jueves, 4 de junio de 2009

Noche activa del espíritu
(cap.22 8-10)

por San Juan de la Cruz

Y éste es el sentido de aquella autoridad con que comienza San Pablo a querer inducir a los hebreos a que se aparten de aquellos modos primeros y tratos con Dios de la ley de Moisés y pongan los ojos en Cristo solamente, diciendo: Lo que antiguamente habló Dios en los profetas a nuestros padres de muchos modos y de muchas maneras, ahora, a la postre, en estos días nos lo ha hablado en el Hijo todo de una vez (Heb. 1,1). En lo cual da a entender el Apóstol que Dios ha quedado como mudo y no tiene más que hablar, porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en él todo, dándonos al Todo, que es su Hijo.

Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra cosa alguna o novedad. Porque le podría responder Dios desta manera, diciendo: Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en él, porque en él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas. Porque tú pides locuciones y revelaciones en parte, y, si pones en él los ojos, la hallarás en todo, porque él es toda mi locución y toda mi revelación; lo cual os he ya hablado, respondido, manifestado y revelado, dándoosle por Hermano, Compañero y Maestro, Precio y Premio.

Porque desde aquel día que bajé con mi Espíritu sobre él en el Monte Tabor, diciendo: "Este es mi amado Hijo, en que me he complacido; a él oid" (Mt 17,5), ya alcé yo la mano de todas esas maneras de enseñanzas y respuestas y se la dí a él. Oídle a él, porque yo no tengo más fe que revelar, ni más cosas que manifestar; que si antes hablaba, era prometiéndoos a Cristo; y si me preguntaban, eran las preguntas encaminadas a la petición y esperanza de Cristo, en que habían de hallar todo bien, como ahora lo da a entender toda la doctrina de los evangelistas y apóstoles; más ahora, el que me preguntase de aquella manera y quisiese que yo le hablase o algo le revelase, era en alguna manera pedirme otra vez a Cristo, y pedirme más fe, y ser falto en ella, que ya está dada en Cristo; y así, haría mucho agravio a mi amado Hijo, porque, no sólo en aquello le faltaría en la fe, más le obligaba otra vez a encarnar y pasar por la vida y muerte primera. No hallarás que pedirme ni que desear de revelaciones o visiones de mi parte. Míralo tú bien, que ahí lo hallarás ya hecho y dado todo eso, y mucho más en él.

Si quisieres que te respondiese yo alguna palabra de consuelo, mira a mi Hijo sujeto a mí y sujetado por mi amor y afligido, y verás cuántas te responde. Si quisieres que te declare yo algunas cosas ocultas o casos, pon solos los ojos en él, y hallarás ocultísimos misterios y sabiduría y maravillas de Dios, que están encerradas en él, según mi Apóstol dice: " En el cual Hijo de Dios están escondidos todos los tesoros de sabiduría y ciencia de Dios (Col 2,3); los cuales tesoros de sabiduría serán para tí muy más altos y sabrosos y provechosos que las cosas que tú querías saber.

Que por eso se gloriaba el mismo Apóstol, diciendo que no había él dado a entender que sabía otra cosa sino a Jesucristo, y a éste crucificado (1Cor 2,2). Y si también quisieres otras visiones y revelaciones divinas o corporales, mírale a él también humanado, y hallarás en eso más que piensas, porque también dice el Apóstol: "En Cristo mora corporalmente toda plenitud de divinidad".

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