Si hay hombres que emplean su vida en rezar, es para mantener viva y activa esa fe que Jesús desea encontrar en el corazón de todos los suyos. Para comprender esto, hay que remontarse al corazón de la Trinidad y entender que Jesús, en cuanto hombre, ha sido el primero en orar sin cesar y sin desfallecer. El es nuestro modelo, el gran suplicante, nuestro Intercesor ante el Padre. En el corazón de los Tres, el Hijo es sin cesar colmado por el Padre; está en estado de perpetua escucha por su parte, porque él está en estado perpetuo de súplica por el suyo.
Y en medio de la tierra, Jesús no dejó de proseguir esta oración, esperándolo todo de su Padre, el ser como el obrar y devolviéndole sin cesar toda la gloria y todo el gozo. Suplicaba siempre en el tiempo y era escuchado a cada instante. Por eso podía decir: Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sé que siempre me escuchas.
Su oración era una respiración permanente, pedía el amor al Padre (por tanto, al Espíritu Santo) y al instante mismo el Padre escuchaba su petición, concediéndole el Espíritu. Su oración tenía la densidad de un instante, lo cual me permite decir que la respuesta estaba incluída en la petición. Por eso su oración era al mismo tiempo súplica y acción de gracias. Esto nos resulta difícil de comprender, porque vivimos en el tiempo y no vemos llegar lo que habíamos pedido, mientras que Jesús nos asegura que el Padre nos escucha siempre. Para nosotros, la oración está ligada al tiempo y por tanto a la perseverancia.
Cuando no vemos que ocurra algo es cuando más tentados nos sentimos a bajar los brazos. Sólo la fe puede mantenernos; por esto la cuestión que atormenta a Cristo es precisamente esta: ¿encontrará fe cuando venga a la tierra? ¿encontrará hombres que se mantengan y perseveren lo suficiente en la oración para creer que han sido ya esuchados?
La prueba de la fe perseverante autentifica la cualidad de la oración. Como en el perdón de las ofensas, al que la oración está ligada, se perdona una, dos, diez, setenta veces; pero un buen día se corre peligro de cesar. Por eso he sentido siempre admiración ante las palabras de K.Rahner, que me parecen la mejor definición de lo que es un hombre de oración: "Debemos ser hombres de Dios, y para decirlo más sencillamente, hombres de oración con el suficiente valor para arrojarnos en ese misterio de silencio que se llama Dios sin recibir aparentemente otra respuesta que la fuerza de seguir creyedo, esperando, amando y por tanto orando".
En el fondo, cuanto más se avanza en la vida de oración, más se penetra en el misterio del silencio de Dios. Uno mismo se ve reducido al silecio; no se sabe ya lo que hay que decir, e incluso pedir. Sin embargo, se está convencido en lo más hondo de que la oración es la única cosa importante, la única a la que vale la pena consagrarle la vida.
La gran cuestión es entonces la perseverancia: "Todos los cabellos de vuestra cabeza están contados" "Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas".
De vez en cuando el Señor se encarga de recordarnos nuestra poca fe y nuestro miedo a la oración: Hombre de poca fe... ¡Hombre de oración! Y entonces comprendemos nuestro verdadero pecado. La fe es el único combate de la vida: seguir creyendo que el Padre nos escucha y nos atiende cuando no se ve ningún resultado.
Me gusta invocar al Espíritu, pues él penetra el fondo del corazón, conoce todos mis deseos y formula al Padre una oración y una petición que corresponden a los designios de Dios. Y luego, naturalmente, está la Virgen Santísima. Jamás he recurrido tanto a ella como en estos momentos. Cada noche me despierto hacia medianoche para rezar los misterios gozosos. Creo que el Espíritu Santo y la Virgen son mis dos grandes intercesores orantes.
El poder del Espíritu a través de la oración y la súplica.
DIOS ES UN MISTERIO DE MISERICORDIA
viernes, 8 de julio de 2011
La necesidad de un cuarto de hora de oración al día.
No soy yo el que te da este consejo, sino la misma Santa Teresa de Avila. Había abandonado casi totalmente la oración después de su profesión en el Carmelo de la Encarnación de Avila y la vuelva a iniciar a los 28 años, a la muerte de su padre. A petición de sus hermanas carmelitas empieza a "escribir algunas cosas de oración". Se encuentra en ella una frase extraordinaria en la que dice esto: "Respondo de la salvación de aquel que haga un cuarto de hora de oración al día".
Para Teresa no se trata de un seguro de vida, sino quiere decirte sencillamente que si haces de verdad oración cada día, van a sucederte , la gloria de Cristo resucitado va a invadirte progresivamente y a la larga ahogará al hombre viejo. En esto sentido afirma que el pecado puede cohabitar en ti con la oración.
Teresa de Avila sabe muy bien que aumentarás la dosis. El Espíritu Santo te dará a gustar el agua viva y a diferencia de otras bebidas, no te saciarás nunca. La oración, cuanto más la posees, más la deseas. En el terreno de la oración, por el Espíritu Santo tú harás mucha oración. Pero empieza primero por un cuarto de hora. Luego, te apasionarás por la oración y presentirás, con deseo y temor que puede llegar a ser una vida interior a tu propia vida.
Ahora bien, si te propones hacer un cuarto de hora de oración cada día, puedes prever numerosas infidelidades; no hacerla, acortarla, o lo que es más peligroso, hacer como si la hicieses a tus propios ojos o ante los de Dios. Encontrarás muchas excusas: el trabajo, el cansancio, lo aburrido de la oración, la impresión de que pierdes el tiempo; en este terreno somos bastante imaginativos. Pero si has tomado la decisión de hacer oración cada día, hay una regla fundamental que podríamos enunciar así: las infidelidades no tienen ninguna importancia, con tal de que las reconozcas como tales y sobre todo que no te instales en ellas.
Si durante muchos meses no haces oración, pero estás atormentado por ello, estás salvado. Por el contrario, si haciendo oración, dejas penetrar en ti la turbación, estás en peligro. Estoy pensando en todos aquellos que afirman: la oración no es para mí, o vale más que entregarse a los demás que perder así el tiempo, o los que hacen objeciones más sutiles sobre la posibilidad misma de la oración o sobre la forma de hacerla.
Teresa define así la oración: "Tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama". Te invita sencillamente a dejar que la presencia trinitaria, que impregna el fondo de tu ser, suba a la superficie de tu conciencia para investirlo por entero de un sentimiento de alegría. Me dirás tal vez que la oración no es siempre para ti un tiempo de alegría, y es cierto pero poco a poco, irás distanciándote de lo que experimentas para poner únicamente tu alegría en Cristo resucitado.
La oración es el comienzo del cielo en tu corazón, pero el cielo no está nunca fuera de ti, está siempre escondido en el fondo de tu corazón y es de dentro de donde brotará el agua viva.
No soy yo el que te da este consejo, sino la misma Santa Teresa de Avila. Había abandonado casi totalmente la oración después de su profesión en el Carmelo de la Encarnación de Avila y la vuelva a iniciar a los 28 años, a la muerte de su padre. A petición de sus hermanas carmelitas empieza a "escribir algunas cosas de oración". Se encuentra en ella una frase extraordinaria en la que dice esto: "Respondo de la salvación de aquel que haga un cuarto de hora de oración al día".
Para Teresa no se trata de un seguro de vida, sino quiere decirte sencillamente que si haces de verdad oración cada día, van a sucederte , la gloria de Cristo resucitado va a invadirte progresivamente y a la larga ahogará al hombre viejo. En esto sentido afirma que el pecado puede cohabitar en ti con la oración.
Teresa de Avila sabe muy bien que aumentarás la dosis. El Espíritu Santo te dará a gustar el agua viva y a diferencia de otras bebidas, no te saciarás nunca. La oración, cuanto más la posees, más la deseas. En el terreno de la oración, por el Espíritu Santo tú harás mucha oración. Pero empieza primero por un cuarto de hora. Luego, te apasionarás por la oración y presentirás, con deseo y temor que puede llegar a ser una vida interior a tu propia vida.
Ahora bien, si te propones hacer un cuarto de hora de oración cada día, puedes prever numerosas infidelidades; no hacerla, acortarla, o lo que es más peligroso, hacer como si la hicieses a tus propios ojos o ante los de Dios. Encontrarás muchas excusas: el trabajo, el cansancio, lo aburrido de la oración, la impresión de que pierdes el tiempo; en este terreno somos bastante imaginativos. Pero si has tomado la decisión de hacer oración cada día, hay una regla fundamental que podríamos enunciar así: las infidelidades no tienen ninguna importancia, con tal de que las reconozcas como tales y sobre todo que no te instales en ellas.
Si durante muchos meses no haces oración, pero estás atormentado por ello, estás salvado. Por el contrario, si haciendo oración, dejas penetrar en ti la turbación, estás en peligro. Estoy pensando en todos aquellos que afirman: la oración no es para mí, o vale más que entregarse a los demás que perder así el tiempo, o los que hacen objeciones más sutiles sobre la posibilidad misma de la oración o sobre la forma de hacerla.
Teresa define así la oración: "Tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama". Te invita sencillamente a dejar que la presencia trinitaria, que impregna el fondo de tu ser, suba a la superficie de tu conciencia para investirlo por entero de un sentimiento de alegría. Me dirás tal vez que la oración no es siempre para ti un tiempo de alegría, y es cierto pero poco a poco, irás distanciándote de lo que experimentas para poner únicamente tu alegría en Cristo resucitado.
La oración es el comienzo del cielo en tu corazón, pero el cielo no está nunca fuera de ti, está siempre escondido en el fondo de tu corazón y es de dentro de donde brotará el agua viva.
Das un gran paso en la vida espiritual, cuando compruebas que todas tus resoluciones, deben transformarse en oración. Es la Virgen la que te va a ayudar a hacerte niño. "He aquí a tu Madre, en el seno de la cual debes entrar para encontrar la puerta del reino de los cielos y hacerte niño".
Sigue siendo Grignion de Monfort el que aconseja pasar por la Virgen para purificar todas tus peticiones. Te pones en sus manos para buscar a Dios. Para ir bajo el sol, es bueno ponerse a cubierto. La Virgen enseña la única actitud válida para entregarte totalmente a la acción de otro al cual no puedes controlar el ritmo, ni para aminorarlo, ni para acelerarlo.
Por eso, te invito a entrar en el movimiento de abandono por la oración a la Virgen. Importa poco la fórmula que emplees. Lo esencial es que te pongas en manos de otro y que le des carta blanca sobre toda tu existencia. Es como un cheque en blanco que tú firmas, dejando a Dios el cuidado de llenar la fórmula. A este nivel es al que tú haces pasar tu ofrenda por el corazón de la Virgen.
En tus relaciones con Dios todo es gratuito, aún el hecho de volverte a hacer niño. Dios te puede dar esto cuando él quiera, pero te pide que colabores en ello reconociendo con humildad la gratuidad de la gracia. La única manera de colaborar con este don de la infancia espiritual, es pedirlo: "Pide y recibirás, busca y encontrarás, llama y se te abrirá".
En la parábola del amigo importuno, Dios se compara a sí mismo con uno que no tiene ganas de dar, pero que acaba por cansarse de ser implorado sin cesar. Dios desea que le pidas y le importunes en la oración. Es la única manera de recibir este abandono, como un don gratuito.
Así es concretamente la oración: tú pides la gracia del Señor y le das gracias por habértela concedido. El gran movimiento de respiración de la oración, es la súplica y la acción de gracias. En un movimiento de aspiración, suplicas a Dios y tiendes hacia él. Y descansas esperando el don de Dios en la confianza, dándole gracias: es la espiración.
Este doble movimiento está muy bien señalado en el prefacio del Espíritu Santo: "Porque nos concedes en cada momento lo que más conviene y diriges sabiamente la nave de tu Iglesia, asistiéndola siempre con la fuerza del Espíritu Santo, para que, a impulso de su amor confiado, no abandone la plegaria en la tribulación, ni la acción de gracias en el gozo".
Te abandonas entonces en las manos del Padre, lo que equivale a decir que en el fondo de tu ser, los límites deben desaparecer y ante todo el límite entre el hecho de disponer de ti y el hecho de dejar a Dios disponer de ti. Tu deseo no es cumplir la voluntad de Dios, sino que esta voluntad se cumpla en ti. Es exactamente la tercera petición del padrenuestro: Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo (Mt.6,10). Es un deseo y una oración.
Renuncias a disponer libremente y dejas definitivamente a Dios que disponga de ti. Dejas al Señor que realice este abandono por su presencia: la Eucaristía; esto es comulgar de verdad. Es exactamente el "hágase en mí según tu palabra" de María, que creó en ella el espacio libre para que la palabra de Dios se hiciera carne. Sólo el amor puede empujar a un ser no sólo a darse, sino a abandonarse en Dios, a ponerse entre sus manos, sin medida, con una confianza infinita.
Entonces puedes hacer eucaristía y decir como el padre de Foucauld: "cualquier cosa que hagas de mí, te doy las gracias, estoy pronto a todo, acepto todo". Para abandonarte es preciso recibir una luz muy profunda sobre la dimensión infinita del amor de Dios para contigo y comprender que es Padre; desde ese momento, ya no se trata de caminar hacia Dios, sino de no decidir nada por uno mismo, de dejar el timón de la vida. Es una disolución de la voluntad en la de Dios. Es lo que santa Teresa de Lisieux llama el abandono y que le hizo decir después de haberse ofrecido al amor misericordioso: "Ahora, el abandono es lo único que me guía".
Sigue siendo Grignion de Monfort el que aconseja pasar por la Virgen para purificar todas tus peticiones. Te pones en sus manos para buscar a Dios. Para ir bajo el sol, es bueno ponerse a cubierto. La Virgen enseña la única actitud válida para entregarte totalmente a la acción de otro al cual no puedes controlar el ritmo, ni para aminorarlo, ni para acelerarlo.
Por eso, te invito a entrar en el movimiento de abandono por la oración a la Virgen. Importa poco la fórmula que emplees. Lo esencial es que te pongas en manos de otro y que le des carta blanca sobre toda tu existencia. Es como un cheque en blanco que tú firmas, dejando a Dios el cuidado de llenar la fórmula. A este nivel es al que tú haces pasar tu ofrenda por el corazón de la Virgen.
En tus relaciones con Dios todo es gratuito, aún el hecho de volverte a hacer niño. Dios te puede dar esto cuando él quiera, pero te pide que colabores en ello reconociendo con humildad la gratuidad de la gracia. La única manera de colaborar con este don de la infancia espiritual, es pedirlo: "Pide y recibirás, busca y encontrarás, llama y se te abrirá".
En la parábola del amigo importuno, Dios se compara a sí mismo con uno que no tiene ganas de dar, pero que acaba por cansarse de ser implorado sin cesar. Dios desea que le pidas y le importunes en la oración. Es la única manera de recibir este abandono, como un don gratuito.
Así es concretamente la oración: tú pides la gracia del Señor y le das gracias por habértela concedido. El gran movimiento de respiración de la oración, es la súplica y la acción de gracias. En un movimiento de aspiración, suplicas a Dios y tiendes hacia él. Y descansas esperando el don de Dios en la confianza, dándole gracias: es la espiración.
Este doble movimiento está muy bien señalado en el prefacio del Espíritu Santo: "Porque nos concedes en cada momento lo que más conviene y diriges sabiamente la nave de tu Iglesia, asistiéndola siempre con la fuerza del Espíritu Santo, para que, a impulso de su amor confiado, no abandone la plegaria en la tribulación, ni la acción de gracias en el gozo".
Te abandonas entonces en las manos del Padre, lo que equivale a decir que en el fondo de tu ser, los límites deben desaparecer y ante todo el límite entre el hecho de disponer de ti y el hecho de dejar a Dios disponer de ti. Tu deseo no es cumplir la voluntad de Dios, sino que esta voluntad se cumpla en ti. Es exactamente la tercera petición del padrenuestro: Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo (Mt.6,10). Es un deseo y una oración.
Renuncias a disponer libremente y dejas definitivamente a Dios que disponga de ti. Dejas al Señor que realice este abandono por su presencia: la Eucaristía; esto es comulgar de verdad. Es exactamente el "hágase en mí según tu palabra" de María, que creó en ella el espacio libre para que la palabra de Dios se hiciera carne. Sólo el amor puede empujar a un ser no sólo a darse, sino a abandonarse en Dios, a ponerse entre sus manos, sin medida, con una confianza infinita.
Entonces puedes hacer eucaristía y decir como el padre de Foucauld: "cualquier cosa que hagas de mí, te doy las gracias, estoy pronto a todo, acepto todo". Para abandonarte es preciso recibir una luz muy profunda sobre la dimensión infinita del amor de Dios para contigo y comprender que es Padre; desde ese momento, ya no se trata de caminar hacia Dios, sino de no decidir nada por uno mismo, de dejar el timón de la vida. Es una disolución de la voluntad en la de Dios. Es lo que santa Teresa de Lisieux llama el abandono y que le hizo decir después de haberse ofrecido al amor misericordioso: "Ahora, el abandono es lo único que me guía".
viernes, 1 de julio de 2011
Mi prójimo
Señor, escucha mis gritos, atiende a mis clamores, presta atención a mi plegaria, pues no hay engaño en mis labios.
Si quieres sondear mi corazón, visítame por la noche o pruébame con fuego.
Confirma mis pasos en tus caminos para que mis pies no vacilen.
Soy yo quien te llamo, esperando tu respuesta , oh Dios. Inclina a mí tu oído, escucha mi ruego.
Manifiéstate, Dios Misericordioso, que salvas a quienes confían en tu mano.
(Salmo 17)
No tendrás que temer desgracia alguna, pues contigo está Yavé, rey de Israel.
Ese día le dirán a Jerusalén: "¡No tengas ningún miedo, ni te tiemblen las manos!
Yavé, tu Dios, está en medio de tí como un héroe que salva, él saltará de gozo al verte a tí y te renovará su amor.
Por tí lanzará gritos de alegría como en los días de fiesta."
(Sofonías 3:15-18)
Señor, hoy estuve en la Santa Misa y tu Palabra no me fue indiferente. Me dejó su huella en el pensamiento y me hizo reflexionar. El sacerdote habló del prójimo y del amor que debemos prodigarle, cumpliendo así tu segundo gran mandamiento.
Señor, ¿quién es verdaderamente mi prójimo?
Que pregunta que me has hecho! Y me dejas contento por haberte interesado. Ya te hallas en el camino de descubrirlo y por lo tanto te bendeciré y te ayudaré a encontrarlo. No te será dificil, créelo.
Prójimo es cercanía. Es mirar a tu alrededor y descubrir a "una persona igual a tí" No importa el color, la edad, su estado, porque en Mí es tu hermano en el Amor.
Pero por estar cerca tuyo, todavía no es prójimo, tienes que romper la barrera invisible de la separación, la distancia y el temor. Cualquier actitud tuya, por mínima que sea, desde un pensamiento positivo hasta un hecho concreto, recién a partir de tu receptividad y tu mirada, en ese preciso instante lo conviertes en prójimo. Has podido mirar a tu hermano.
Pero mirarlo no es precisamente descubrirlo. Lo descubres verdaderamente cuando propicias un encuentro, un tú a tú, cuando trascendiendo el movimiento, te detienes y comienzas a amarlo. Luego el movimiento continúa, pero es necesario un momento preciso, brevísimo, donde te descentras de tí mismo y vas hacia él.
A veces puedes preguntarle simplemente ¿qué necesitas? otras, prontamente te adelantas a sus necesidades, estirando quizás tu cálida mano o brindándole lo que piensas que le hace falta.
Cada actitud de entrega, cada actitud de servicio a los demás, es un gran paso de tu amor. Sales de tí. Si te encierras en tí mismo, continuarás amando, pero a tí mismo, nada más. Si te abres, saliendo de tí mismo y si a su vez eres receptivo para que alguien pueda entrar en tí, el prójimo estará ante tu presencia.
Cuando des un vaso de agua a un sediento, cuando des un pedazo de pan a un hambriento, cuando visitas a un enfermo solitario y triste, cuando hablas con tu vecino, cuando llamas a un amigo, cuando le sonríes al colectivero, cuando haces un favor a tu compañero de trabajo, cuando juegas con tus hijos, cuando acompañas a tu esposa a su reunión preferida, cuando dices gracias, cuando haces un sacrificio sin importar la recompensa, cuando te comprometes con los derechos de los demás, cuando das testimonio de Mí, cuando piensas en los demás, cuando...ahí estará tu prójimo, a tu lado.
Ahora bien, cuando discriminas por el color, por el poder o la riqueza, por la vestimenta o por las diversas formas de pensar, vuelves a encerrarte en tí y amarte sólo a tí, aunque con un amor muy especial e individualista. Este no es el Amor de mi Reino, pues el amor siempre es de a dos, es una actitud de entrega a "un otro/a". Cuando dejas de dar agua a un sediento, cuando dejas de dar un pedazo de pan, cuando dejas de visitar a un enfermo, cuando dejas de dar gracias, cuando dejas de ayudar, cuando todo te es indiferente, y estableces la barrera y la pared de la incomunicación, cimentada con ladrillos de agresión, enojo y hostilidad, entonces ya no podrás ver a tu prójimo. Le has cambiado la denominación: Ahora se llama enemigo.
Pero yo he venido a enseñaros un camino, la buena nueva y si me escuchas rogaré al Padre, vendremos a tí, moraremos en tí y soplaremos el poder del Espíritu que cambiará tu corazón de piedra en un corazón de carne, que se volverá sensible para dar cabida a todos tus hermanos. Pídeme la gracia para que ensanche tu corazón y sientas el Amor misericordioso que te llevará a salir de tí para ir a tus hermanos.
Entonces a través de cada hecho que hagas a su favor, por pequeñísimo que sea, aprenderás a amar a tu prójimo como a tí mismo, y no habrá en tí otro sentimiento de orar día a día por los desamparados, por los enfermos, por los pobres, por los desconocidos y sufrientes, orando por toda la creación y cuando los ames con tal intensidad, tanto en el pensamiento como con tus actos, quizás algún día inesperado descubrirás mi Rostro en medio de todos ellos. Ese día quedarás sin palabras y muy perplejo, pues amándote te diré: Conmigo lo has hecho! Ven a mi lado y disfruta de mis delicias.
Si quieres sondear mi corazón, visítame por la noche o pruébame con fuego.
Confirma mis pasos en tus caminos para que mis pies no vacilen.
Soy yo quien te llamo, esperando tu respuesta , oh Dios. Inclina a mí tu oído, escucha mi ruego.
Manifiéstate, Dios Misericordioso, que salvas a quienes confían en tu mano.
(Salmo 17)
No tendrás que temer desgracia alguna, pues contigo está Yavé, rey de Israel.
Ese día le dirán a Jerusalén: "¡No tengas ningún miedo, ni te tiemblen las manos!
Yavé, tu Dios, está en medio de tí como un héroe que salva, él saltará de gozo al verte a tí y te renovará su amor.
Por tí lanzará gritos de alegría como en los días de fiesta."
(Sofonías 3:15-18)
Señor, hoy estuve en la Santa Misa y tu Palabra no me fue indiferente. Me dejó su huella en el pensamiento y me hizo reflexionar. El sacerdote habló del prójimo y del amor que debemos prodigarle, cumpliendo así tu segundo gran mandamiento.
Señor, ¿quién es verdaderamente mi prójimo?
Que pregunta que me has hecho! Y me dejas contento por haberte interesado. Ya te hallas en el camino de descubrirlo y por lo tanto te bendeciré y te ayudaré a encontrarlo. No te será dificil, créelo.
Prójimo es cercanía. Es mirar a tu alrededor y descubrir a "una persona igual a tí" No importa el color, la edad, su estado, porque en Mí es tu hermano en el Amor.
Pero por estar cerca tuyo, todavía no es prójimo, tienes que romper la barrera invisible de la separación, la distancia y el temor. Cualquier actitud tuya, por mínima que sea, desde un pensamiento positivo hasta un hecho concreto, recién a partir de tu receptividad y tu mirada, en ese preciso instante lo conviertes en prójimo. Has podido mirar a tu hermano.
Pero mirarlo no es precisamente descubrirlo. Lo descubres verdaderamente cuando propicias un encuentro, un tú a tú, cuando trascendiendo el movimiento, te detienes y comienzas a amarlo. Luego el movimiento continúa, pero es necesario un momento preciso, brevísimo, donde te descentras de tí mismo y vas hacia él.
A veces puedes preguntarle simplemente ¿qué necesitas? otras, prontamente te adelantas a sus necesidades, estirando quizás tu cálida mano o brindándole lo que piensas que le hace falta.
Cada actitud de entrega, cada actitud de servicio a los demás, es un gran paso de tu amor. Sales de tí. Si te encierras en tí mismo, continuarás amando, pero a tí mismo, nada más. Si te abres, saliendo de tí mismo y si a su vez eres receptivo para que alguien pueda entrar en tí, el prójimo estará ante tu presencia.
Cuando des un vaso de agua a un sediento, cuando des un pedazo de pan a un hambriento, cuando visitas a un enfermo solitario y triste, cuando hablas con tu vecino, cuando llamas a un amigo, cuando le sonríes al colectivero, cuando haces un favor a tu compañero de trabajo, cuando juegas con tus hijos, cuando acompañas a tu esposa a su reunión preferida, cuando dices gracias, cuando haces un sacrificio sin importar la recompensa, cuando te comprometes con los derechos de los demás, cuando das testimonio de Mí, cuando piensas en los demás, cuando...ahí estará tu prójimo, a tu lado.
Ahora bien, cuando discriminas por el color, por el poder o la riqueza, por la vestimenta o por las diversas formas de pensar, vuelves a encerrarte en tí y amarte sólo a tí, aunque con un amor muy especial e individualista. Este no es el Amor de mi Reino, pues el amor siempre es de a dos, es una actitud de entrega a "un otro/a". Cuando dejas de dar agua a un sediento, cuando dejas de dar un pedazo de pan, cuando dejas de visitar a un enfermo, cuando dejas de dar gracias, cuando dejas de ayudar, cuando todo te es indiferente, y estableces la barrera y la pared de la incomunicación, cimentada con ladrillos de agresión, enojo y hostilidad, entonces ya no podrás ver a tu prójimo. Le has cambiado la denominación: Ahora se llama enemigo.
Pero yo he venido a enseñaros un camino, la buena nueva y si me escuchas rogaré al Padre, vendremos a tí, moraremos en tí y soplaremos el poder del Espíritu que cambiará tu corazón de piedra en un corazón de carne, que se volverá sensible para dar cabida a todos tus hermanos. Pídeme la gracia para que ensanche tu corazón y sientas el Amor misericordioso que te llevará a salir de tí para ir a tus hermanos.
Entonces a través de cada hecho que hagas a su favor, por pequeñísimo que sea, aprenderás a amar a tu prójimo como a tí mismo, y no habrá en tí otro sentimiento de orar día a día por los desamparados, por los enfermos, por los pobres, por los desconocidos y sufrientes, orando por toda la creación y cuando los ames con tal intensidad, tanto en el pensamiento como con tus actos, quizás algún día inesperado descubrirás mi Rostro en medio de todos ellos. Ese día quedarás sin palabras y muy perplejo, pues amándote te diré: Conmigo lo has hecho! Ven a mi lado y disfruta de mis delicias.
Quiero nacer Señor!!!
Señor, te hablo bajito para que no me escuche mi madre. Te quiero contar algo y por favor ayúdame cuanto antes. He sentido hablar a mamá y papá y decidieron que no nazca. Han discutido, han peleado con gritos muy fuertes porque no están muy de acuerdo, pero creo que ya han llegado a la decisión y van a matarme.
Ni te imaginas como me siento acá, solito, solito, desamparado totalmente y con una tristeza que embarga mi pequeño corazón. Por favor Señor, sálvame. Quiero vivir, quiero conocer la alegría de vivir la vida, quiero nacer!
Todavía no estoy definitivamente formado, pero estoy vivo. Ya tengo mi cuerpecito, pero está todavía desarrollándose, sabes. Me he dado cuenta que he empezado a sentir, pero lo más lindo es que he empezado también a pensar. Puedo percibir mis pequeños movimientos dentro de las entrañas de mi madre. Ayer ví mis manitos con sus deditos incipientes, los pies se me movían lentamente y el corazón latía y latía. Cuando mi madre se alimenta, es mi regocijo, cuando ella está tranquila disfruto la paz inmensa de la cálida agua que me rodea.
Pero cuando los escucho hablar sobre mí, me invade Señor, una soledad terrible y un temor lastimero incontrolable.
No sé bien lo que hay afuera, pero estoy ansioso de conocerlo. He escuchado muchas voces que hablan de cosas que todavía no entiendo. Algunas personas hablan de amor, de amistad, de proyectos, de trabajo, pero otras gritan, pelean, se vuelven agresivos y solitarios.
Dicen que hay guerras donde matan a la gente, donde dejan morir a las personas, donde sólo quieren disfrutar y disfrutar sin importarle quien está a su lado. Que dificil la vida, Señor!
Pero a pesar de todo lo que puedo estar imaginándome, quiero vivir! Permítelo Señor, así te puedo conocer más de cerca, crecer, ser alguien, quizás un profesor o un profesional. Quisiera jugar con los niños, disfrutar de mi niñez, soñar, aprender, trabajar, ayudar a los demás. He escuchado que tu eres muy bueno, por eso te llamé. Que tú eres amor incondicional y que siempre estás a la orden para ayudar a los más necesitados, a los que están en gran peligro como ahora estoy yo.
Dicen que hace mucho tiempo hiciste milagros ¿que será un milagro? ¿los podré conocer? que curabas a la gente con tu mano, que eras un gran Maestro y todos te querían, que enseñabas la forma para vivir con dignidad y que dabas un camino para que todos fuésemos salvados.
Pero lo que más me entristeció es que a tí te pasó lo mismo que me está pasando a mí. Te mataron injustamente en la cruz! Que dolor y que injusticia. Por eso te llamé, porque sólo tú y nadie más que tú, sabes y comprendes la soledad y el vacío del dolor de sentirse aunque sea por un momento abandonado en las puertas del abismo. Así estoy yo Señor. Pero dicen también, que tu Papá vino a salvarte en el momento de tu muerte, cuando más sólo estabas, El no te defraudó, porque he escuchado que tiene mucho Amor y misericordia. ¿me entiendes Señor? ¿a quién podría recurrir sino a tí?
Ayyyyyy, ahora pude respirar y estoy más tranquilo, pero temo las voces de mis padres y su decisión que pronto llevarán a cabo. Señor, seca mi llanto lo cual yo no puedo hacer. Pon tus manos bondadosas sobre mi cuerpecito, para que pueda vivir y no me maten. Sabes, presiento que mi mamá me quiere, pero está confundida. A pesar de todo, ella me sigue alimentando, a veces, pone su mano sobre mí y siento su calor y su sentimiento maternal. Y mi padre también me habla y esto me da esperanza, pero AHORA están decididos Señor, ven rápido, aýudame y sálvame. QUIERO VIVIR. Yo los quiero Señor y los quiero querer...
Mi pequeño, mi pequeño, todavía no tienes nombre pero te aseguro que ya está grabado con fuego en mi corazón. No temas. Vivirás!
Escucha y permanece tranquilo: Eres de los más preferidos de mi Padre y de ninguna manera permitirá que algo te suceda, porque lo único que sucederá es que vendrás a la vida en la alegría de las alegrías como el nacimiento silencioso de una flor. Tu inocencia y tu limpio corazón enternecen a mi Padre y Yo le rogaré a El y vendremos a tí y estaremos y viviremos en tí. Te ampararemos amorosamente, te cobijaremos con ternura y no te faltará leche y miel. Crecerás fortificado y la luz del cielo nunca te faltará.
Hace tiempo, Yo les hablaba a los grandes, a los adultos y les decía que si no se volvían como tú, no entrarían en mi Reino, un reino de paz, de amor y de felicidad. Confía, estamos contigo y además cuentas con tu otra Madre, la del cielo pero aquí en la tierra, mi Madre, la que me concibió con infinito Amor. Ella y más que ninguna hará lo mismo contigo. ¿que dices? ¿estás más tranquilo?
Ahora, espera en nuestro trabajo. Soplaremos un rocío resplandeciente, el del Espíritu, el que da vida, aquel que con su sombra cubrió a mi querida Madre para que Yo pudiera nacer. Tenlo por seguro: tus padres cambiarán de opinión. Sus corazones se volverán nuevamente al camino de la esperanza, al camino de la ansiosa espera, al camino del amor y de la vida, porque Yo soy el camino, la resurrección y la vida.
Duérmete mi niño, descansa, crece sanamente, te cuidaremos y cuando despiertes conocerás la inimaginable e indescriptible alegría de una nueva creación: serás tú mismo con un precioso nombre que ya está escrito para siempre en los cielos...y que tendrá su lugar, aquí en la tierra. Tus padres te estarán esperando. Vivirás!
Ni te imaginas como me siento acá, solito, solito, desamparado totalmente y con una tristeza que embarga mi pequeño corazón. Por favor Señor, sálvame. Quiero vivir, quiero conocer la alegría de vivir la vida, quiero nacer!
Todavía no estoy definitivamente formado, pero estoy vivo. Ya tengo mi cuerpecito, pero está todavía desarrollándose, sabes. Me he dado cuenta que he empezado a sentir, pero lo más lindo es que he empezado también a pensar. Puedo percibir mis pequeños movimientos dentro de las entrañas de mi madre. Ayer ví mis manitos con sus deditos incipientes, los pies se me movían lentamente y el corazón latía y latía. Cuando mi madre se alimenta, es mi regocijo, cuando ella está tranquila disfruto la paz inmensa de la cálida agua que me rodea.
Pero cuando los escucho hablar sobre mí, me invade Señor, una soledad terrible y un temor lastimero incontrolable.
No sé bien lo que hay afuera, pero estoy ansioso de conocerlo. He escuchado muchas voces que hablan de cosas que todavía no entiendo. Algunas personas hablan de amor, de amistad, de proyectos, de trabajo, pero otras gritan, pelean, se vuelven agresivos y solitarios.
Dicen que hay guerras donde matan a la gente, donde dejan morir a las personas, donde sólo quieren disfrutar y disfrutar sin importarle quien está a su lado. Que dificil la vida, Señor!
Pero a pesar de todo lo que puedo estar imaginándome, quiero vivir! Permítelo Señor, así te puedo conocer más de cerca, crecer, ser alguien, quizás un profesor o un profesional. Quisiera jugar con los niños, disfrutar de mi niñez, soñar, aprender, trabajar, ayudar a los demás. He escuchado que tu eres muy bueno, por eso te llamé. Que tú eres amor incondicional y que siempre estás a la orden para ayudar a los más necesitados, a los que están en gran peligro como ahora estoy yo.
Dicen que hace mucho tiempo hiciste milagros ¿que será un milagro? ¿los podré conocer? que curabas a la gente con tu mano, que eras un gran Maestro y todos te querían, que enseñabas la forma para vivir con dignidad y que dabas un camino para que todos fuésemos salvados.
Pero lo que más me entristeció es que a tí te pasó lo mismo que me está pasando a mí. Te mataron injustamente en la cruz! Que dolor y que injusticia. Por eso te llamé, porque sólo tú y nadie más que tú, sabes y comprendes la soledad y el vacío del dolor de sentirse aunque sea por un momento abandonado en las puertas del abismo. Así estoy yo Señor. Pero dicen también, que tu Papá vino a salvarte en el momento de tu muerte, cuando más sólo estabas, El no te defraudó, porque he escuchado que tiene mucho Amor y misericordia. ¿me entiendes Señor? ¿a quién podría recurrir sino a tí?
Ayyyyyy, ahora pude respirar y estoy más tranquilo, pero temo las voces de mis padres y su decisión que pronto llevarán a cabo. Señor, seca mi llanto lo cual yo no puedo hacer. Pon tus manos bondadosas sobre mi cuerpecito, para que pueda vivir y no me maten. Sabes, presiento que mi mamá me quiere, pero está confundida. A pesar de todo, ella me sigue alimentando, a veces, pone su mano sobre mí y siento su calor y su sentimiento maternal. Y mi padre también me habla y esto me da esperanza, pero AHORA están decididos Señor, ven rápido, aýudame y sálvame. QUIERO VIVIR. Yo los quiero Señor y los quiero querer...
Mi pequeño, mi pequeño, todavía no tienes nombre pero te aseguro que ya está grabado con fuego en mi corazón. No temas. Vivirás!
Escucha y permanece tranquilo: Eres de los más preferidos de mi Padre y de ninguna manera permitirá que algo te suceda, porque lo único que sucederá es que vendrás a la vida en la alegría de las alegrías como el nacimiento silencioso de una flor. Tu inocencia y tu limpio corazón enternecen a mi Padre y Yo le rogaré a El y vendremos a tí y estaremos y viviremos en tí. Te ampararemos amorosamente, te cobijaremos con ternura y no te faltará leche y miel. Crecerás fortificado y la luz del cielo nunca te faltará.
Hace tiempo, Yo les hablaba a los grandes, a los adultos y les decía que si no se volvían como tú, no entrarían en mi Reino, un reino de paz, de amor y de felicidad. Confía, estamos contigo y además cuentas con tu otra Madre, la del cielo pero aquí en la tierra, mi Madre, la que me concibió con infinito Amor. Ella y más que ninguna hará lo mismo contigo. ¿que dices? ¿estás más tranquilo?
Ahora, espera en nuestro trabajo. Soplaremos un rocío resplandeciente, el del Espíritu, el que da vida, aquel que con su sombra cubrió a mi querida Madre para que Yo pudiera nacer. Tenlo por seguro: tus padres cambiarán de opinión. Sus corazones se volverán nuevamente al camino de la esperanza, al camino de la ansiosa espera, al camino del amor y de la vida, porque Yo soy el camino, la resurrección y la vida.
Duérmete mi niño, descansa, crece sanamente, te cuidaremos y cuando despiertes conocerás la inimaginable e indescriptible alegría de una nueva creación: serás tú mismo con un precioso nombre que ya está escrito para siempre en los cielos...y que tendrá su lugar, aquí en la tierra. Tus padres te estarán esperando. Vivirás!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
La oración de contemplación
Es bueno esperar en silencio. Nunca se agotan sus Misericordias del gran Amor. Es verdad que la vida del monasterio está pensada para...
-
Día a día, hablar con el Señor en intimidad y elevarle esta súplica. Dios hoy, continúa haciendo milagros, de acuerdo a la muchedumbre de su...
-
Oración poderosa al Espíritu Santo de confianza y socorro en momentos difíciles Dios Padre Misericordioso, Dios Padre de Amor, Padre de ...
-
Que el Señor derrame el rocío de su Espíritu en tu corazón, te proteja a la sombra de sus alas y te de su paz, te libere de todo mal y ...