domingo, 31 de mayo de 2009

¿Dejarás de construir tu casa porque el material enviado no corresponde al pedido?
¿Tirarás la lana de tu tejido porque no te alcanza para tal modelo?
¿Abandonarás a tu hijo porque no tiene el temperamento y el carácter que esperabas?
¿Renunciarás a construir tu hogar porque tu marido no es el que habías soñado, porque tu esposa no es la que esperabas?
Si te casaste con tu sueño, actuaste como un adolescente. Acúsate sólo a tí mismo y no acuses a tu cónyuge de no ser como habías imaginado.
Si estás decepcionado y sigues en tu decepción, muy a tu pesar, se te notará y si se te nota, alejas al otro un poco más de ti, puesto que el otro, para acercarse, necesita confianza.
Tus lamentos son barreras que separan, mientras que lo que conviene es unir.
Nunca es demasiado tarde para casarse al fin con quien comparte tu vida. Sólo es preciso que te decidas.
No puede haber un matrimonio de tres: tu esposo, tú y tu sueño. Si quieres casarte seriamente, divórciate de tu sueño.
Si no puedes construir un castillo, puedes por lo menos construir una choza, pero no serás feliz en tu choza mientras sigas soñando con tu castillo.
Estás decidido a romper con tu sueño, a abandonar tu castillo...¿Significa eso renunciar a tus ilusiones? No, así no las suprimirías.
Empieza por perdonar a tu esposo, pues nunca le perdonaste que no sea como tú habías imaginado. Ofrece a Dios tu decepción, tu sueño roto y lo que en tí se ha nutrido de lamentos, rencores y desánimos.
Acepta por fin profundamente la REALIDAD del otro y la de tu hogar.
No se trata de "rehacer tu vida" sino de rehacerte.
Quizás no lo amaste nunca de verdad, sólo lo deseabas para tí. Quizás nunca te amó de verdad, sólo te deseaba para sí... y vuestros dos egoísmos se unieron en un momento, forjándoos la ilusión del amor.
Aunque el afecto sensible haya desaparecido en apariencia, puedes amarlo, puedes querer su bien.
¡Pero él...! ¡Pero ella...!
No juzgues al otro, júzgate a tí mismo. Si realmente ya no te ama, ámalo más y sin esperar nada a cambio. Son pocas las personas que se resisten por mucho tiempo a un amor auténtico. Amando lo ayudas a amar.
Siempre piensas: me desilusionó.
Piensa, pues, también: lo he desilusionado.
Fue él quien comenzó.
Entonces empieza a amarlo con un corazón completamente nuevo. Si tu copa está vacía, puedes llenarla. Pero si está llena...
Es la profundidad de tu alma la que mide la profundidad de amor que recibes.
Dices que tiene todos los defectos. Decías que tenía todas las cualidades. Ayer te equivocabas, hoy también. Posee cualidades y defectos, y debes casarte con todos ellos.
No es culpa mía, cambió.
¿No habrás cambiado tú?... y si cambió, ¿por qué te asombras? Te has casado con un ser vivo y no con una imagen fija. Amar no es la elección para un momento, sino para siempre.
Amar a un hombre, amar a una mujer, es siempre amar a un ser imperfecto, a un enfermo, un débil, un pecador...
Si lo amas de verdad, lo curarás, lo sostendrás, lo salvarás.
El sacramento del matrimonio consagró vuestra unión y os ayuda a realizarlo cada día.
En el corazón de vuestro hogar, sólo Cristo podrá libraros del egoísmo y restituir el amor, pero para entrar en vuestra casa, hoy como ayer, El necesita un SI.
Aceptar el propio hogar es aceptar el otro, pero es también aceptar a Jesucristo salvador.


--

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Apotegmas

La literatura del desierto es accesible gracias a las Sentencias de los Padres del Desierto llamados Apophtegmas, de final del siglo III, ...