viernes, 8 de julio de 2011

Alegraos en el Señor siempre, lo repito, alegraos. Que vuestra bondad sea notoria a todos los hombres (Filip. 4,4-5)
Hay que esperar a Jesús como al que debe venir a colmarnos, a llenarnos de alegría y paz. Sin esta espera viva y activa de Jesús es casi imposible vivir las bienaventuranzas, la pobreza, la pureza de corazón, la humildad, la misericordia. La presencia de Cristo dentro de nosotros mismos la expresa San Pablo en su carta a los Gálatas, capítulo 2, versículo 20: "Ya no vivo yo, pues es Cristo en que vive en mí".
En nuestra vida espiritual debemos mantener un doble movimiento, por una parte, el Señor se identifica con cada uno de nosotros y más especialmente, lo sabéis bien, con los pobres, con los pequeños, con los abandonados; es el capítulo 25 de Mateo: "Lo que hicistéis con uno de mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicistéis". Pero al mismo tiempo está siempre fuera de nosotros y le esperamos sin cesar: Dichoso aquel al que tu rostro ha fascinado!
"No os inquietéis por cosa alguna" es decir, no hagáis caldo de cultivo con vuestras preocupaciones. ¿Por qué? Porque el Padre ve y sabe lo que necesitamos. No preocuparse por el mañana es lo primero. Instintivamente sentimos miedo. En todas las circunstancias, dice Pablo. En la oración tomáis todas las circunstancias de vuestra vida que despiertan miedo en vosotros, que hacen que no os sintáis seguros del mañana o en todos vuestros trabajos previstos e imprevistos.
Pablo nos hace rezar en plena vida, con una oración arraigada en toda una existencia. En todas las circunstancias, en la acción de gracias, orad y suplicad para dar a conocer a Dios vuestras peticiones. Tenemos ahí el doble movimiento de la oración cristiana. Toda oración es alabanza, acción de gracias. Cuando se ha comprendido el poder de la alabanza y el poder de la acción de gracias, se comienza a mirar la vida más serenamente, con más paz. Habría que dar gracias por todo lo que Dios hace en nosotros, por todas las personas que nos encontramos, por todos los acontecimientos.
Además ""orad"". Para insistir, Pablo dirá: ""suplicad"" Por eso deseo insistir en la súplica, para dar a conocer a Dios vuestras peticiones. Cada vez que se trata de la oración en el Evangelio, se trata de la oración de petición. Se grita porque se siente una necesidad. Pensad en el amigo importuno, en la viuda importuna; son personas que piden. La súplica, pues, parece ser la piedra de toque de una vida de oración. ""Pide y recibirás"" Es importante suplicar en la vida y no tenemos excusas para no hacerlo, porque está al alcance de todos; dura un cuarto de segundo. No es dificil, pero al mismo tiempo es muy difícil, porque supone una actitud de pobreza, de humildad, de confianza. Es decirle: LO ESPERO TODO DE TI.

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