El hombre necesita hablar, contarse cosas, que lo compadezcan, que lo alienten, que lo guien. Escucha a los demás, escucha más, sin cansarte, con interés.
Hablar con otro es ante todo escuchar.
Si el otro calla ante tí, respeta su silencio, luego con dulzura ayúdalo a hablar. Pregúntale por su vida, sus preocupaciones, sus deseos, sus molestias; pues hablar con otro, a menudo es preguntar también.
Cuida que el otro no se vaya si haber dicho todo lo que quería decir. Si murmura: "lo encontré preocupado", quiere decir que no estabas disponible. Si suspira: "no insistí, parecía ausente", quiere decir que estabas en otro lado.
Estás inquieto, preocupado por muchos problemas y se presenta alguien que quiere hablarte. Sácate dulcemente las preocupaciones, el mal humor, el nerviosismo, la obsesión y ofrécelo todo al Señor. Comienza de nuevo tantas veces como sea necesario y entonces quedarás libre para escuchar, recibir, comunicar.
Ve al encuentro del otro!
En la entrada de tu casa hay algunos escalones, tiéndele la mano. Para levantar ese paquete hay que hacer un esfuerzo, tiéndele la mano.
Para destapar esa herida no hay que temblar, tiéndele la mano. Tender la mano es sonreír, tomar del brazo; es preguntar: ¿Y como sigue su hijo?
Y entonces... después ¿qué pasó amigo?
¿Cómo se arregló el asunto del otro día?
Y en cada uno de esas frases cortas, vuélcate por entero, vuelca todo el amor del Señor que invita eternamente.
Si sabes escuchar, muchos irán a hablarte. Sé atento, silencioso, recogido. Tal vez, antes que pronuncies una palabra constructiva, el otro se habrá ido, feliz, liberado, iluminado. Pues lo que inconscientemente esperaba no era un consejo, una receta de vida, sino a alguien en quien apoyarse.
Si debes responder, no pienses qué decir mientras el otro habla, pues ante todo necesita atención, sólo luego palabras. Después ten confianza en el Espíritu Santo, lo que llega primero no es el fruto de un razonamiento, sino el fruto de la gracia.
Sólo es verdadero el diálogo si haces en tí un profundo silencio, un silencio religioso para acoger al otro, --pues en él y por él Dios llega a tí.
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El poder del Espíritu a través de la oración y la súplica.
DIOS ES UN MISTERIO DE MISERICORDIA
domingo, 31 de mayo de 2009
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