Dios; ilustra también como la fe de María está en el origen de la fe de la Iglesia: es su fe la que provoca el milagro y éste enciende la fe en el corazón de los discípulos. San Juan que estaba presente subraya: "Y sus discípulos creyeron en él".

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María del silencio.
María de la espera.
María de la receptividad.
María del cuidado.
María de la atención.
María de la búsqueda.
María de la compasión.
María de la quietud.
María del dolor.
María de la oración.
María de la ternura.
María de la solicitud.
María de la añoranza.
María de la plenitud.
María de la confianza.
María de la luz.
María de la tierra.
María de la intercesión.
María, Madre de Jesús y Madre nuestra:


Sólo te invoco con estas humildes líneas porque no hay palabra en ningún idioma, que encierre por sí misma, profunda y bellamente la dimensión tierna de tu ser. Sólo dos letras te caracterizan y Dios no quiso que se necesitaran más de ellas para significar lo que representas: ¡¡¡SI!!!
Esta fue tu respuesta cuando el Espíritu Santo te cubrió con su sombra. Danos esa disponibilidad para aceptar en cualquier circunstancia el amor incondicional de Dios. Danos tu misma confianza para desear y esperar al divino Espíritu del Señor.
¡María!
Hoy te necesito más que nunca. Tú lo sabes.
Ruega e intercede ante Jesús por mí y mis seres queridos. Confío en tí porque sé que oyes y cuidas con especial esmero a cada uno de tus hijos.
¡María!
Gracias.

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María, en la aridez de mi desierto

por Jaume Boada i Rafí O.P.


Cuando la aridez de la arena del desierto se deja notar en tu vida.

Buscar el lugar del corazón, encontrarlo por el camino de la humildad, de la cruz y del silencio; aprender a vivir hacia dentro para después poder vivir desde dentro, tiene su momento de prueba: la aridez, el desánimo, esos tiempos en los que no "ves" a Dios, ni aparece la "luz" por ninguna parte.

Es cierto, el desierto es lugar de luz y de encuentro. En el silencio resuena siempre la Palabra. En el desierto revives el amor primero.

Pero hay veces en las que no sientes nada, no ves nada..., nada te dice nada. Incluso puede parecerte que Dios te ha abandonado. ¿Qué hacer entonces?...

Ante todo permanecer en la búsqueda y en la nostalgia de Dios..., sí en la insistente nostalgia de El. La "ausencia de Él" puede resultar dolorosa, pero nadie te puede quitar la añoranza de su presencia de luz y de amor. Has de saber vivir en la humildad del mendigo que espera pacientemente el don de la presencia que se hace sentir.

Mantente en la paz de reconocer que, aunque el desierto parece una llanura de arenas interminables, Él te hará encontrar un oasis que será para ti remanso de paz.

Y esperar..., permanecer a la puerta del templo, viviendo en la paz de saber que Él es siempre fiel. Y está..., aunque no lo veas.

No dejes de ofrecer a tus hermanos el don de la ternura. Si no la sientes, deséala y ofrécela. Recuerda que cuando tú das y ofreces amor, siempre recibes amor.

Acude a María, que en la aridez del desierto te cubrirá con el manto de la ternura.


El manto de la ternura


Tengo la imagen grabada en el alma. Es un pequeño calendario de propaganda misional. En la fotografía, una niña vestida con unas pobres ropitas acompaña a su hermano menor que está en el suelo, casi desnudo. A pie de foto se puede leer: "Lo cubrirá con el manto de su ternura".

Hoy me siento invitado a dejarme llevar por la "luz" del mensaje de la foto misional. Y por ello, me atrevo a invitaros a orar estas pobres palabras. Como María hizo con el cuerpo de Jesús Niño, cuando como madre amorosa lo cuidaba con ternura, o como en el momento en el que le entregan el cuerpo de Cristo después de ser desclavado de la cruz, yo te invito:

Cubre con el manto de tu ternura el camino que haces hoy en pobreza y en aridez, en sequedad y falta de oración, quizás consciente de tu falta de decisión a la hora de vivir la entrega, y de la debilidad de tu amor a Jesús.

Cubre con el manto de la ternura tus cansancios y tus rutinas, tus decepciones y tus frustraciones, tus devaneos y tus inconstancias, tu falta de ilusión y las incoherencias que pueda haber en tu vida.

Cubre con el manto de tu ternura tu vida entera. Sólo cuando descubras la necesidad de hacerlo, estarás en condiciones de reconocer que los hermanos esperan, tienen cierto derecho de esperarlo de ti; esperan, repito, y necesitan que les ofrezcas el don de tu ternura. Este don de la ternura forma parte de tu testimonio de Jesús, que has de vivir en plenitud para poderlo comunicar a tus hermanos.

Cubre con el manto de la ternura de Dios y de María, Madre de Misericordia, las pobrezas y limitaciones en las que vives, los motivos de desaliento y desesperanza. Cúbrelo todo con el manto de tu comprensión hecha ternura.

Cuando a tu lado veas a tu propio hermano, lastimado por la "desnudez", en la que le deja la consciencia de sus límites y siente en su alma la herida de la desesperanza o de la falta de ilusión: ¡cúbrelo con el manto de tu bondadosa ternura!

Cuando veas que a tus hermanos, y quizás al hermano que quiere aparentar más fortaleza, le lastima la soledad, ofrécele el aliento de tu cercanía; y si es sincera, le parecerá un festín de ternura.

Cuando veas que tu hermano no es feliz porque perdió el sentido de su vida, háblale de Dios, recuérdale el "amor primero" que, un día, le movió a la entrega total y convertir su seguimiento de Cristo en la opción esencial de su vida, y dile que ese Dios-Amor aún le espera, y sube todos los días la colina cercana, para gozarse viendo el retorno del "hijo pródigo". Si consigues que sienta deseos de volver a la casa del Padre, en comunión de amor total y plena con los hermanos, le habrás regalado el "vestido de fiesta" para el banquete de la ternura.

Cuando intuyas que entre tus hermanos se vive con timidez la ilusión del don de ser "hermanos" y el deseo de estar juntos para compartir un camino de vida por el Reino; cuando veas que no se habla de Dios con espontaneidad y se crean "islas"; cuando cunda el desánimo por el cansancio y la falta de hermanos que quieran compartir tu camino; cuando veas que hay desavenencias en tu entorno y la falta de cordialidad crea desunión; cuando encuentras que no se vive en el gozo y la alegría del Espíritu para ser vulnerables a la Palabra, a las necesidades de los pobres y al clamor de la vida, no lo dudes, con humildad y sencillez, sin hacerte notar, vete sembrando las tiernas semillas de tus pequeños gestos de amor, y verás cómo germinan en un inmenso manto de esperanza.

Cuando seas capaz de dar ternura, a pesar de la aridez de tu alma, descubrirás que tú mismo la recibes. Es Jesús el que te la hace vivir dentro de ti, y... dándola la recibes. La fraternidad en la que vives podrá ser entonces, la "tienda del encuentro" ante la que siempre pasa la "Brisa", donde es posible el don de amar y sentirte amado, donde se puedan expresar sinceramente las razones de la esperanza.

Cuando en tu discernimiento descubras que entre tus hermanos se respira un aire de poca confianza, o sientas que la desesperanza ante las dificultades crea un cierto ambiente de desánimo, siembra semillas de paz y de confianza en Dios, vive tú mismo en el abandono más total y pleno en las manos amorosas del Padre, invoca a María, y pídele que sea ella quien lo cubra todo con el manto de su Amor hecho ternura. Confía en el Señor..., ten ánimo..., sé valiente..., confía en el Señor.

Vive en el amor del Padre... Cree en la fuerza de la presencia del Espíritu, don de Cristo Resucitado, en ti... Cree, de verdad, que siempre tiene más fuerza el Amor. Déjate llevar por la fuerza del viento del Espíritu y no te olvides de cubrirlo todo con el manto de tu ternura hecha paz, confianza, paciencia, serenidad, constancia..., sabiendo que, si te mantienen en la fidelidad confiada en el "hoy", estás ya preparando un nuevo "mañana" lleno de esperanza.

Hoy, te propongo sólo una pregunta: ¿Hermano, sabes acogerte a la ternura de María y sabes ofrecerla a tus hermanos, cuando la aridez de la arena del desierto te hace vivir "como tierra reseca agostada sin agua"?... En todo caso, te invito a hacer esta oración:

Madre, cúbreme con el manto de tu mirada: "esos tus ojos misericordiosos". Lléname de la paz de tu amor, haz que "sienta" este amor. Hoy no me basta creer en Él, necesito sentir y saborear la ternura del Amor.

Háblame del amor y de la comprensión del Padre, de la presencia clara de Jesús, del don del Espíritu.

Tú, que cubriste con el manto de tu ternura el cuerpo de tu Hijo entregado, abandonado, muerto; Tú, que te gozaste al contemplarlo resucitado y glorioso; Tú, que acompañaste a los hermanos de la Iglesia naciente en la espera del Pentecostés del Espíritu...

Tú, eres siempre Madre tierna, que miras con especial amor a los más necesitados de tus hijos: ¡cúbreme con el manto de tu ternura!

Sólo cubierto con el manto de tu ternura podré vivir con el alma llena de paz, a pesar de la aridez de la arena de mi desierto. Sólo cuando sienta tu presencia de Madre, sí, tu presencia amorosa en mi camino, podré revivir el don de Dios y reencontrarme con la fuerza que necesito para caminar, y para ser entre mis hermanos sacramento del amor y de la esperanza.

Para ser ante los pobres y necesitados, los carentes de amor y los excluidos, a los que me siento enviado desde mi opción por Cristo, testigo claro y palpable de que la ternura de Dios es siempre aliento nuevo para quien lleva el peso de la cruz...


Aprendiendo el arte de "dejarse amar"


A partir de todo ello comprenderás la importancia que tiene aprender el arte de dejarte amar. Porque todo en tu seguimiento de Cristo nace de esta vida de unión con Él, de la experiencia de Él en la hondura de tu corazón. De Él recibes la fuerza y la vida, el amor y la gracia.

María, que ha cubierto tu pobreza con el manto de su ternura, y te ha invitado a vivir lo mismo con tus hermanos, te enseñará a entrar en el camino del Amor. Es el camino de tu propio corazón. Desde él aprenderás que es posible vivir siempre desde dentro. Porque por la ternura que te acoge en tu propio interior, te sentirás invitado a entrar y a establecer allí la "casa" de la que nace todo lo bueno que hay en tu vida.

Todo lo que quiero decirte, corazón a corazón, con mis palabras, con mis miradas, con mis gestos, también con mi silencio y con mi presencia, es sólo esto:

"Entra sí, entra serenamente, sin prisas, desde tu silencio y desde tu deseo. Entra en esta experiencia interior que te propongo. Vive en esta experiencia de la oración "hacia dentro". Verás que no es egoísta hacerlo, porque después tendrás la ocasión de ofrecer a los hermanos y a la vida lo mejor de ti mismo, porque todo lo que digas y hagas nacerá desde dentro. Ya no dirás "palabras huecas", ni "gestos vacíos" de contenido. Toda tu vida será sincera porque nacerá del hondón de tu alma".

Verás de esta manera que tu vida de opción por Cristo queda plenificada y enriquecida, y todo lo que hagas por dar y darte será tu verdadera proyección, porque nace de dentro.

Cava y ahonda hasta las profundidades de la tierra de tu alma para establecer en ellas las raíces de las que partirá tu anuncio evangelizador de testigo de Jesús.

Ábrete camino en silencio, dejando resonar en ti la Palabra, y a Cristo, Palabra del Padre. Busca serenamente su voluntad, y deja que el Espíritu guíe tus pasos.

Adora y confía, abandónate en las manos acogedoras del Padre, desde la experiencia de Cristo resucitado. Abandónate en sus manos, son manos de Padre, y déjate llevar... !

Ya verás cómo, poco a poco, todo lo que vas viviendo en tu ruta será para ti una experiencia "fundante", porque por ella y gracias a ella comienzas un camino nuevo. Será un punto de apoyo para emprender una nueva andadura y para seguir en ella.

Verás que Él es fiel..., y te espera siempre en el silencio, aunque ahora no lo "veas ", porque Él quiere llegar a tu habitación más íntima. Y quiere morar en tu miseria, porque te ama en ella. Te eligió porque quería que entraras a vivir en la mística del don de ser seguidor de Jesús desde una opción total por Él que da sentido a toda tu vida.

Él te habla cuando tú has descubierto en lo más íntimo de tu corazón y de tu ser ámbitos de silencio para el encuentro. El Señor se manifiesta cuando tú eres sensible a los gestos de amor que silenciosamente va sembrando en tu camino.

Sé sensible y vulnerable al amor, porque sólo aquel que es vulnerable al amor, tan vulnerable que hasta se deja amar, es capaz de amar de verdad, dando el alma y la vida por amor.

Este planteamiento espiritual da al camino que estás haciendo el valor de ser una experiencia fundante y transformante. Y ello supone que tú vivas en una apertura plena al Espíritu y en el silencio fecundo que te conduce a convertir a Cristo Jesús, al que celebramos resucitado, en el corazón de tu existencia, esto es, en el sentido que da unidad y armonía a todo lo que vives y a todo lo que haces, a todo lo que das y a todo lo que recibes, a todo lo que buscas y a cuanto esperas.

Para ello buscas vivir en el corazón del silencio, para alcanzar el silencio del corazón: es el silencio lleno de Amor. Porque sólo cuando hayas abierto la profundidad de tu corazón al amor de Cristo podrás decir que tu experiencia ha sido fuente e inicio de un nuevo camino, y sólo entonces podrás responder en la vida.

Sólo cuando has vivido en una experiencia profunda de tu propia pobreza e incapacidad...; o una y otra vez has comprobado la inseguridad que tienes en ti mismo, descubriendo, entonces que "Alguien" con un amor indecible te susurra en el alma una palabra de aliento y... puedes escucharla... y entenderla; sólo cuando, rendido ante la evidencia de tu "imposibilidad" de hacer más por amar y experimentar el amor, para dar y recibir amor...; sólo cuando ya se agotaron los recursos para intentar dar a tu vida un empujón definitivo, sólo entonces, podrás abrir tu alma a la experiencia fundante de reconocer que lo único que te queda es dejarte amar.

Deja que Él te ame y te guíe. Abandónate a su amor. Deja que Él te descubra que nadie mejor que el Amor podrá enseñarte a amar con un amor concreto, hasta llegar a convertir tu vida en el amor, en el mejor anuncio evangelizador.

Deja que Él te vaya mostrando, día a día, paso a paso, gesto a gesto, mirada a mirada, "presencia" a "presencia", el hermoso arte de dejarte amar. No esperes a estar rendido para entrar en la escuela en la que se enseña.

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Apotegmas

La literatura del desierto es accesible gracias a las Sentencias de los Padres del Desierto llamados Apophtegmas, de final del siglo III, ...