viernes, 1 de julio de 2011

Mi prójimo

Señor, escucha mis gritos, atiende a mis clamores, presta atención a mi plegaria, pues no hay engaño en mis labios.

Si quieres sondear mi corazón, visítame por la noche o pruébame con fuego.

Confirma mis pasos en tus caminos para que mis pies no vacilen.

Soy yo quien te llamo, esperando tu respuesta , oh Dios. Inclina a mí tu oído, escucha mi ruego.

Manifiéstate, Dios Misericordioso, que salvas a quienes confían en tu mano.

(Salmo 17)





No tendrás que temer desgracia alguna, pues contigo está Yavé, rey de Israel.

Ese día le dirán a Jerusalén: "¡No tengas ningún miedo, ni te tiemblen las manos!

Yavé, tu Dios, está en medio de tí como un héroe que salva, él saltará de gozo al verte a tí y te renovará su amor.

Por tí lanzará gritos de alegría como en los días de fiesta."

(Sofonías 3:15-18)





Señor, hoy estuve en la Santa Misa y tu Palabra no me fue indiferente. Me dejó su huella en el pensamiento y me hizo reflexionar. El sacerdote habló del prójimo y del amor que debemos prodigarle, cumpliendo así tu segundo gran mandamiento.
Señor, ¿quién es verdaderamente mi prójimo?



Que pregunta que me has hecho! Y me dejas contento por haberte interesado. Ya te hallas en el camino de descubrirlo y por lo tanto te bendeciré y te ayudaré a encontrarlo. No te será dificil, créelo.

Prójimo es cercanía. Es mirar a tu alrededor y descubrir a "una persona igual a tí" No importa el color, la edad, su estado, porque en Mí es tu hermano en el Amor.

Pero por estar cerca tuyo, todavía no es prójimo, tienes que romper la barrera invisible de la separación, la distancia y el temor. Cualquier actitud tuya, por mínima que sea, desde un pensamiento positivo hasta un hecho concreto, recién a partir de tu receptividad y tu mirada, en ese preciso instante lo conviertes en prójimo. Has podido mirar a tu hermano.

Pero mirarlo no es precisamente descubrirlo. Lo descubres verdaderamente cuando propicias un encuentro, un tú a tú, cuando trascendiendo el movimiento, te detienes y comienzas a amarlo. Luego el movimiento continúa, pero es necesario un momento preciso, brevísimo, donde te descentras de tí mismo y vas hacia él.

A veces puedes preguntarle simplemente ¿qué necesitas? otras, prontamente te adelantas a sus necesidades, estirando quizás tu cálida mano o brindándole lo que piensas que le hace falta.

Cada actitud de entrega, cada actitud de servicio a los demás, es un gran paso de tu amor. Sales de tí. Si te encierras en tí mismo, continuarás amando, pero a tí mismo, nada más. Si te abres, saliendo de tí mismo y si a su vez eres receptivo para que alguien pueda entrar en tí, el prójimo estará ante tu presencia.

Cuando des un vaso de agua a un sediento, cuando des un pedazo de pan a un hambriento, cuando visitas a un enfermo solitario y triste, cuando hablas con tu vecino, cuando llamas a un amigo, cuando le sonríes al colectivero, cuando haces un favor a tu compañero de trabajo, cuando juegas con tus hijos, cuando acompañas a tu esposa a su reunión preferida, cuando dices gracias, cuando haces un sacrificio sin importar la recompensa, cuando te comprometes con los derechos de los demás, cuando das testimonio de Mí, cuando piensas en los demás, cuando...ahí estará tu prójimo, a tu lado.

Ahora bien, cuando discriminas por el color, por el poder o la riqueza, por la vestimenta o por las diversas formas de pensar, vuelves a encerrarte en tí y amarte sólo a tí, aunque con un amor muy especial e individualista. Este no es el Amor de mi Reino, pues el amor siempre es de a dos, es una actitud de entrega a "un otro/a". Cuando dejas de dar agua a un sediento, cuando dejas de dar un pedazo de pan, cuando dejas de visitar a un enfermo, cuando dejas de dar gracias, cuando dejas de ayudar, cuando todo te es indiferente, y estableces la barrera y la pared de la incomunicación, cimentada con ladrillos de agresión, enojo y hostilidad, entonces ya no podrás ver a tu prójimo. Le has cambiado la denominación: Ahora se llama enemigo.

Pero yo he venido a enseñaros un camino, la buena nueva y si me escuchas rogaré al Padre, vendremos a tí, moraremos en tí y soplaremos el poder del Espíritu que cambiará tu corazón de piedra en un corazón de carne, que se volverá sensible para dar cabida a todos tus hermanos. Pídeme la gracia para que ensanche tu corazón y sientas el Amor misericordioso que te llevará a salir de tí para ir a tus hermanos.

Entonces a través de cada hecho que hagas a su favor, por pequeñísimo que sea, aprenderás a amar a tu prójimo como a tí mismo, y no habrá en tí otro sentimiento de orar día a día por los desamparados, por los enfermos, por los pobres, por los desconocidos y sufrientes, orando por toda la creación y cuando los ames con tal intensidad, tanto en el pensamiento como con tus actos, quizás algún día inesperado descubrirás mi Rostro en medio de todos ellos. Ese día quedarás sin palabras y muy perplejo, pues amándote te diré: Conmigo lo has hecho! Ven a mi lado y disfruta de mis delicias.

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